Erik the Red brings the Story of your fucking lifes
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Cronicas de Nemu (algo de mi autoría, si le sgusta bien, y si no tambien!)Los cinco estaban reunidos alrededor de la gran mesa de madera antigua y lustrada, estaban todos callados como pensando en sus cosas, pero uno, el que estaba de negro miraba un libro algo viejo y murmuraba muy preocupado.Otro, el que estaba de verde levantó la vista y abrió la boca para decir algo, pero el que estaba de azul lo detuvo negando con la cabeza. Ya estaban algo viejos para esto, menos el de verde y la de blanco, ambos comparados con los demás eran muy jóvenes, y hace poco habían logrado tener ese honorable puesto.- La oscuridad se cierne otra vez sobre el mundo, señores, y nosotros estamos aquí sin encontrarle una solución!- dijo exaltado el de negro, que era el mas viejo de todos. El de verde se limitó a mirarse las manos y jugar nerviosamente con sus pulgares.La de blanco se levantó del gran sillón de madera y muchos almohadones, suspiró y salió de la sala rumbo al balcón. El de azul, como recordando amargamente viejas épocas, dijo: -Busquemos una solución pacífica al problema, recuerden que la Guerra Gris duró demasiado y dejó muchas víctimas, y… no sabemos quien ganó realmente… --Idiota, la Guerra Gris fue diferente, Lord Fehar fue derrotado, el y todos sus seguidores… y creo… SE que podemos darle batalla a la nueva amenaza, sin ayuda de los dioses siquiera.-, dijo con una actitud algo soberbia el que estaba con un tapado rojo y yelmo del mismo color.El de negro mirando severamente al que habló, dijo, - el idiota eres tú, Pyros, la Guerra Gris no tuvo vencedor, nuestro lado no se ha recuperado todavía, solo pasaron diez años, y creo que esta va a ser mucho peor…-El de rojo, o sea Pyros, miró con furia al de negro, se paró y apoyó violentamente los puños en la enorme y larga mesa, y señaló: -La estupidez puede llegar a ser sorprendente a veces… además, empiezo a sospechar que todos ustedes tienen miedo, y no ven la hora de rendirse y poder seguir llevando su triste vida de Gran Mago bajo un yugo despiadado, pero saben qué?, lucharé yo solo contra esto; yo solo y los que me quieran acompañar…- indagó a los presentes con una mirada sombría, esperando un cambio de actitud, - ¿qué es que los grandes Magos se han vuelto un hatajo de cobardes?; tu joven Ray,-, exclamó, mirando al joven de verde- el gran representante de la deidad del Bosque, no estas dispuesto a luchar contra la “amenaza” y traer contigo tus partidas de arqueros si necesario se torna?-Ray dejó el juego de los pulgares y trató de no ver a los ojos al de la violenta invitación, y dijo: -Gran Pyros, no lo se… Lord Fehar y sus hordas dejaron al Cantón de Boréa en un estado lamentable… ya las tierras de la Diosa no tienen su esplendor…- agregó levantando la vista y armándose de valor, -Además, los elfos oscuros se gobiernan a si mismos, ya no respetan al Elegido por la Diosa, y como si fuera poco….- Ray dejó de hablar, recordando que no podía exponer sus problemas con el Consejo, por vergüenza o miedo a ser degradado; luego tomó su libro forrado en cuero, y se dispuso a salir de la habitación. El viejo mago de azul fue a alcanzarlo, cuando lo alcanzó, le dijo algo en secreto y los dos salieron de la sala. Quedaron solo Pyros y el viejo Mago de Negro. La situación era tensa, parecía que no se llevan bien, todo estaba en silencio, salvo por el arrullo de la cascada en aquella tarde de la triste estación seca; hasta que el de Negro habló por fin: - Pyros, dudo que el miedo sea los que acongoja los corazones de los Grandes Magos de Nemu, y tú lo sabes tanto o más. Al provocar al chico a la guerra, estas poniendo en peligro, no solo a él, sino que a todos los demás… sabes bien que pasaría si nuestros Talismanes caen en manos equivocadas… otra vez; recuerdas que Lord Fehar obtuvo un poder extraordinario solo con tener dos de los cinco, si la “amenaza” llegase a quedar con el tuyo y el del joven Ray´Elh, el resultado sería desastroso, para todos…- al hacer esta pausa, el otro empieza a hablar sin que el Mago de negro terminara su discurso: -¡No diga sandeces, honorable Claxus!,- exclamó Pyros con sorna en la voz, - Crees que un simple demonio vencería a el gran Pyros y sus huestes? Si así es, usted esta muy equivocado, gran imbécil de pacotilla!- profirió levantando el tono de voz,- y si además, a mi fantástico ejército le agregamos unos cuantos arqueros élficos, la victoria será mía; y si no me ayuda el mozalbete Ray, no me importa, lo haré con otra ayuda!- al decir esto, miró a Claxus como si fuera un enemigo jurado. Luego, Pyros agarró sus libros, capuz y báculo, emprendiendo así la salida de la sala. Yéndose, se le escuchó maldecir a Claxus y toda su descendencia, costumbre muy común entre los habitantes de Nemu cuando están muy enojados con alguien. Así, Claxus el añejo mago de gastado manto negro, quedó solo en aquella sala que parecía más grande y triste de lo que él recordaba.- Lo necesitamos, sin el no lo lograremos, se lo digo- dijo el muchacho. El mago de azul lo miro con tristeza en los ojos, pero enseguida le negó con angustia. La discusión venía desde antes, ya que los argumentos a favor de Ray ya eran pocos. Ellos iban caminando por los desolados pasillos de aquel castillo que alguna vez tuvo un esplendor magnífico. El interlocutor era Ray, el “elegido por La Diosa del Bosque”, que muchos dudaban de su verdadero poder como líder de los habitantes de Borea, aquel cantón que supo tener armonía y prosperidad para los que en el habitaban, pero… no hemos de tocar ese tema ahora.- Pero… yo creo que…- clamaba Ray, pero la mano del mago veterano se le posó en el flaco hombro, deteniendo su reclamo y su paso ligero, acompañando la cordial interrupción con tranquilas palabras para justificarlo: - Fehar Master tiene que pasar ahí el resto de sus días, no hay razón para liberarlo; además, necesitas la aprobación del consejo para hacerlo, y no creo que Claxus lo permita…-.-Yo no creo lo mismo, gran Xotz, aunque respeto su posición, creo que Lord Fehar es la clave para que la paz reine una vez mas en Nemu…- espetó una voz femenina de entre la oscuridad del pasillo. La triste tarde se había convertido en penumbra, y las antorchas del Castillo no se prendían hasta entrada la noche.El magnífico hablar de los oriundos de Esth es inconfundible, y la única de ese Cantón que podía estar en el castillo en ese momento es la Maga Lilith. Dio unos pasos como para que pudieran verla. El blanco de su delicada túnica resplandecía en el oscuro anochecer, o eso les parecía a los dos Magos que dieron con ella. Su pelo castaño le caía sobre la espalda y sus ojos marrones estaban llenos de brillo; la radiante imagen en la oscura y fría tarde de otoño esperanzaba un poco los corazones de estos afligidos seres. - Niña…- suspiró con una leve sonrisa el Mago de azul, - verte me alegra el corazón, pero tu mente no está pensando con claridad. Quizás estés abrumada por las opiniones de los otros Miembros del Consejo, pero después de una noche de sueño volverás a discernir correctamente…-.Ray se adelantó y tomó la palabra: -Gran Xotz, Lilith tiene razón, he dedicado mis días a repasar la historia, y si Fehar Master fue bueno alguna vez, podrá serlo nuevamente, solo necesitamos convencerlo…- , a Xotz se le ensombreció la cara, esfumándose la poca esperanza que le quedaba en su viejo cuerpo, miró hacia abajo y memorando otros tiempos dijo: - Maldito, maldito el día en que dejé a esos chicos ir a enfrentar aquella calamidad, eran unos niños, NIÑOS! mi sobrino y sus compañeros, mi hijo… ¿cómo no lo pude ver?- cada palabra que salía de la boca de Xotz lo hacía hundirse mas y mas hondo en su antigua pena, su voz se convertía en un sollozo, un lamento por algo que no podía cambiar. Ray intentó inútilmente contener la tristeza del desconsolado Mago, pero fue Lilith que con su mano tocó la envejecida cara de Xotz, y con una luminosa sonrisa, alivió momentáneamente su profunda pena. El mago estuvo a punto de desplomarse, pero Lilith lo agarró a tiempo, luego pidió ayuda a Ray para llevar a Xotz a sus aposentos. Cuando llegaron a la alcoba, lo recostaron en la gran cama, que aunque Xotz había estado usando el cuarto por unos cuantos días, no parecía haber sido usada ni una vez. Lo único que estaba usado era el viejo escritorio, que estaba lleno de libros y pergaminos, también había una raída pluma y un tintero casi vacío. -Pobre Xotz,- dijo Lilith, mirando al viejo que dormitaba sentado en la cama, - Se ve que hace varios días no duerme, está muy preocupado, aún mas de lo que aparenta…-.Ray lo miraba con pesar, mientras escuchaba las palabras de la Maga. Inspiró, y dijo –a veces creo que realmente no ganaremos, que no tenemos oportunidad, yo… yo no puedo con este deber, no me lo merezco, tu eres mejor Maga que yo… yo… no puedo…-. Ray apretaba fuertemente algo que colgaba de su cuello de una cadena gris. Hizo un ademán con la intención de arrancarse el colgante, pero Lilith lo detuvo a tiempo. –Ray´Elh, detente! Eres un buen Mago, por eso estas entre los cinco Grandes Magos de Nemu, si no tuvieras las cualidades necesarias para serlo, crees que estarías aquí?...-, Ray la miró, soltó su colgante resignado, dejando así al descubierto que era un talismán, el Talismán del Bosque, el Talismán de la Vida, SU talismán.