Georges Méliès y la primera película de ciencia ficción
La primera película de ciencia ficción
por Maggie Maslach
En 1895 Louis Lumière patentó el cinematógrafo. Este simple
hecho implicó la mayor revolución cultural del siglo XX el
surgimiento del cine.
A pesar de que sus creadores sabían que se trataba de un invento
prodigioso (por primera vez se podía capturar "la realidad")
los comienzos del arte cinematográfico fueron bastantes
distintos a como lo conocemos hoy.
Las primeras filmaciones de los hermanos Lumière se contentaban
tomar escenas "reales" para probar la capacidad del
invento. Es así que las primeras películas eran cortos planos
de una calle o de la salida de una fábrica. Curiosamente cientos
de personas se agolpaban para ver films tan apasionantes.
No fue hasta la aparición de Georges Méliès que no empieza el
cine mas o menos como lo conocemos ahora. Pero ese no es lo único
que se le puede atribuir a este director. También es reconocido
como el autor de la primera película de ciencia ficción.
Como señalamos en 1895 los hermanos Lumière patentaron el
cinematógrafo y ya el 28 de diciembre de ese mismo año en el
Gran Café de París realizaron la primera exhibición para unas
pocas personas. Una de ellas era un hombre llamado Georges Méliès,
hijo de un industrial zapatero que en 1885 abandono el negocio
familiar para aprender magia y espectáculos de feria y dueño
por aquel entonces del teatro Robert Houdin.
El ilusionista quedo maravillado con un invento tan increíble,
el cual consideró indispensable para sus espectáculos. A tal
punto llegaba el interés que le pidió a los hermanos Lumière
que se lo vendieran, por supuesto que ellos no accedieron a
desmonopolizar su patente.
Méliès, quien siempre ofrecía en su teatro espectáculos que
sorprendían y cautivaban al publico, no acepto la negativa que
entorpecía sus proyectos por lo que decidió hacerse con uno de
esos aparatos a como de lugar (se dice que trato de construir una
especie de cámara pero es poco creíble).
Aproximadamente al año de este suceso le llegó la noticia que
un óptico había lanzado al mercado ingles un aparato similar al
que quería: Se trataba del bioscopio, no lo penso dos veces y
pago 1.000 francos por él.
El inexperto realizador comienza entonces a filmar sin pausa a partir de 1897, primero de forma espontanea, impremeditada, imitando a los Lumière, sin manipulaciones ni interferencias de ningún tipo.
Méliès trabajaba en su propiedad de las afueras de París,
donde había instalado un "estudio cinematográfico" (una
especie de gigantesco estudio fotográfico con un escenario
teatral) con paredes y techo de cristal para aprovechar la luz
del día.
Pero la magia y la ilusión todavía estaban lejos de aparecer en
sus primeros films, básicamente tomas de tono "documental".
El gran cambio apareció de casualidad: en una de sus películas,
rodada en la plaza de la opera de París, había un ómnibus
cruzando por la pantalla que abruptamente se convertía en un
coche fúnebre. Aunque parezca mágico la explicación técnica
es simple: durante el rodaje la película había quedado
bloqueada en el tomavistas durante unos segundos, pero fueron
suficientes para que al reemprender la toma de imágenes la
circulación parisiense se hubiera modificado dando paso al
efecto de sustitución. Simplemente con detener la cámara para
volver a ponerla en funcionamiento poco después y sin variar la
toma Méliès había comprobado que podía jugar a las
transformaciones y a las desapariciones.
Este descubrimiento fortuito hizo caer en la cuenta al creador
que el cine no sólo servía como posible representación de
"la realidad" sino que también para "engañar"
al publico haciendo verosímiles hechos irreales. En este momento
surge el cine tal como lo entendemos ahora.
Gracias a este accidente el director ya no para de usar su
imaginación: ensaya diversas desapariciones, fundidos,
superposiciones y emplea por primera vez la iluminación
artificial.
Con todos los descubrimientos a su favor la Ciencia Ficción cinematográfica no tardaría en hacer aparición.
Corría el año 1902 cuando Georges Méliès maravilla a todos
con una producción de 20 minutos de duración (todo un récord
para la época), dividida en 30 escenas y con un costo superior a
los 30.000 francos.
La película era Viaje a la Luna (Le Voyage dans la
Lune), una obra que toma (muy libremente) como modelo dos
novelas: De la Tierra a la Luna de Jules Verne y Los
Primeros Hombres en la Luna de H.G. Wells. En ella se
mostraba el primer alunizaje cinematográfico.
Viaje a la luna narra la decisión de dos sabios del congreso
científico del club de astrónomos de ir a la luna. Para ello
construyen un gigantesco obús en el que se instalan para el
viaje, este es introducido por unas coristas (del propio teatro
de Méliès) en un gigantesco cañón para ser disparado hacia el
satélite terrestre. Los científicos alunizan en un ojo de la
luna (una de las escenas clásicas de la historia del cine) donde
aparecen el rey y los selenitas (interpretados por los acróbatas
del Folies Bergère) que se convertían en polvo cuando eran
golpeados por los paraguas de los terrícolas. Vuelven a la
tierra con el obús cayendo desde un precipicio de la luna y
arrastrando sin querer a un selenita que se había agarrado a su
cola y que es exhibido en nuestro planeta con un gran regocijo
popular.
Si bien es una película corta, de tono humorístico y desde todo punto de vista incomparable con las de hoy en día, donde las técnicas avanzan con pasos de gigante, sin dudas es un film de ciencia ficción ya que toma uno de los temas fundamentales de este género (el viaje espacial) y el tema más candente dentro del género en ese momento (el viaje a la luna, tengamos en cuenta que la obra de Wells mencionada se había publicado sólo un año antes).
Méliès, a pesar de no ser un hombre de cine, le dio al
cinematógrafo una función narrativa, descubrió que el nuevo
medio podía contar "mentiras", crear una gramática
estrictamente cinematográfica si bien su técnica era básicamente
teatral.
Probablemente lo que más nos sorprenda de este (y de todos los)
films de Méliès sea lo estático de la cámara, la cual nunca
abandona el plano frontal hacia el "escenario", como
atenuante hay que tener en cuenta lo difícil que era filmar en
aquella época donde las maquinas para registrar las tomas eran
unos tremendos y complejos andamiajes mecánicos, lo cual hacía
francamente difícil (y peligroso) mover una cámara. Igualmente
hasta unos años después de Viaje a la Luna no se descubrió el
valor estético y narrativo de los movimientos de cámara.
En sus películas, Méliès utilizaba las técnicas aprendidas en
sus shows ilusionistas como trampillas, fuegos artificiales,
decorados pintados... a lo que sumaba la incipiente magia del
cine: sobreimpresiones, simulaciones de imágenes submarinas (utilizando
un acuario como tosco filtro), exposiciones múltiples,
disolvencias y fondos negros como se puede ver en algunos de sus
films históricos como Le tunnel sous la manche, 1907 (film
de 350 metros dividido en 30 escenas, con diversos decorados
sobre los que evolucionaban los actores y se superponían los
trucos); A la conquête du pole, 1912 (narra una expedición al
polo a bordo de un gigantesco artilugio volador); Le Voyage a
travers l´Imposible, 1904 (donde viaja al sol) o Le
Manoir du Diable (el primer film de vampiros y además el
primer antecedente de cine de terror), son solo algunas de sus
cientos de producciones, hoy por hoy casi todas perdidas.
Georges Méliès es el hombre que en 1902 realizó la primer
película de un género que veinte años después sería definido
como ciencia ficción por Hugo Gernsback.
Pero eso es otra historia.