- Además tenemos que seguir por e...l- dijo Lilith refiriéndose a Xotz, y prosiguió,- por ellos, por los otros magos… los que ya no son los que eran antes. Debemos ir a por Lord Fehar, ya que cuanto antes logremos su apoyo, mejor será-El joven Ray, con el ánimo devuelto, se acercó a Xotz, y lo puso en una posición más cómoda. Lo arropó con una colcha y se quedó contemplándolo. –Vamos, Ray… no queremos que despierte. Hay que preparar las cosas... esta noche partimos-El Mago Claxus, el que hoy a la tarde discutía con Pyros, recorría silenciosamente el piso mas bajo de su Castillo, encendiendo las antorchas y velas, para iluminar la noche de sus invitados.Este castillo estaba bastante alejado de la ciudad, por suerte, ya que ésta es muy bulliciosa, demasiado para su gusto. Trataba de ir lo menos posible a ese lugar. Sabía que el conocimiento sobre la nueva “amenaza” se extendería por todo Nemu si se enteraban en la ciudad principal, por eso, Claxus esperaba el momento indicado para hacer el anuncio público, aunque sería cuestión de semanas para que los entrometidos pobladores metieran las narices en donde no les conviene, y toda la ciudad se entere por su cuenta... y comience la histeria. Claro, ahora si uno les dice lo que tienen que hacer, ellos no escuchan, ellos siguen intentando olvidar a los Magos, diciendo que son puras patrañas y engaños, siguen tratando de negar la existencia de los dioses, buscando dar razones a todo con sus nuevas “explicaciones lógicas”, la ciudad está corrompida; pero cuando están en peligro, no dudan en dedicarle ofrendas a los dioses y buscar apoyo y protección en los viejos Magos.Pero Claxus tenía problemas más urgentes que la eventual pérdida de fe de la gente. Algo serio le carcomía los pensamientos, además de “la amenaza”, le preocupaba mucho la actitud de Pyros, un hechicero poderoso, que estaba loco, ciego, trastornado quedó después de la guerra Gris, las artes oscuras utilizadas por Fehar Master fueron demasiado lejos, abusó del poder, pasó la línea de la resistencia mental de Pyros. Ahora comandaba equívocamente a Ifreem, su territorio, belicosamente y con muchas fisuras; aunque su ejercito era ciertamente el mas fuerte y colosal, bastantes de sus combatientes eran mercenarios sin bandera, y el costo para mantener a toda la fuerza militar era impresionante. Su regencia y sistema estaban destinados a caer pesadamente, cosa que podía llevar a la ruina a los otros cantones con el, por razones a las que luego nos referiremos. La tarde había sido fría, pero la noche helaba hasta los huesos. Se podía escuchar al viento soplar fuertemente entre las aberturas que servían, o sirvieron como troneras para apostar a los ballesteros. Algunos postigones golpeaban fuertemente contra las paredes de roca del castillo, y como casi todo en el castillo, se caerían a pedazos de un momento a otro.Claxus no tenía muchos criados que le sirvieran fielmente. Según el podía hacer casi todo lo necesario, encender las estufas los días fríos, hacer la jardinería, iluminar los pasillos todas las noches, y mágicamente, mantener limpios los grandes salones y las espaciosas estancias.Claro, tenía un mayordomo que hacía las camas y servía el té, además de algunas cocineras que le hacían de comer austeros almuerzos y suculentas cenas, como es costumbre entre la aristocracia de Nemu.Pero no nos interesa realmente el día a día de Claxus, lo que nos importa es qué decidió, qué le pareció correcto para afrontar a la amenaza. No podía decidir ni pensar con el estómago vacío, así que se dirigió hacia la cocina, y mientras lo hacía, ideaba una estrategia, que aunque desesperada, quizás diera resultado…Ray´Elh y Lilith estaban saliendo del castillo, se dirigían al calabozo donde el ansiado prisionero cumplía su pena. Este quedaba a unos pocos kilómetros, ya que supuestamente estaba bajo la custodia del gran Claxus. El par de magos se dirigían a la gran puerta de gruesa madera reforzada con hierro adornado, buscaban a Claxus, precisaban verlo antes de salir.El dueño y anfitrión no había aparecido. Tampoco estaban encendidas todas las antorchas, pero uno de los sirvientes lo estaba haciendo. -Usted, oiga!- gritó Ray al sirviente, y como no tuvo respuesta, se le acercó. Antes de que Ray le preguntara algo, el mayordomo giró su vista hacia donde este se acercaba, y con una cara apática se le adelantó: -Si busca al señor, no está. Se fue hace tres horas aproximadamente, justo después de tomar la merienda…- y continuó con su labor. –Vamos nos Ray; el tiempo apremia, y gracias a usted señor- tras una reverencia de ambas partes, los dos magos dieron media vuelta y cruzaron la enorme puerta del castillo.Con una mano en los báculos y amarrándose las capuchas para que no se les salieran y los mojara la helada llovizna otoñal. Los caballos estaban intranquilos, relinchaban, tiraban decididamente de sus ataduras de cuero y miraban al bosque que rodeaba las murallas del castillo, y se extendía hasta el horizonte.El caballo de Ray era de color marrón oscuro y tenía puesto una capa con motivos élficos y los colores de Borea, verde opaco y amarillo apagado. Las riendas de la bestia tiene costuras y bordados con hilos de plata, que brillarían si los negros nubarrones que cubrían el cielo nocturno no taparan la pálida luz de Luna.El caballo de Lilith no tenía capa, solo una elegante montura de cuero blanco. Las riendas y bridas eran negras, contrastando con el blanco puro del caballo. Los jinetes montaron después de desatar los corceles, y salieron raudos hacia el noroeste, asediados ahora por una lluvia intensa, pero ya sin el frío helado.-¡Pero si es no otro que el señor Claxus, el Búho Errante!- dijo el obeso cantinero extendiendo los brazos, pidiendo un abrazo a un viejo amigo.-Pensé que ya todos se habían olvidado de este viejo mago, y de ese apodo… ¡nadie me decía así hace tiempo!- respondió el mago mientras se quitaba la empapada capucha negra. -El viejo Jaml no se olvida de los camaradas...- espetó algo enfadado el cantinero, -...no puedo decir lo mismo sobre otros que no se dignan a darse un paseo por la Taberna de un amigo una vez cada tanto!-, le reprochó a Claxus. -Lo siento mucho, Jaml. No he podido venir a tu confortante taberna…- se excusó el Mago con una sonrisa irónica, echando una ojeada a la deteriorada taberna, colmada de borrachos, reos, y los peores malandrines de las inmediaciones; luego prosiguió: -…es bueno estar aquí otra vez!- .Jaml inspiró mirando a Claxus con alegría e intriga, -Se que tus problemas no me atañen, viejo amigo, pero ¿qué buscas en la “Taberna del Enano Emborrachado”?- dijo el cantinero mientras le servía una jarra de cerveza negra a un ogro maloliente.-Esta vez quizás me sea de ayuda, amigo Jaml!, busco a otro de nuestros amigos, uno al que hace años que no lo veo…- profirió, mientras levantaba el jarro de cerveza que le había sido servido por su amigo Jaml. –¿A quien buscas, viejo Búho?- le preguntó el cantinero, brindando su trago con el mago. Después de un gran sorbo a la cerveza, Claxus le explicó en voz baja al cantinero, cada vez más misteriosamente: -Es imperioso encontrar a Willow ¿acaso has visto pasar al pequeño mago por aquí, o tienes alguna información de su paradero?- El cantinero se limpió la cerveza de la negra barba con el gran brazo, y se quedó callado, mirando al mago con sospecha. –Si bien es cierto que nuestro amigo Willow frecuentaba esta taberna, hace muchas estaciones que no se pasea por aquí… lo último que supe de él, fue que cruzó el mar del oeste, una vez mas se fue hacia las Tierras Ásperas, pero es un mero rumor...- El mago terminó su trago, y se quedó pensando por unos instantes, como cuando uno toma una decisión importante en unos minutos. El cantinero entendió la situación, y fue a servir a otros clientes desesperados por algo más de licor barato.Claxus se paró y se hizo de un lugar al lado del crepitante fuego de la hoguera. Willow podría ser la respuesta a sus problemas, pero encontrarlo sería muy difícil. Maldito el día en que ese tonto enano decidió exiliarse, pero como supo lo que se avecinaba? Entre tantas preguntas, al cansado cuerpo de Claxus se entregó al sueño, y en cuestión de segundos, quedó profundamente dormido, sin importar los desafinados cantos de los borrachos.Ahora, el mago Negro caminaba por un valle de pastos altos color verde oscuro, que le llegaban hasta la cintura, el cielo estaba en calma, era azul profundo. Soplaba una brisa suave que hacía olas en el inmenso mar de pastos. Claxus sabía que adelante estaba lo que el buscaba, la respuesta a los problemas. Pero muy adelante. De repente, se tropezó con algo, y al caer descubrió que era, o quien era. Era Willow, allí estaba, moribundo y envejecido, demacrado y desvariando. Era tan real. –Willow!, pequeño bribón, donde te habías metido?- le dijo el Mago Claxus en un tono amable y desesperado a el moribundo. Willow lo miró con los ojos desorbitados, -Gran Mago celador de la Magia Negra!-, le dijo contento, tan contento como uno puede estar cuando encuentra lo que busca, -La amenaza, la amenaza!-, gritó el enano mientras tosía con sangre. –Calla, aguanta tus dolores, que de alguna manera te salvaré!- , trató de contener el mago, pero vanamente; -Claxus, Claxus!- las palabras de la boca de Willow se entreveraban con las de otra persona. Alguien lo movía bruscamente pero no era Willow, no podía detener eso que lo tenía del hombro y lo agitaba continuamente, además seguían llamando su nombre ahora otra voz, una mas conocida. El cielo y el pasto se veían borrosos, lejanos ahora, algo había puesto en alerta sus sentidos; de a poco volvía en si, se dio cuenta de que a su lado estaban Jaml y alguien que no conocía. Claxus, ya despierto del todo, miró a su alrededor, estaba confundido, no recordaba bien donde estaba, sudor frío corría por su frente, y respiraba entrecortado. Se quitó el sudor de los ojos, trató de ver el lugar, ahora recordaba, la Taberna del Enano Emborrachado, ¿pero donde estaban todos los borrachos?, solo estaba, como ya dije, Jaml y un desconocido, mas bien una desconocida. –Claxus!- dijo esta mientras le agarraba la mano al mago, -creo que está despertando, venga maese Jaml!- le gritó al cantinero. Este se acercó con una jarra de hidromiel para el Mago. -Donde…, dónde esta Willow!?- clamó el mago, todavía desconcertado. Jaml lo miró con compasión, y le acercó a las manos la jarra fría que le había traído, -No hay mal sueño que un buen cántaro de Hidromiel no pueda arreglar!- prometió el Tabernero.-Willow no está aquí, ilustrísimo Claxus, pero yo lo puedo llevar hasta el, ¡si usted lo pide claro!- dijo la extraña.Por las vestiduras, parecía ser una Hechicera. El púrpura oscuro adornaba sus ropas, un color que no es común en Nemu, no en el continente, pero del otro lado del mar del Este si se encuentra, allá en el Gran desierto, reflexionó Claxus. -Niña, no estoy para cumplidos, ve mas lento, que no te estoy entendiendo nada!- le dijo el mago a la muchacha, alternando sus palabras con sorbos a la reconstituyente bebida. -Búho Errante, ella conoce el paradero de Maese Willow!- le dijo Jaml, tratando de animar a su amigo. Claxus la miró desconfiando a sus oídos – ¡¿Qué?!-.Los muchachos traían muy cansados a sus caballos, venían muy rápido. Habían cabalgado toda la noche, parando de a ratos para que los caballos descansaran. Éstos venían muy cansados, resoplaban y su paso era cansino, pero seguían obedeciendo a sus amos, sin importar lo que pasara. -Creo que tendremos que parar un rato Lilith, nuestros corceles están a punto de desfallecer!- dijo Ray analizando el estado de las monturas. -Dónde?, si es que hay un donde en esta zona…- dijo la Maga frenando a su caballo. Ray hizo lo mismo, y recordó: -aquí a unos metros están unas ruinas, sobre el que quizás hallas oído hablar… Ara’Losh, antiguo templo de adoración al dios de la Magia Negra…-, Lilith lo miró sorprendida, -Pensé que esos templos habían sido destruidos por la gente de Nemura, ¡Claxus estaba encomendado a eliminar todos los santuarios de Ara!- dijo la maga, tratando e divisar la salida del sol, que ya estaba pronta para darse. El mago Ray la miro con extrañez, -supuestamente deberías saberlo, no se pueden destruir todo lo alguna vez fue malo, hay mucha sabiduría dentro de esos muros, además hay que recordarlo para que no ocurra de nuevo!- le dijo, pero ella le contestó: -extraña manera de recordar las tristes épocas tienen en Nemura! Pero, vamos, el sueño me está por vencer!-.El templo aparentaba ser más pequeño de lo que en realidad era, ya que una parte estaba metida bajo el suelo, bajo una sierra. El gran portón de hierro se abría con una llave que estaba en poder de Ray; muy extraño que se abriera solo con una triste llave, ya que esos templos fueron odiados por los habitantes de Nemura, y los templarios eran celosos de sus secretos, no permitían la entrada a cualquiera. Los otros templos que había visitado eran mucho más protegidos, torres y murallas, pero este no, este estaba allí en el medio de una foresta, olvidada por los taladores de las fábricas. Estas cosas pasaban por la mente de Lilith mientras entraban en el Templo, el cual era muy oscuro ya que no habían antorchas prendidas. Ray buscaba a tientas algo con que dar luz a la sala, pero Lilith elevó su báculo y mágicamente se iluminó débilmente el lugar.-Gracias, Lilith! Que sería yo sin ti?, ayúdame a buscar un libro con este símbolo(y le muestra un símbolo extraño dibujado en un papiro que llevaba en el bolsillo), lo necesito.--Que es eso Ray?, no me parece haberlo visto antes.-Es un viejo símbolo Árico, en ese libro están los planos para hacer una…- momentáneamente, Ray se quedó callado, otra vez cuidando sus palabras; ¿por qué lo hace? se preguntaba Lilith, ella trataba de indagarle la mente sin que el se enterara, pero no lo lograba. Algo se lo impedía, algo mágico pero muy poderoso. Si trataba de cruzar esa barrera, Ray se daría cuenta. Claxus tenía razón, extrañas cosas ocurrían en la cabeza de Ray.-Ray, estas bien?, te noto algo disperso últimamente, acaso no quieres compartir tus secretos con los magos del consejo?- le dijo Lilith a Ray, que se mostraba indiferente, buscando libros del estante. El momento estaba tenso, los dos se miraban ahora, investigándose mutuamente… De repente, un ruido desde la oscuridad los distrajo a ambos, por reflejo tomaron sus báculos, y trataron de descubrir la procedencia del el sonido. Nada, silencio total.Pero se escuchó otra vez, estaba allí el sonido, era un arrastrar de algo metálico por el viejo empedrado del Templo, desde uno de los corredores. Un tenebroso brillo venía desde el corredor, el que doblaba a la derecha, pero no se veía lo que se acercaba por ahí. Ray trató de escuchar para adivinar que era lo que se acercaba, pero solo conseguía percibir el arrastrar metálico desde el oscuro pasillo, cada vez mas cerca.Lilith trataba inútilmente de leer los pensamientos de eso que se acercaba, solo el repentino viento helado que soplaba desde el pasillo era lo que se sentía. – ¡Morid, mortales!- se escuchó desde el pasillo. Ese grito caló hasta los huesos a los jóvenes magos; un grito lúgubre, lleno de ira y angustia. La luz del báculo de Lilith se hacía débil, convirtiéndose todo en oscuridad total, a no ser por el brillo tenue y tétrico del pasillo.Una figura fantasmagórica apareció de entre el borde del pasillo, estaba de armadura, bajo la cual habían sombríos huesos que emitían el brillo tétrico. La cara de la figura no se veía, el casco solo permitía ver sus ojos, ojos que estaban en llamas azules. Arrastraba una espada gigante con ambas manos, y lentamente la elevaba.- ¡Identifíquense antes de que les de muerte, profanadores!- inquirió el espanto. Cuando hablaba, los dos magos sentían un enorme frío, la brisa helada provenía desde las mismas entrañas del ser espectral. Ray tomó posición defensiva, y se preparó para usar sus conjuros, y respondió: -¿Y qué eres tú para dar órdenes de ese tipo?, mientras lo decía, desde su báculo salían docenas de libélulas luminosas, que iluminaban la biblioteca del templo donde se encontraban. La figura habló otra vez: -¡Ustedes dos están irrumpiendo mi descanso eterno, y no creo que ninguno de sus artificios pueda ayudarlos!-Lilith hizo lo mismo que Ray, pero no dijo nada, algo en ese espíritu se le hacía conocido, solo que no se daba cuenta que. La luz de su báculo ya casi no se veía, la maldad que emanaba desde aquella aparición era increíble. De pronto, un gran destello de luz acompañado por un estruendo hizo temblar los vitrales de la Biblioteca, copiosa lluvia caía otra vez, y los frecuentes relámpagos iluminaban la habitación. El espíritu se retrajo hacia las sombras, donde se preparó para atacar. Quitó una de las manos de su gigante espada, y la levantó hasta tener el brazo firme y señalando a los magos. Su huesuda mano brilló con más fuerza, pero los magos anticiparon el ataque, y con un movimiento rápido se resguardaron bajo una gran mesa. Ahí se miraron mutuamente con intriga, ninguno tenía un plan. La mesa voló en pedazos y astillas, el fuego abrazaba a los pergaminos y libros que estaban alrededor. Cada uno buscó un nuevo resguardo bajo otra mesa.Afuera seguía lloviendo fuertemente. Ahora se escuchaban fuertes golpes en la puerta del templo, la que los magos habían trancado. Algo estaba saliendo mal, la figura se preparaba para atacar otra vez, y la puerta estaba siendo derribada por quien sabe que bestia. -Llegó la hora de poner en práctica lo que hemos aprendido, Ray!- llamó velozmente Lilith, y empezó a conjurar en voz baja, pero tomaría tiempo terminarlo. Ray entendió, y al salir de su escondite materializó una flecha mágica con su báculo, que cruzó el salón rápidamente incrustándose en la armadura de la aparición. La flecha estaba cargada de mortal ponzoña, que se colaba entre las fantasmagóricas entrañas del enemigo. El fantasma tomó la flecha que tenía incrustada, y la quitó dolorosamente, todavía goteaba veneno, pero este no hacía mucho daño en la aparición, solo lo enfurecía más. El espíritu arremetió contra Ray’elh, que contuvo el golpe de espada con su débil báculo. La criatura es muy fuerte, pensó Ray, -¡Lilith, necesito ese conjuro ahora!- gritó este, mientras eludía como podía las arremetidas del espíritu. El peso de la espada le impedía manejarla correctamente, pero aun así lograba apurar a Ray’elh. Los golpes en la puerta no cesaban, y el fuego seguía comiendo todos los valiosos papeles que se encontraban en la biblioteca. -…fraternus tomore insastus!- terminaba de conjurar Lilith. El espíritu miró fríamente a la maga, dejando su frenético ataque a Ray. Soltó la gran espada y levantó ambas manos, amenazante, preparando otro ataque maléfico. Lazos de luz lo ataban de a poco, primero las manos, después los brazos y así todo el cuerpo, se le enredaban velozmente y lo enrollaban sobre si mismo. Con el espectro sometido, Ray se acercó a Lilith, que estaba arrodillada escrutando al retenido, que resoplaba y maldecía con furia, haciendo fuerza para quitarse los lazos mágicos. -Un gran hechizo, Lil!- elogió Ray, poniendo su mano sobre la espalda de la abatida maga. – Mira su pecho, Ray…- dijo sin quitar la vista de el espectro. –Qué, qué tiene?- preguntó el mago, -La marca que me mostraste hace un rato, la marca árica!- señalaba Lilith con su báculo.Cada relámpago iluminaba el salón, y cada vez que ocurría se divisaba una marca negra, que serpenteaba en la metálica pechera del espectro. Un estrépito en la lejanía llamó la atención de los magos, que al no escuchar mas los golpes en la puerta supusieron que la habrían derribado. – ¡Parece que veremos algo mas de su fabulosa magia esta madrugada, Lilith, portadora del talismán de la luz!- gritó con ironía Ray, pegando la vuelta y asegurando la puerta de la biblioteca. El fuego abrazaba cada vez más libros, y a los magos no les quedaban muchas opciones, defender el puesto o replegarse hacia los corredores oscuros por donde vino la aparición. Unos pesados pasos que se acercaban corriendo por el otro lado de la puerta de la biblioteca. De repente, un gran objeto metálico atravesó la puerta a la altura de la cabeza de Ray, que la quitó de al lado justo a tiempo, pero lo cubrió de astillas. Al salir el objeto metálico, por el hueco que había quedado, apareció una cara de tez oscura, con ojos de loco y gran sonrisa de blancos dientes. – ¡Dejadme entrar, brujos, que he venido a ayudaros!- dijo con voz potente el ser que había roto la puerta. Los magos, atónitos, no entendían que estaba pasando. – ¡No subestiméis el poder del espíritu que está con vos!- gritó otra vez el hombre oscuro como el carbón, y agregó: -¡Abrid o yo abriré en nombre de mi dios, con mi martillo bendecido!- , y otra vez apareció el objeto metálico atravesando la puerta. Aprovechando el momento de desconcierto, el espectro se liberó de los lazos, aullando: -¡Llegó su hora, profanos!-.-¿Te sientes con suerte hoy, amigo?...- dijo Ray, tomando el gran madero que trancaba la puerta, dejando pasar a el hombre del hombre del martillo, y agregó -… ¡pruébala aquí, pues!-. Un gigante martillo de guerra apareció por la abertura de la puerta, y atrás un gran hombre en armadura brillante, que corría como un loco hacia el fantasma, que se mostraba temeroso ante la presencia del caballero. La gran maza de acero golpeó la pechera negra del espectro, que lanzó un alarido tan fuerte como para hacer añicos los viejos vitrales de la biblioteca. –¡Regresa por donde has venido, perverso espectro!- exclamaba el caballero mientras blandía hábilmente el gran arma contra el desecho espíritu. Una explosión de color verde dejó en el suelo a los presentes, e hizo volar al caballero por los aires hasta quedar en la puerta, a los gritos del espectro se le agregaban ahora súplicas y quejidos que provenían desde el otro mundo. Una fuerza extraordinaria formaba un torbellino que atraía todo hacia el centro de la explosión, en lugar del espíritu había un portal entreabierto.-¿¡Un portal se abrió solo, cómo es eso posible!? – inquiría Ray tratando de dar crédito a sus ojos, aferrándose de una mesa con una mano y con la otra retenía su báculo. -¡Ja ja ja, mozuelos, a esto lo llaman cazar espíritus, y no tiene nada de prodigioso!- exclamó con burla el caballero que estaba asido por las manos a lo que quedaba de puerta, mientras sujetaba su martillo a duras penas. El fuego que se había iniciado hace un rato, ahora sucumbía bajo la lluvia que entraba por los vitrales destrozados, los libros seguían desapareciendo en el portal luego de girar alrededor de la sala un par de veces.-¡Chico, toma mi martillo, que el deber llama a mi puerta!-gritó el caballero, lanzando su arma por el aire, que llegó hasta los brazos de Ray’elh. Luego sacó de detrás de su capa un objeto redondo, de poco espesor, que tenía tallado un rústico portal abierto. Nunca lo hubieran pensado, el caballero soltó su seguro lugar con la puerta, y empezó a girar sin control alrededor del portal que todo lo atraía. Los magos lo miraban asombrados, no podían creer a sus ojos. El caballero agarró el objeto con ambas manos, y dijo: -¡Por el poder de Linlow, deshazte de una vez, portal impuro!-, y al partirlo el portal colapsó sobre si mismo, todos los libros que antes volaban ahora les llovían sobre las cabezas. Los magos se quedaron observando al valiente caballero, que los había salvado de una muerte horrenda. -Soy Lou Vallegrande, paladín de la orden de los hijos de Linlow, disculpen si fui un poquitin descortés, pero el momento lo ameritaba!- se presentó el caballero. –Yo soy Ray’elh, Alto Mago del consejo de Nemu, representante de el Cantón de Borea, mucho gusto!-, respondió Ray, haciendo una reverencia. –Lilith es también una Alta Maga, representa a el cantón de Esth.- agregó el mago, presentando a su compañera. El paladín tomó la mano extendida de Lilith y la besó cortésmente. –Conozco la fama y nombre de Lilith, amigo Ray’elh, toda mi familia reside en Esth, y allí crecí y me formé, le deseo lo mejor…-, dijo el caballero. Tomó su gran martillo y lo ató a su espalda, preparándose para salir, cuando se dio la vuelta, y preguntó: -¿Que os trae por este viejo santuario olvidado por el tiempo, jóvenes brujos?-. La pregunta no se aceptó muy bien entre los magos, ahora recordaban que tenían que liberar a alguien… -Nuestros problemas nos incumben a nosotros, si pudiera no preguntar nos llevaríamos mejor- dijo Lilith dando un paso adelante, el paladín no esperaba esa respuesta, y tampoco le cayó bien el tono de la maga, - creo que tengo el derecho de saber que hacían aquí, si yo fui quien salvó a ambos!- replicó, posando sus enormes manos en su cintura. Ray aprovechó el momento para tomar un objeto del piso, tan discretamente como al meterlo en su bolso. –¿Acaso vas hacia el noroeste, Vallegrande? Porque hacia allí nos dirigimos, ¡quizás al conocerte un poco mas, te hagamos saber sobre nuestra empresa!- ofreció Ray al paladín.-Si, si me dirijo hacia allí, quizás os pueda dar una mano o dos en su aventura, ¡Jarjarj!- rió el caballero, dejando la desconfianza a un lado.-Pues, vamos que ya deberíamos estar en Zulbär a esta hora, el sol salió hace un tiempo… apuró Lilith, que ya había tomado su ligero equipaje hace un buen rato.-¡Despierte Gran Claxus, que tenemos que partir!- le decían al viejo mago, que estaba tratando de dormir un poco más; ya que no había podido conciliar el sueño hasta hace unas pocas horas. -¿Qué pasa, qué pasa?- dijo entreabriendo un ojo para mirar a quien lo movía para despabilarlo. Era ella, la hechicera que le había dicho donde se encontraba el enano Willow. Recordó Claxus que habían hablado toda la noche sobre la ubicación del enano y sobre el camino que se necesita hacer para dar con el, pero ella le puso la condición de que debería acompañarlo hasta su paradero; Claxus aceptó, puesto que no conocía las regiones al Este del gran mar Flawen, o Tierras Ásperas como le habían llamado los antiguos. La noche anterior se enteró que la hechicera era de una ciudad del Gran desierto de Rakshu. Ahora dependía todo en una Hechicera del desierto, Claxus deseaba volver a dormir, no tenía ganas de emprender una aventura, otra aventura que terminaría mal, o peor que las demás, pues la Amenaza tenía las fatales intenciones de no dejar a nadie que vivo, que no le sea fiel a su reinado de maldad.¡Ya estoy viejo! Pensó Claxus, no tengo porque salvarlos, a estos desagradecidos, que tanto hice por ellos y me lo agradecen olvidándose de mi y de los dioses. Claxus se recostó otra vez, aprovechando que la hechicera había ido a la taberna; 1a posada de la taberna es tan cómoda, dijo para si mismo Claxus y cerró los ojos otra vez. El mago negro pensaba en como la estarían pasando los jóvenes magos y Xotz en su castillo, ojalá lo pudieran ayudar, una gran travesía tenían por delante. ¡Si tan solo no le hubieran dado aquel tomo sobre los talismanes a aquel inmaduro muchachito!, pero no había tiempo para lamentos, el mal está hecho y hay que repararlo.-Señor, tiene que levantarse, ¡está demorando nuestra salida!- le dijo la hechicera al encontrarlo todavía acostado cuando regresó, trayendo una hogaza de pan y una jarra de leche de cabra, que seguro sería el desayuno de Claxus. -Niña, tienes que respetar a los viejos, ya estoy muy viejo y por lo menos deberían dejarme dormir un rato- renegó bromeando Claxus, que tomaba un trozo del pan y se lo metía en la boca. La hechicera de ropajes púrpuras terminaba de preparar su equipaje, que no era demasiado, algunas ropas para cambiarse, algo de oro y pergaminos. – ¿Carga algo de oro con usted, gran Claxus?- preguntó la Hechicera; el mago la miró extrañado, -Si, un poco, creo, ¿pero por qué?- dijo Claxus, la mujer se le acercó y le dijo en voz baja: -En Rakshu, si no tienes oro, no puedes avanzar mucho en la búsqueda, es malo pero es así- .¿Oro?, en Nemu no necesitaba tanto oro, pero algo tenía, si realmente necesitaban para encontrar a Willow; reflexionó Claxus, -¡puedo acceder a un poco mas de dinero, si eso nos ayudará a encontrar al enano! Nos tomará unos días de viaje llegar a el oro, pero no afectará el viaje- dijo animado Claxus, -Ahora que tal si vamos hasta la posada? Me quiero despedir de Jaml, quizás sea la última vez que lo vea…- Claxus tomaba su báculo, abandonaba rápidamente la habitación de la posada. -¿La última vez que lo verás?, gran señor, recuerde que lo único que haremos será buscar a un enano en las tierras ásperas, no cree que…- decía la hechicera caminado al compás del mago, pero se encontró una cara que no recordaba haber visto aún, una cara de severidad y desesperanza que no se parecía a la que llevaba anoche, divertida y jovial. –Niña, no es una empresa cualquiera la que estamos por emprender, no lo tomes a la ligera, la posibilidad de que no volvamos a ver estas tierras existe, prepárate, pues no será fácil, ahora… ¿donde está Jaml?-preguntó Claxus, escudriñando la taberna, ya con bastante gente. -¡Por aquí, viejo Búho!- lo llamaron desde atrás del mostrador. Estaba allí Jaml limpiando una jarra con un trapo, una sonrisa amistosa le adornaba la cara. -¿Qué van a comer hoy?, porque empezaré a preparar la cena, creo que tengo un pollo y algo de cerdo ahumado y…- trataba de recordar el cantinero, pero Claxus le dijo –Jaml, no nos quedaremos a comer, es necesario que salgamos ya hacia Nemura, pues tengo algunos asuntos que arreglar antes de partir hacia las tierras Ásperas… discúlpanos, y… ¡adiós!-. Jaml lo miró perplejo, dejó la jarra y respondió –Claxus, sabes que no te dejaré ir solo, déjame acompañarte al menos esta vez, ¡sabes que me aburro aquí en la taberna!-, el mago se sorprendió – ¡creí que te gustaba atender esta taberna, Jaml!- le señaló; Jaml ahora apoyaba sus manos en la rústica barra y miraba hacia abajo, -Bien dices, viejo búho, me gustaba atender esta sucia taberna, pero yo no fui criado para servir a borrachos malolientes, ¡me entrenaron para luchar y vivir como guerrero!- explicó Jaml, recuperando su ímpetu. Claxus sabía que el enorme hombre haría lo que fuera para acompañarlo, pero Jaml tenía una vida segura y tranquila en la taberna, no podía acceder a que lo acompañara en una misión tan peligrosa, de la quizás nadie regresara. Pero, pensándolo bien, Jaml les podría hacer buena compañía. -Jaml, en este viaje necesitaremos un buen par de brazos fuertes, así que… ¡nos puedes acompañar!- le dijo Claxus, -aunque… tendrías que preparar todas tus cosas y nos perderíamos todo el viaje de la mañana…- titubeo el Mago Negro; pero Jaml con una risotada le respondió: -¡Viejo Búho, sabía que estabas por embarcarte en algo extraño, por eso tengo mis cosas listas!-. El cantinero levantó una mochila de cuero muy pesada que tenía detrás de la barra. -¿Y que pasará con la posada?- preguntó la hechicera a el cantinero que iba a por sus armas, que estaban en la despensa. -¿La posada?, ¡Se la vendí a ese elfo de azul, el que está al final de la barra!- decía Jaml desde la despensa, desde donde se escuchaban ruidos de armas entrechocándose. Claxus y la hechicera miraron al elfo en cuestión; estaba bebiendo una taza de té en el último banco de la barra. Sus ropas declaraban que era de posición alta, era increíble que los malandrines no le hubieran tratado de quitar los lujosos áureos collares y pendientes y broches encajados que adornaban su vestimenta. No estaba muy bien armado, pero dejaba ver una culata de marfil con incrustes de plata entre su traje. El elfo devolvió una mirada amistosa, y saludó como lo hacen los habitantes de Nemura, levantando la mano derecha y girándola suavemente una vez. -Sucio elfo de ciudad- dijo entre dientes Claxus, mientras sonreía falsamente. Jaml ya estaba otra vez, con una gran espada mandoble, un par de espadas pequeñas y un hacha de batalla, también traía un arcabuz muy antiguo con sus respectivos perdigones y cuerno con polvo negro. –La taberna es toda tuya McFurlon, aquí va la llave de la despensa- dijo Jaml lanzando un par de llaves que reflejaron la luz del sol, resplandeciendo así mientras atravesaban la taberna cruzando por encima de las cabezas de entes ya borrachos la mayoría. El elfo las tomó y se las mostró a Jaml señalando que las había agarrado. -¿McFurlon?, que apellido tan extraño para un elfo, ¡hasta para un elfo de ciudad!- dijo Claxus desconfiado, mientras los tres salían por la puerta de la taberna. –Si, su padre es un tal Albert McFurlon, hombre adinerado de Nemura y no conozco la gracia de su madre, que es elfa si, por eso tiene sangre impura.- dijo Jaml, sin darle mucha importancia al tema. Los tres montaron sus caballos, y emprendieron camino hacia Nemura. -Tengo solo dos preguntas…- empezó Claxus, sus acompañantes lo miraron con intriga, y prosiguió: -la primera es ¿cómo es que te llamas, hechicera…?- preguntó Claxus, mirando a la muchacha de pelo negro al viento, ella lo miró con reproche y respondió tranquilamente: -Soy Raamena de Rakshen, embajadora del imperio de Rakshu en Nemu, ¡como le dije anoche mientras hablábamos!-. Claxus sonrió y miró a Jaml, -y… ¿por qué vendiste la taberna sin saber si habría viaje, y en caso de que hubiera qué tal si no te dejaba acompañarnos?-, Jaml rió como siempre, y respondió –No lo se, viejo búho, pero si no me dejabas emprendería camino con el primer aventurero borracho de la taberna…-. Claxus subió el entrecejo y acotó: -¡si tu lo dices!, ahora a apurar el paso, que nos falta una jornada entera hasta Nemura.Xotz se sentó en la cama. A su lado había una pequeña mesa de madera, donde lucía un suculento desayuno. Hace mucho que no dormía tanto y tan bien. El cuarto donde durmió estaba en penumbras, pero la luz se colaba por las rendijas de los viejos postigones. El mago azul bostezó. Todavía no podía creer que hubiera dormido tan bien, las pesadillas se habían ido. Se levantó y miró el calendario… ya era hora de volver a StormHae, su castillo. Anoche, mientras dormía, entre sueños difusos vio a Claxus partir, y a los dos magos jóvenes, también a Pyros. Hace mucho que podía ver cosas mientras dormía, como un sexto sentido, pero desde que las pesadillas lo acosaban noche tras noche, ya no podía ver en los sueños. Xotz tomó sus cosas, partiría lo antes posible, no había tiempo que perder. Se disponía a empezar su desayuno, cuando golpearon la puerta de su cuarto. ¿Quién sería?, se preguntó, mientras abría. Del otro lado, estaba el mayordomo de Claxus, algo nervioso, el cual al ver al mago enseguida le dijo – ¡Señor Mu’Xotz!, pensé que dormía, que bueno que lo encuentro levantado… hay un heraldo afuera, quiere verse con el amo de la casa, pero resulta que…- decía cuidando su espalda, pero Xotz lo interrumpió -…ya se, Claxus no se encuentra aquí, y tampoco hay ningún otro mago, solo yo…-, el mayordomo se sorprendió de que el mago supiera eso, pero prosiguió, -Si, si, pero no es un emisario cualquiera, no, dice que viene de parte de un tal Atxurot el Atroz…- al pronunciar ese nombre, Xotz se llevó la mano a la cabeza con preocupación, -¿Acaso nuestra hora ha llegado? Un emisario de con ese amo solo puede traer amenazas que no vacilará en cumplir a su debido tiempo…-, el mago bajó raudamente las escaleras que lo llevaron hasta el primer piso, y ahí camino hasta el hall, seguido velozmente por el nervioso mayordomo.Xotz paró en el hall, sin encontrar al emisario. –Señor Xotz, el heraldo no se ha querido bajar de su montura, dijo que esperaría ahí afuera…- avisó el mayordomo, que señalaba la puerta del castillo. Rápidamente salió por la puerta que estaba abierta, y caminó hasta el puente levadizo, que estaba alto. Los guardias que custodiaban la torre que protegía la entrada le hicieron señas de que el emisario seguía allí, luego los guardias encargados del puente le preguntaron si debían bajar el puente o no, -¿Es que tengo que darles todas las instrucciones yo, quién está a cargo?- preguntó Xotz extrañado, mientras asentía para que bajaran el puente levadizo, alguien lo llamó y le dijo: -Yo estoy al mando, soy el Teniente Durten, ¡yo y los hombres estaremos con usted ahí afuera, no se preocupe!- , Xotz se apoyó en su báculo para darse impulso y caminar mas rápido, ya que el puente ya estaba a la mitad. –No los necesitaré creo, solo es un heraldo al fin.El puente levadizo bajó del todo, y allí estaba un jinete con un estandarte. Su corcel era brioso y corpulento, era marrón, con las crines negras. Tenía un arnés metálico sobre el cuello y un casco tallado sobre la cabeza. El jinete en si, era un orco gris, de esos que el mítico Ara trajo a Nemu hace unos cuantos años. El orco tenía una armadura de cuero ligera, acompañado con botas y greba que así como los guanteletes, eran de metal negro. El estandarte flameaba en el viento, era naranja y tenía el símbolo del Señor del emisario, el símbolo de Atxurot; algo así como un pentagrama invertido en llamas, con una calavera humana en el medio. De pronto, el emisario habló: -Vengo de parte de Atxurot, debo hablar con Claxus el celador de la Magia Negra, ¿dónde está el?-. Xotz respondió: -El no se encuentra, emisario, pero estoy yo, Mu’Xotz Alto Mago al servicio de Everfal, y pregunto, ¿cuál es el recado que tu señor te a encomendado?El feo orco miró de reojo a Xotz, y se percató de que tenía el colgante, el talismán azul. Los pequeños ojos del orco brillaron. –Si así es, deberé darte el mensaje a ti y solo a ti, deberíamos buscar un lugar mas privado…- se adelantó en decir el orco, pero Xotz se había dado cuenta de la intención del emisario, y respondió: -¡Si es algo tan importante, hasta los soldados de esta guarnición deben saberlo, dime aquí y ahora cual es tu recado!-, el emisario entendió que Xotz era un poderoso mago, mucho para el, entonces dijo: -Si ese es tu deseo, que así sea…“Yo Atxurot el Atroz, les doy una posibilidad de salvar sus vidas a ustedes Altos Magos, al rendirse definitivamente, con la condición de que renuncien a sus talismanes y dioses; además de pagarme como tributo con esos talismanes.Por ultimo, la rendición incondicional de sus respectivos cantones, como el cumplimiento de todo lo demás, deberá ser antes de la fecha de la entrada a la estación fría según su calendario”-¡Así habló mi señor, ahora he de partir!- dijo el emisario antes de dar media vuelta y emprender su camino por donde vino. Xotz quedó reflexionando, pensativo… el Teniente Durten se le acercó y le preguntó: -Señor, doy la orden de disparar al emisario?-. El mago lo miró y negó con la cabeza, -no amigo, no vale la flecha con la que le darán muerte, es un simple emisario, realmente necesito un escriba, ¿hay uno por aquí?- agregó Xotz.Un pequeño hombre, ya viejo se acercó corriendo. Traía unos libros y pergaminos bajo un brazo, y pluma y tinta en las manos. –Yo soy el escriba, señor!- dijo nervioso el hombrecillo mientras se sentaba en el suelo, apoyando uno de los libros en la falda para poder escribir. Xotz se rascó la cabeza, -¿No estas algo ciego como para ser un escriba, buen amigo?- le preguntó el mago. El hombrecillo, algo molesto respondió: -Señor, mi visión es perfecta, ¡el tiempo apremia además!-. El teniente Durten se sorprendió, -¡Pero falta un mes entero para la entrada de la estación fría!, ¿como es que el tiempo apremia?- preguntó confuso.Xotz se sonrió tristemente, -el buen escriba tiene razón, Teniente, según el nuevo calendario si falta todo un mes, pero según el calendario de los Magos, o sea el antiguo Calendario, la fecha límite es en dos semanas, y será imposible reunir el Consejo antes de esa fecha…- Xotz pensó por un instante, luego habló: -Escriba, por favor anota exactamente lo que te voy a decir:“Ray’Elh y Lilith:Atxurot quiere la rendición de todos los Altos Magos, y busca los talismanes; los quiere antes de la entrada de la Estación Fría.Cuídense, es seguro que supuestos heraldos de Atxurot los estarán buscando para quitárselos. La amenaza de ataques a sus respectivos cantones es muy real, aunque Ifreem resistirá los primeros ataques.Traten de reenviar al Emisario que les ha hecho llegar este aviso, con información sobre su propósito y ubicación. Que Everfal disipe la niebla de su Camino.Mu’Xotz”Las veloces manos del anciano escriba pasaron al papel las palabras de Xotz, que agregó: -Teniente Durten, ¿cuál es el corcel más veloz que tienen aquí?- Durten respondió: -El mío debe ser uno de los mas rápidos, y yo seré su jinete si es de tanta importancia…- Xotz lo miró agradecido, el teniente Durten dio media vuelta y se estaba encaminando hacia las caballerizas, pero giró la cabeza y preguntó – ¿donde podré encontrar a los dos jóvenes magos? Ya que no estaba cuando partieron, y había tormenta y…- Xotz levantó la mano parando el discurso de el Teniente. – Se que salieron hacia el noreste por la noche… búscalos, o espéralos antes de la…- Xotz hizo una pausa, y se dio cuenta de las intenciones de los muchachos, iban derecho hacia la prisión de Lord Fehar!, pensó el mago -… ¡no puede ser, van a liberarlo!- exclamó Xotz tomándose la cabeza… los presentes lo miraron desconcertados, el teniente Durten preguntó: -¿a quién, señor?-Xotz todavía no lo podía creer, pero reflexionó, no podrían alcanzarlos a tiempo, quizás pueda Durten, pero no había posibilidad de detenerlos, lo único que le quedaba era irse hasta StormHae y hablar con Everfal, su dios por supuesto. -Durten, cabalga como el viento hacia el noreste, no hay tiempo que perder… no te preocupes por el mal clima, vas con mi bendición, lleva el mensaje hasta los dos magos, si lo haces a tiempo tendrás el eterno agradecimiento de un alto mago, además puedes llegar a salvar a todo Nemu, ¡ahora ve!- con eso el Teniente subía a su corcel y salía raudo a por el otro jinete que lo estaba esperando en la puerta levadiza del castillo, luego cabalgaron hasta que no se los vio mas. Xotz fue a por su carreta, que era tirado por un par de caballos grandes y fornidos, ambos negros. -¿En que nos hemos metido esta vez? ¡Por Everfal!- decía el mago mientras salía hacia el Suroeste, en su ya mencionada carreta.El grupo ahora formado por tres personas: Lilith, Ray’ehl y Lou Vallegrande, se dirigían a la prisión de Lord Fehar, y no habían tenido muchos inconvenientes en el camino, un par de trasgos y algunos espíritus, la especialidad de Lou claro. Ya estaban cerca de la meta, cuando el caballero quiso que cumplieran con su parte del trato, es decir, que lo pusieran al tanto de porque tenían que ir allí tan imperiosamente.El viaje había transcurrido muy silencioso… los magos se habían comportado algo distantes, pero preocupados. Lou sin embargo era alegre y hablador, pero no charlatán.-Entonces, mis apreciados hechiceros, ¿Por qué vosotros teníais tanto apuro en alcanzar estas tierras, ah?- preguntó el caballero, mirando de reojo al mago que tenía a su costado, que andaba en un corcel marrón oscuro, es decir Ray’ehl de Borea.Lilith iba adelante, pero escuchó la pregunta y disminuyo la velocidad, para ponerse a par de los otros dos. Ray miró a otro costado, evitando la mirada de Lou, pero una promesa es una promesa. -Está bien, Vallegrande-, dijo Lilith –Te lo diremos, pero esta información debe quedar entre los magos, por decisión de Claxus el celador de la Magia de Nemor, así que por nada del mundo otro que no seas tu se debe enterar de esto, hasta que se revele por si mismo…- agregó la maga cambiando su cordial tono a uno de preocupación. -Pero, ¿Qué es que pasa?, por Linlow!- preguntó intrigado Lou, Ray se dio vuelta mirando a los ojos del caballero, y le dijo: -Dudo que Linlow tenga mucho que ver con este problema, apenas si debe estar enterado…-. Lilith miró severamente a Ray, reprochándole la actitud. Vallegrande, ahora enfadado, respondió –Linlow es mi padre y mi pastor, y aunque no es tan popular como los suyos dioses paganos, os juro que es tanto o más poderoso aún que ellos, además, Linlow El Piadoso sabe más de lo que vosotros pensáis… pero, ehhh…- dudó el caballero por un instante, pero prosiguió: -…vamos, por que no me dicen, eh?- volvió a preguntar Lou.Lilith ahora tomaba un hondo respiro, y luego comenzó: -Mira, Lou Vallegrande de Esth, Hijo de Linlow, el problema es mas grave de lo que nos gustaría, aunque todavía es solucionable, o por lo menos eso creemos ya que los otros magos no están de acuerdo con lo que vamos a hacer… Pero la historia comienza hace unos años, 4 para ser mas exactos. Un personaje malévolo el cual no sabíamos quien era en aquellos momentos, ya que su poder venía oculto en si mismo, los Altos Magos nos equivocamos en pensar que era solo un capitán enviado por Ara a las tierras del Sur, pero no nos preocupamos en lo mas mínimo. No hace tanto, habían encerrado a Lord Fehar, y sentíamos que nada podría ser peor, ni nada malo podría ocurrir otra vez…-, la maga miró en la lejanía, divisó algo y apuró su montura, para llegar mas rápido, pero era Ray el que hablaba ahora: -… y qué equivocados estábamos, este ente maligno era no otro que Atxurot el Atroz, que bajo un disfraz tan vil como él mismo, nos logró engañar a todos… maldita sea. Ahora nuestras únicas esperanzas descansan en un ser que fue tan maligno como el mismo Atxurot…- Ray alzó la vista y miró la entrada a una caverna que estaba en la salida del bosque, una caverna que se hundía en la gramilla, y una puerta de madera le tapaba la entrada. A lo lejos venía un pequeño ser de orejas y nariz filosas, piel verde, y que vestía una ajada camisa marrón, junto con unos pantalones rojo oscuro agarrados por un tirante del mismo color. Su andar era extraño, como el de un gran hombre, solo que sus piernas cortas hacían que pareciera un pequeño niño muy apurado. -Hace mucho que no vengo por aquí, pero: ¿es éste el celador de Lord Fehar?- preguntó Ray bastante intrigado. Lilith le respondió: -es ese el celador, claro, pero creo que te vas a sorprender, los trasgos no son siempre malos y perversos, y menos los Trasgos del Valle, son buenos amigos de la gente de Esth… lástima que en Nemura nadie los quiera, porque sus primos, los Trasgos de Smërg, tan poco queridos por los de Ifreem. El nombre de nuestro amigo verde es Gaborbac de Bsalte, ya que viene del valle Bsalte…-.Lou miraba algo reacio al hombrecillo, -no creo que algo con piel verde pueda tener buenas intenciones…- dijo el caballero echando mano al mango de su espada, que hasta ahora los magos no la habían visto blandir. Ray miró severamente al caballero, -Guarda tu espada, amigo Vallegrande, ¡tenemos suficientes problemas con nuestros enemigos como para hacer problemas con los amigos!- le dijo mientras levantaba su mano indicándole que se detuviera; pero Lou no se detuvo, en cambio desenvainó su espada, que resultó ser una fina y reluciente espada bastarda, al hacer esto el caballero apuró su montura.Ray giró la cabeza hacia donde estaba Lilith, pero la maga ya no se encontraba ahí, solo el blanco corcel. Ray frenó su caballo, que estaba nervioso. Ahora el caballero se bajaba del suyo, y se adentraba al espeso bosque que envolvía al camino. -¡Lou!- llamó Ray’ehl, mientras trataba de tranquilizar su caballo -¿adonde vas, eh?- inquirió el mismo, que ahora no apartaba la vista de el pequeño hombrecillo verde, que se encontraba intranquilo y miraba hacia todas partes. El mago sintió algo desde el bosque, como el sonar de una cuerda de arco, luego escuchó levemente la voz de Lilith, pero era bastante bajo. Mientras se distrajo, el hombrecillo verde se había metido en la caverna. Ahora estaba solo en el camino, adelante estaba el claro y la caverna, ¿qué hacer? Se preguntó el mago. Otro sonido igual que el anterior lo percató de que algo estaba saliendo fuera de lo planeado.Por entre los árboles, divisó a un ser pasar saltando entre los troncos y agarrándose de las ramas con una mano, en la otra cargaba una cimitarra, pero pasó muy velozmente, además vociferaba como un loco, que fue lo que le llamó la atención al mago. Sin pensarlo dos veces se internó en el bosquecillo. -CUIDADO!!!!- le advirtió una voz conocida, al dirigir la vista hacia el lugar de donde provino el grito, Ray’ehl solo vio una flecha que se dirigía hacia el.Claro, para un ser normal, esto podría haber significado la muerte segura, pero estamos hablando de un Alto Mago, que con un rápido movimiento de báculo logró desviar el proyectil que se dirigía hacia su cabeza encapuchada.-Al ataque!- gritó una voz chillona y ronca y, al decirlo, Ray estaba rodeado por pequeños y feroces trasgos del Bosque. Sus dientes son filosos como las cimitarras que suelen blandir, son muy ágiles también, sus pequeños ojos rojos les permiten captar los movimientos del enemigo con una velocidad prodigiosa. Pero ahora rodeaban a Ray’ehl, arriba de un caballo que gira en círculos dentro de la apretada rueda de maliciosos seres verdes.-Si aprecian sus vidas, háganse a un lado o prepárense para conocer la ira del guardián del bosque…- amenazó Ray mientras controlaba a su caballo tirando fuertemente de las riendas, y con la otra agitaba el báculo sobre su cabeza.Uno de los trasgos le respondió: -Tu magia no asusta, ejejeje…los Dioses están con los trasgos, ¡y los trasgos mandamos aquí!- vociferó, mientras sacaba el arco que tenía en la espalda, y tanteaba una de las flechas de su carcaj. De repente, el báculo de Ray empezó a emanar una luz cegadora, y miles de libélulas salían de entre la luz. Las libélulas, de un hermoso verde jade, arremetieron contra los trasgos, estrellando los filosos cuerpos contra sus caras.Entre los gritos de dolor, algunos trasgos corrieron, se dispersaron por el bosque, otros caían arrodillados, bajo el efecto del conjuro que, al pasar un momento, esfumó tan rápido como vino, dejando un polvillo verde jade volando entre las hojas de los árboles.De atrás de un gran árbol, un mirito muy viejo y frondoso, salió Lou con su armadura centellante cubierta de manchas de lo que parecía sangre violácea, seguramente de trasgo. -Un conjuro de maravilla, Ray’ehl, pero es hora de decidir que hacer… esta emboscada fue muy bien pensada! Y no creo que nos enfrentemos a solo una tribu de estos pequeñuelos verdes…- Oh! Gran Pyros, no traemos buenas noticias desde el oeste…- dijo el soldado haciendo una reverencia apoyando su rodilla en el piso, agachando la cabeza, ya que ni el ni su compañero podían mirar a los ojos de Pyros en ese momento. Pero han regresado, solo USTEDES han regresado, sin el resto de la partida de exploradores… decepción, una decepción son los vigilantes de Ifreem, y espero que las noticias sean por lo menos de información beneficiosa para Ifreem… lo es?- termino de inquirir Pyros mientras apretaba fuerte la empuñadura de una espada envainada, colgada en el trono donde reposaba. Los soldados se miraron tristemente…uno se atrevió a hablar: -No mi señor, la información que recavamos es casi inútil… nada escuchamos sobre la tormenta negra, los habitantes se niegan a compartir cualquier información que…-. -¡VERGÜENZA!¡¡¡ Eso es lo que les tendría que dar!!!- Gritó Pyros enfurecido, parándose y señalando a los soldados de forma amenazadora, -ya que si están vivos es por gracia del señor de la guerra, y ni siquiera pudieron cumplir una tarea simple que se les fue asignada????- agregó el mago.Caminó en círculo alrededor del salón, mientras inquiría: -¿Saben lo que hace el enemigo con los sirvientes que no cumplen? ¡¿Acaso les han contado los males que se adjudican a los que no cumplen las misiones?!, no, no lo creo… el misericordioso Ifreem, dueño de estas tierras en las que habéis nacido y han vivido les permite vivir aunque hallan fallado, sin siquiera castigarlos, o eso dicen las leyes dictadas por el mismo hace centurias…- de repente paro y miró de reojo a los soldados que habían fallado, - quizás eso deba… cambiar… GUARDIAS, lleven a este par de desertores a la mazmorra, y que no vean el sol por toda la estación seca, eh dicho!-. Los “desertores” se pararon desconcertados, mientras los guardias los acorralaban, cumpliendo la orden. –Gran Pyros, si así es tu deseo, así lo haremos pero...- dijo uno armándose de valor, -Si ese es mi deseo, ahora no tengo la paciencia para escuchar las súplicas irreverentes de un par rastrero de soldados- les dijo Pyros, en tono despectivo.Los guardias ya habían salido del salón con los prisioneros, cuando uno de los consejeros se atrevió a decir: -Señor Pyros, debemos replegarnos hacia la montaña… Atxurot tiene hordas de monstruos apresurados por cruzar el mar…-, Pyros se sentó en el trono y tomó una copa entre los tres primeros dedos de la mano, -Frazza, ¿cuándo el pueblo y la armada de Ifreem se intimidó de un demonio, eh?... yo no recuerdo haberme asustado ante ninguno, ni siquiera ante Fear Master, y tampoco empezaremos hoy!- grito Pyros arrojando la copa mágicamente hacia la pared contraria a el. El licor se derramaba lentamente por el piso, era roja la bebida, y algo espesa para ser licor, -Mucha sangre correrá otra vez por las venas de la guerra…- agrego el mago, con la mirada fija y perdida en la bebida derramada, expandiéndose por el piso.-¿Qué son las vidas si no terminan con gloria?, NADA, solo la impetuosa lucha defendiendo la tierra que te ha dado la vida otorga la GLORIA verdadera…- dijo Pyros entrelazando los dedos de las manos, perdiendo la mirada en el vacío.El consejero Frazza tomó un pergamino que había sobre la mesa, lo levantó y lo puso frente a la mirada de Pyros, y dijo: -Señor, recuerde que Atxurot tiene a todo el oeste bajo su mando, los seres del polvo negro, Gaugim-or-Tagot malditos sean ellos, vendrán con la legendaria Tormenta negra…-, Pyros volvió en si, y mirando el pergamino esbozando una sonrisa burlona: -los Gaugims y su tormenta negra… acaso tienes alguna prueba de que esa leyenda sea cierta, eh Frazza? Nuestra armada marítima tiene la gracia de Everfal, nada que venga del oeste puede cruzar el Mar sin que lo destrocemos!!! Tenemos las chances a nuestro favor, la guerra se acerca, así que no se acobarden, patéticos consejeros… ahora, déjenme solo, necesito contactarme con Ifreem, su llamado es urgente…- dicho esto, todos abandonaron la sala, quedando el mago regente en su trono… Pyros miraba hacia arriba, meditando… una lágrima corrió por su demacrado rostro, que ahora se presentaba triste, a diferencia del que hace un rato mostraba ante los exploradores, amenazante y terrible. El mago apretó los puños y golpeó los apoyabrazos, -Ni siquiera una chance, ni una chance…-Mirad, allí están los pantanos de Borea…- dijo Claxus, señalando la extensa ciénaga.Jaml puso sus manos sobre la gran hebilla de su cinturón, respiró hondo y dijo: -Si… me huele a aventura… ¿Te conté sobre la vez que estuve en campaña en los pantanos de la Triple frontera, no muy lejos de aquí, bajo el mando del comandante Nermal…-.-Más de las que recuerdas pero menos de lo que me gustaría, viejo amigo- respondió Claxus, -Pronto tendrás nuevas aventuras que contarles a tus compañeros de copas, en tierras lejanas, bebiendo otros brebajes…- divagó el mago, dejando ver una sonrisa en la boca, entre la sombra que hacía la gran capucha negra de su túnica. Mientras desmontaba, Jaml suspiró alegremente: -Que Everfal te escuche, búho loco, que Everfal te escuche… Raamena miró preocupada hacia la c
Erick...una vez más expreso mi profunda admiracion por tu prosa, sin embargo la unica queja que tengo es que estos textos deberías ponerlos a concursar por algun premio de literatura en tu pais, deveras que es muy bueno.......además recuerda que entre esta horda de seudo-vampiros y dementes muy pocos entederían tus textos.....esa manera tuya de dar caviar a los cerdos!!!!El_Critico
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Eh.. a vox populi, acá ve lo otro (creo que arranca bien, si falta un pedazo, no vale tanto la pena igual) Ah, por si acaso, esto lo escribí entre el 1999 y el 2003 (si, es mucho)Mirad, allí están los pantanos de Borea…- dijo Claxus, señalando la extensa ciénaga.Jaml puso sus manos sobre la gran hebilla de su cinturón, respiró hondo y dijo: -Si… me huele a aventura… ¿Te conté sobre la vez que estuve en campaña en los pantanos de la Triple frontera, no muy lejos de aquí, bajo el mando del comandante Nermal…-.-Más de las que recuerdas pero menos de lo que me gustaría, viejo amigo- respondió Claxus, -Pronto tendrás nuevas aventuras que contarles a tus compañeros de copas, en tierras lejanas, bebiendo otros brebajes…- divagó el mago, dejando ver una sonrisa en la boca, entre la sombra que hacía la gran capucha negra de su túnica. Mientras desmontaba, Jaml suspiró alegremente: -Que Everfal te escuche, búho loco, que Everfal te escuche… Raamena miró preocupada hacia la ciénaga interminable frente a ellos, -Los pantanos y la gente de Rakshen nunca se llevaron bien, pero si hay que entrar para llegar a un puerto seguro… será mejor que nos pongamos en camino-. -El único problema son los morgs…- dijo Claxus, mirando ahora los Picos Pardos de Ifreem, volcanes entre montañas, todo color marrón polvoriento. – ¿Morgs?- pregunto Raamena, mirando con más desconfianza aún los pantanos que tenían enfrente, casi alrededor ellos. –Si, Morgs… son una especie que vive en los pantanos principalmente, algo atrasados con respecto a los humanos y demás… muy celosos de lo suyo, quizás no nos permitan pasar por “su” pantano, y deberíamos atravesar los Picos Pardos…- respondió Claxus, - ¡Y en verdad no debemos pasar por los Picos Pardos, no señor!- interrumpió Jaml.Ahora todos miraban hacia las montañas, que de apoco se perdían en la noche que se acercaba velozmente. –Qué pasa en esas montañas? Una vez vine a Nemu, y mis guías evitaron a toda costa el paso por esos picos… solo que estábamos al sur oeste, en medio de Ifreem…- dijo Raamena. Claxus la miró distante, perdido en sus memorias milenarias, levantó su báculo y lo movió en señal de negación –Espero no pasar nunca mas por esas montañas, y si alguna vez lo vuelvo a hacer, deberá ser algo muy importante!- juró el mago. -El pueblo de Ifreem no merece el azote que baja la ladera de esas colinas malditas!- agregó el mago negro. Jaml rió por lo bajo. –Jeje, ¿no, estas seguro, viejo búho?- se le escuchó entre dientes. Claxus lo miró con desaprobación, -Si lo estoy, sabes que debo vigilar por la seguridad de todos los hijos de Nemor, a todos los que crean en los dioses antiguos…-La noche los cubrió, habían decidido acampar, antes de incursionarse al pantano. No tenían carpa, estaban alrededor de una fogata, y una calidez salida del báculo de Claxus los cubría a todos. –Debería haberme traído mi vieja bolsa de dormir…- dijo Jaml, luego sonrió, –¿Les conté de la vez que fuimos al Norte con el comandante Nermal?- preguntó. Claxus miró el cielo nocturno y dijo –Creo que no, Jaml, pero no es momento para historias…-, Raamena interrumpió –No, señor Claxus, ¡deje que Jaml cuente su historia!, por favor!-. Jaml se alegró, -Ho gracias, ya sabes que me encanta contar las historias de mis viajes; Hace algo de 40 años, plena guerra contra Gaverno…- empezó Jaml, pero la hechicera interrumpió otra vez, -Espera, déjame anotar tus memorias- dijo mientras sacaba un libro marrón, de hojas amarillas, y una pluma violeta para escribir -ahora si, prosigue por favor!-. Jaml empezó –Bueno, hace cuarenta años, bajo el glorioso mando de el Comandante Nermal, fuimos de campaña a el Invierno Eterno… al norte de Nemu, muy al norte… demasiado al norte diría yo, jeje; las hordas de Gaverno el Iracundo estaban atacando “Cinco Dientes”, un enorme poblado de Norteños… Nermal nos indicó que descargáramos provisiones y ropa de abrigo cuando bajamos en el puerto de Un’sidragar, donde todavía había paz… pero de la que camina por el filo de una daga, las huestes del demonio Gaverno rondaban los puestos de vigía, a cada hora llegaban noticias de avistamientos de trasgos montados en lobos, seguramente vigilando las defensas del pueblo… pero no solo trasgos conformaban la horda de Gaverno, no señor, miles de orcos fieros esperaban para salir de los sucios hoyos donde se escondían…-Claxus había escuchado esa historia muchas veces… es mas, la había vivido, el estuvo ahí. Ahora tenía sueño, otra vez se dormía, cabeceaba mientras las palabras de Jaml se mezclaban con imágenes que le venían a la mente, recuerdos de una de las guerras en las que participó. Ahora empezaban a moverse, allí estaban, en Un’sidragar esperando el ataque de la horda… que no era el problema en si, sino el demoníaco Gaverno. Un demonio muy poderoso, quizás no tan inteligente como sus hermanos, pero con una fuerza física increíble. La hora se acercaba, Claxus recordó como lo sentía en los huesos… un viento helado soplaba desde el Este con fuerza, como si los dioses lo quisieran así.Claxus estaba subido a una torre de vigía, preparado para luchar, aunque nunca le había gustado hacer eso. Su poder tampoco era demasiado, puede que le fuera fácil destrozar unas centenas de orcos, pero era vulnerable a las flechas y virotes de la horda, y a la magia de sus shamanes. De pronto vio en ese sueño alguien que no recordaba que estuviera ahí ese día: era Willow el enano mago que estaba buscando. Estaba subiendo una de las torres vigías lo mas rápido que podía.-¡WILLOW!- gritó el mago negro, -¡Willow!- llamó otra vez. Willow terminó de subir la torre de madera y lo miró. Estaba lastimado, pero no podía verlo bien. -¡Willow, aquí!- llamó el Claxus otra vez. De pronto todo se oscureció, las imágenes se diluyeron en un montón de colores opacos, y los sonidos cesaron, empezó a hacer mucho frío, y Claxus empezó a flotar en la negrura infinita de su sueño.-Escúchame, hijo Claxus, debes detener a Atxurot, pero antes de que logre retomar todo su poder! Te estas dirigiendo en sentido contrario a donde Atxurot reúne su poder!- la voz era grave y con eco, pero Claxus la conocía, ¡era Él!, el mismismo Dios Nemor, el que le había otorgado los poderes, con el alguna vez habitó muy lejos de estas tierras, en una época de esplendor. Claxus comprendió que Su Dios lo estaba mandando a atacar al Gran Demonio, sin más que sus gastados poderes mágicos.-Oh, Gran Nemor, señor de los dioses, es imposible para mi derrotar al Demonio Atroz, por eso voy en camino a las Tierras Olvidadas, al Este, a por las Armas Sagradas…- replicó el mago negro, pero su dios ya lo había abandonado, Claxus estaba despertando de ese sueño-trance, sus acompañantes lo llamaban, -Despierte Claxus, nos han rodeado!- gritó Jaml. Claxus abrió los ojos y vio algo que hace mucho no veía, ¡Gnomos del Oeste!, pequeños seres humanoides, pálidos y con orejas puntiagudas, y con una extraña predilección por las armas de fuego (su invención). Sus trajes color arena se divisaban por todos lados, sus ojos malignos reflejaban el sol naciente de la madrugada, pero no los atacaban.Jaml tenía sus espadas desenvainadas, y la hechicera tenía un báculo corto en la mano. Claxus no sabía donde estaba SU báculo, sin el cual su magia no era tan poderosa.Uno se acercó, estaba desarmado, salvo por una cimitarra que tenía envainada a la cintura. Su mano apuntó al mago, y pronunció algo que no entendieron, salvo Claxus.El mago negro entendió a la perfección lo que se le fue dicho, frunció el ceño y les respondió: -No te responderé en esa lengua olvidada, gaugim, en Nemu se habla el idioma común, no me importa quienes sean ni que quieran, pero sigan su paso…- El gnomo esbozó una sonrisa irónica, mostrando sus dientes en pico, -No te preocupes sucio “Gurgin”, hablaré tu asqueroso idioma por ahora… pero cuando Ar-Fugg surque tu cielo e implores piedad, tu tendrás que hablar en Ar-Et, ¡en Lengua Negra! Jeje...- rió el Gnomo, -Ahora, dispérsense soldados, ¡Gaugim, et sijatle atjan!- gritó a los demás gnomos el Capitán, y de inmediato los extraños seres se dispersaron, adentrándose en la espesa ciénaga, quien sabe hasta donde. Jaml apuntó con su arcabuz a uno, que iba a ser alcanzado seguramente; pero Claxus lo detuvo diciendo: -¡No les des razones para que devuelvan el fuego, Jaml!- Los gnomos del Oeste habían desaparecido, adentrándose en un pantano del que seguro nunca podrán salir, ya que la magia que resguarda la zona elimina lentamente, casi inocentemente a los que lo mancillan, y seguramente estos Gnomos del Oeste mancillarán el pantano y serán destruidos, ya que los ellos no respetan a nada. -Que Bórea se encargue de ellos, nosotros bordearemos los pantanos de los Morgs, luego nos adentraremos, dentro de un día de camino- Dijo Claxus mientras se acomodaba de nuevo para dormir. Los acompañantes del mago se miraron, y sin decir nada hicieron lo mismo que él.Ahí estaba, la gran “Storm Hae”, la fortaleza de los vientos. A Xotz le reconfortaba el corazón ver aquel castillo tan seguro y hermoso a la vez. La muralla exterior estaba hecha de roca gris oscuro, y tenía tallada figuras y lugares.Xotz se sentó en su silla, enorme y azul profundo… era un recuerdo del plano de los Océanos, con sus perlas y terminaciones emulando aletas de seres marinos. El mago azul cerró los ojos, pensativo, apesadumbrado… apoyó su mentón en las manos y suspiró. No estaba realmente seguro de cómo enfrentaría la amenaza del demoníaco Atxurot.De pronto, escuchó una respuesta a sus pensamientos, aunque esta no le gustó… una voz salía desde la sombra de uno de los rincones, -Es necesaria una alianza Mu’Xotz, entre los más poderosos, para seguir existiendo…- dijo una ronca y tenebrosa voz. Xotz se dio cuenta de que no estaba solo en el cuarto, había alguien mas y por la voz le parecía saber de quien se tratara. -¿Quién eres y quién crees que eres para entrar sin mi consentimiento, oh figura sombría?- dijo tranquilamente el mago. El desconocido dejó entrever su brazo derecho al señalar al mago, -Tú sabes donde se encuentran los demás magos, ¿o me equivoco, Xotz?- inquirió la voz, y dio un paso al frente. Su cuerpo estaba cubierto por una capa negra, que mantenía en las sombras la cara del extraño. –Yo no conozco la actual posición de mis iguales magos, pero si lo supiera tampoco te lo haría saber, Ara el Orco, que te presentas tan pacífica y violentamente a la vez en mi propio aposento… ¿dónde están tus monstruosas huestes?- replicó Xotz la pregunta del extraño, que ahora revelaba todo su ser quitándose la capa negra de un tirón. -Al parecer, el mago de Everfal no comprende la gravedad del asunto- dijo el orco, apoyando su mano en el mango de la cimitarra envainada en un trapo negro; -debemos unir nuestras fuerzas, para derribar el poderío de Atxurot… por lo contrario…- decía el orco mientras solo con su ojo izquierdo, porque en el derecho tenía un parche, miraba por la ventana que daba al poblado del castillo; -…estas gentes patéticamente frágiles, que tu tanto aprecias, perderán sus vidas no sin antes sufrir castigos sádicos que ni siquiera imaginan. La decisión de salvar a Nemu está en ustedes “Altos Magos”, pero no está en ustedes el PODER de lograrlo solos, únanse a mí, que yo me ocuparé de reclutar aliados poderosos…- el orco miró con su ojo amarillento a Xotz, este se había vuelto a sentar. Miraba al intruso y escuchaba, pero ahora lo interrumpió: -Ara, ¿qué certeza hay de que tus “aliados poderosos” no nos vallan a traicionar cuando estemos indefensos, diezmados por una batalla que va a ser devastadora?... ¿acaso tú y los Bloorgs o cualquiera que consideres tu aliado no daría lo que fuere por apoderarse de Nemu? Una alianza es quizá una forma de vencer a Atxurot, pero es firmar nuestra propia sentencia de muerte para el futuro, ¿o me equivoco, Ara?-. El orco volvió su mirada hacia el bullicioso poblado, sus fieros dientes se vieron al esbozar una horrorosa mueca que asemejaba una sonrisa... –Atxurot a reunido mas fuerza de la que crees, Guardián de Everfal... los Hombres del Oeste ya han movilizado sus fuerzas, los Gaugim apuntan su maquinaria de guerra hacia Ifreem, los Narr ya reafirmaron el “Pacto Arcano”, los Vampiros y el resto de las huestes de Gaverno vendrán desde el Norte, y han resurgido viejas alianzas en el Este... realmente estás preparado para ver a tus endebles humanos de Everfal calcinarse en la maldad atroz de Atxurot? Acaso dejaría pasar un defensor del bien como tú un Pacto para salvar a miles de almas de la crueldad que les espera? ¡No es momento de ponerse “conservador”, Xotz! La hora menos esperada se acerca, y las soluciones que los Altos Magos le ofrecen a sus protegidos resultarán malas o peores que lo que les espera...Xotz miró fríamente al orco, y preguntó: -¿Qué sabes de los planes de los otros para detener al Demonio Atxurot?-. Ara repitió la mueca que se asemejaba a una sonrisa, y profirió: -Mis informantes me han dicho que el Mago Negro se dirige al norte de Rakshu, a buscar las Armas Olvidadas y al enano... los “niños” magos, Ray’ehl y Lilith se dirigen a liberar a tu querido sobrino, el Gran Lord Feahr, para pedirle que detenga a Atxurot; y el desquiciado Pyros reúne sus interminables ejércitos de mercenarios, para hacer de rompiente inútilmente frente la cruel ola que crece en el Oeste y que los destrozará como si las fuerzas de Ifreem fueran de cristal... Las fronteras de Everfal podrían estar defendidas por una alianza indestructible de Orcos y humanos!!!, claro si Mu’Xotz firma el pacto que Ara propone... – La noche había pasado lentamente, el sol se asomaba tímidamente en el Oeste. Las personas en el fuerte ya estaban en movimiento, sabían que en un momento como este no se podían dar el lujo de perder tiempo. Los rumores de que la guerra se acercaba a las costas de Ifreem habían llegado a oídos de todos, por lo menos en el Fuerte sobre el río Carbazufre1, construido en la frontera de Everfal con Ifreem, cuando entre estos había mucha hostilidad y ambos querían empujar el límite hacia el otro lado, pero hoy sirve como cuartel para la “Guardia Fronteriza”, grupo dedicado a salvaguardar la paz en los límites montañosos y áridos, en varios fuertes y baluartes desperdigados por esos inhóspitos lugares.Una persona en especial estaba muy inquieta, caminaba sin parar de un lado otro en la muralla oeste del Fuerte. Se vestía diferente al resto de los soldados, su capa de era de plumas grises de Avestia, y una roja en su casco. En su espalda colgaba una ballesta muy grande y pesada, y en su cintura había una vaina para sable y un carcaj lleno de virotes. Este personaje era Tzemu Ru’fal, el comandante del Fuerte sobre el río Carbazufre, un valiente jinete de Everfal.-Qué le incomoda, señor Ru’fal?- preguntó un hombre viejo pero corpulento. El comandante dejó de caminar, miró al horizonte y dijo como pensando en voz alta –Las criaturas maliciosas ya no merodean la zona, saben que algo malvado se acerca... y está mas cerca de lo que imaginamos...- volvió la mirada hacia el interior de la plaza fuerte, y se apuró a decir: -Que todos los hombres tomen sus armas y armaduras, algo de provisiones... y alisten las armas de asedio... lo antes posible, porque hoy batallaremos por el Carbazufre.El hombre viejo y corpulento quedó asombrado, - pero, cómo sabe eso, Comandante?- dijo el viejo, aunque solo un gran silencio siguió a la pregunta. El comandante profirió un suspiro desesperanzado, y procedió a bajar de las murallas por las escaleras, justo cuando desde la torre más alta alguien gritaba: -¡Hay gente viniendo hacia el castillo!- Los soldados hacían filas en la barraca para que les dieran los cascos y munición para los arcos. Todos escucharon el grito, y redoblaron el paso, había que estar listo. En otro lado, cerca de la herrería, unos ingenieros de batalla organizaban el armado de una catapulta que estaba desarmada, guardada en un almacén. El comandante Tzemu Ru’fal mandó llamar al que había avisado desde la atalaya, que en un momento estuvo abajo. –¿Quién viene?- preguntó el comandante, a lo que el soldado respondió: -¡Son tres, de a pié, son Gaugim, gnomos!Algunos soldados de la Guardia que ya estaban preparados subieron a las murallas para ver a estos visitantes inesperados, querían saber contra que se iban a enfrentar, ya que la mayoría nunca había luchado contra los Gnomos del Oeste, ya que en la última guerra de Nemu la alianza del Oeste no había participado.Allí estaban esos seres de narices largas, pálidos, con sus ropas amarillo arena, y sus rifles a la espalda; ahora recorrían con la mirada las tropas detrás de las troneras, midiendo, considerando. De repente, el del medio se pronunció: -Humanos, por orden y mandato de su majestad el Rey Gauzignum de los Gnomos del Oeste, ustedes deben darse por vencidos ahora, y convertirse en súbditos del Gran Imperio Gnomo, o de lo contrario serán aplastados en cuestión de horas. ¡Que salga un representante o usaremos la fuerza... y que conste que sería muy del agrado del Rey que destruyéramos este reducto humano con la menor de las piedades... eh hablado!- y diciendo esto puso las afiladas manos en su cinturón adquiriendo una actitud más soberbia incluso que cualquier Gnomo, raza altanera si las hay.De repente dos líneas negras cruzaron en simultáneo el aire a toda velocidad, haciendo un silbido de muerte. Eran dos virotes que en un instante estaban incrustados en las frentes de los gnomos de al lado del que había hablado. Ambos profirieron una arcada agónica, y se desplomaron inertes en el amarillento pastizal que cubría todo hasta donde pudieras ver.El Gnomo que quedaba miró a los dos lados, horrorizado, y enseguida volvió la mirada a las murallas, para reconocer al agresor. Una figura se abrió paso entre los curiosos soldados, que ahora también buscaban al que había disparado. –¡Dile a tus superiores que no ha habido hombre de Everfal que se halla rendido ante nadie y mucho menos ante un atajo de escoria como lo son ustedes lo Gnomos!- gritó la figura, que no era otro que el comandante Tzemu, que apuntaba su ballesta al gnomo que quedaba en pié.La ballesta del comandante era muy especial, ya que tenía la capacidad de disparar cuatro virotes sin recargar, pero esto la hacía bastante difícil de cargar y usar, ya que pesaba cuatro veces mas que una ballesta normal.El gnomo ahora estaba lleno de ira, apretaba su rifle con rabia. –Todos morirán... ¡¡¡todos morirán!!!- chilló el gnomo, miró hacia atrás y dijo: -¡Ve, Ar-gurgin, corre y avísales de esto a los señores Narr!- aunque esto último fue casi imperceptible incluso para los de mejor oído. Apenas las últimas palabras fueron dichas, apareció de la nada un hombre vestido como un monje. Su sotana era del mismo color que la ropa del Gnomo, pero no tenía rifle, solo una cimitarra envainada. Estaba inclinado en señal de reverencia, pero se levantó y asintió la con la cabeza, luego se dio media vuelta y empezó a correr en dirección opuesta al castillo. Su velocidad era increíble, y era imposible hacer blanco a distancia, ya que extrañamente su figura se veía difuminada. El capitán dio órdenes de darle muerte, pero ningún arquero le acertó. En eso el gnomo había llenado su rifle de pólvora, y lo había gatillado. La explosión destrozó sus manos y lo expulsó hacia atrás, y la metralla le atravesó todo el cuerpo. Ahora yacían extintos tres gnomos a la vera del Fuerte sobre el Carbazufre. -Empalen sus cabezas y pongan las picas en la muralla... y que se preparen para salir...- dijo el capitán a un segundo al mando, y en voz baja agregó: -no resistiremos un asedio en el castillo, ¡saldremos y les daremos una batalla como nunca se las han dado, mugrientos Gnomos! Usaremos la táctica que estuvimos planeando...-.El comandante Tzemu observó la sombra de la torre principal proyectada en el suelo. –Ah, espera... que se prepare para salir raudo un Jinete de Avestia hacia Ifreem, pero que primero me vea en mi barraca, tengo que darle un mensaje.-¡Vamos, vamos, todos prepárense para salir, aligeren sus municiones... ensillen todas las Avestias!- gritaba el capitán que había estado hablando con Tzemu. Un soldado se le acercó corriendo, con una mano en el casco para que no se le cayera, y preguntó: –Pero, capitán... ¿vamos a defender el Carbazufre o nos vamos a ir?-, mientras se ponía un guantelete de cuero, el capitán respondió -¿Recuerdas tu primera vez arreando Avestias?, esto será igual, pero serán pequeños gnomos en vez de pájaros gigantes, je je!-Se acercaba el mediodía, y ya estaban todos los soldados afuera del fuerte. El mensajero ya había salido hace un buen rato con un pergamino. Serían unos 150 hombres, y la mitad montada en avestia; de esos quizás 30 fueran arqueros montados; 20 Jinetes Campeones, con armaduras y lanzas pesadas. Los demás eran infantería montada; la otra mitad, los sin montura eran algunos ballesteros y guerreros de a pié. También había dos catapultas y un carro-torre, armazón de madera de dos metros de altura con varios pisos y aberturas para arqueros, cinchado por varias Avestias.El comandante Ru’Fal estaba en su avestia, que estaba inquieta, pero él agarraba las cinchas con una mano, y con la otra agarraba un estandarte marrón, que en el medio tenía una cabeza de Avestia blanca. Lo puso en el porta-estandarte, que estaba en la terminación de madera de atrás de la silla, y se preparó para hablar, todos le prestaban máxima atención en ese momento de incertidumbre, -¡¡¡Esto no será la batalla más grande de esta guerra, ni siquiera creo que aparezca en un libro en muchos años, pero de lo que sí estoy seguro es que nuestros enemigos la recordarán y con amargura, porque este día, camaradas, este día será el día en que un puñado de valientes Guardias de la Frontera derrotaron un ejército Gnomo!!! Ahora, nos moveremos hacia el Sur, hacia la batalla...