AYUDA SOBRE UN CORTO DE DIMENSION DESCONOCIDA
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HABER QUIEN ME PUEDE AYUDAR EN ESTE TEMA ESTOY BUSCANDO UNCORTO QUE PASO LA TELE VISION ESPAÑOLA EN LO SAÑOS 85 A 87 MAS O MENOS PERO NO SE EL TITULO DEL EL PROGRAMA ERA DIMENSION DESCONOCIA HAY QUE OS DEJO LA HISTORI APOR QUE LA RECUERDO BASTANTE BIEN Y MI EMAIL POR SI ALGUIEN PUEDE DARME ALGUN INDICION LLEVO MUCHO TIEMPO BUSCANDO ESTO OS LO AGREDECERIA MUCHO HAY VA LA HISTORIA.Todo comenzaba en el interior de una gran casa americana. Una familia joven y escueta, formada por el matrimonio y un niño, amanecía desayunando plácidamente en un amplio comedor. Llegado el momento, el padre se calzó la chaqueta, cogió su maletín, besó a la esposa y al niño, y se dispuso a marchar al trabajo. Pero algo lo esperaba en la puerta de casa. En el preciso instante de abrirla se topó con algo extraño, imposible: un muro de metal negro taponaba completamente la salida. Corrió a la primera ventana, subió la persiana y el muro también estaba allí. El matrimonio se apresuró nervioso a abrir todas las ventanas. Pero el inmenso muro estaba por todas partes, amurallando la casa a escasos centímetros de la pared como si por la noche la hubiesen fortificado. No entendían nada y el miedo se apoderó enseguida de ellos. El hombre subió frenético las escaleras que llevaban al piso de arriba. Trató como pudo de colar una escalera por el interior de la chimenea hasta llegar al final y cuando lo hizo sus peores presagios se hicieron realidad: el muro también estaba allí, haciendo las de techo. A los pocos segundos el hombre se deshacía destrozando el suelo con un hacha, haciendo un agujero para buscar una posible salida subterránea. No habría cavado unos cuarenta centímetros cuando el filo topó con algo duro. El muro metálico también estaba bajo sus pies. Luego de interminables momentos de confusión, los tres fueron conscientes de su increíble situación. La casa estaba aprisionada en el seno de una especie de cubo de un extraño metal negro, como una caja fuerte, que parecía impenetrable. ¿O no? El padre corrió a la cochera, abrió el portón y montó en el coche. Pisó al máximo el acelerador y estampó el vehículo tantas veces contra el muro que el morro quedó destrozado. Pero todo fue inútil. Ni una sola herida en la pared de metal. El muro, definitivamente, era infranqueable. Trataron de llamar al exterior pero no había línea, ni radio, ni televisión. Ningún aparato eléctrico funcionaba. Al rato, notaron con pavor cómo comenzaba a hacer calor en la casa, mucho calor. El duro esfuerzo había hecho sudar al hombre y su chaqueta, la corbata y la chimenea lo habían dejado sucio, jadeante y descamisado. Al principio pensó que el calor era fruto de la desesperación, de todo aquel infierno de nervios, pero no, la mujer y el niño también lo sentían como un latigazo, cada vez más doloroso. Aquel extraño calor crecía a cada instante. Superados los 40 grados y sin aire que renovar, era sólo cuestión de tiempo. La agonía de la muerte terminó con la madre y el niño desnudos en uno de los pasillos de la casa. El padre aguantaría un poco más, pero al cabo, esperó igualmente la muerte reclinado junto a una nevera abierta cuyo interior ya estaba achicharrado. Habiendo abandonado toda esperanza, sabiéndose ya más muerto que vivo, cuando, dicen, uno ya no siente nada, el hombre pudo escuchar algo. Era un ruido vago, informe, que le llegaba lejano como una letanía. No le prestó mayor importancia pensando que seguramente algo se derrumbaba por el calor. Pero no. Aquello cobró forma, se repetía, y al poco no pudo evitar asociar el sonido con esa especie de borboteo que suelta el caldo espeso en un puchero abierto. Provenía claramente de arriba. Y reconocerlo despertó parcialmente su ánimo. Tenía que llegar hasta allí. En un esfuerzo sobrehumano se arrastró hasta las escaleras y trató de escalar cada peldaño –el calor hacía ya imposible respirar- como si fuera la vida en ello. Qué importaba ya. Cuando por fin llegó arriba, un breve instante antes de sucumbir a la muerte, pudo ver con claridad cómo una especie de masa negra, hirviente y viscosa, descendía a inmensos borbotones por la boca de la chimenea, invadiéndolo todo, todo… Y así parecía acabar. (En ese preciso instante EL PLANO DE LA ESCENA –el hombre muriendo con una expresión aterradora- se fundía en negro. Un segundo después la pantalla mostraba una puerta –era indudablemente el FUTURO- que se descorrió como por arte de magia. Una niña apareció tras ella. Estaba callada y su rostro no decía nada. Era inocente como la cría de Poltergeist. Acto seguido, avanzó dubitativa unos pasos entrando en una especie de cocina. Miró hacia abajo y se detuvo. Se quedó quieta. De repente el silencio quedó roto por otros pasos que entraban con decisión en la cocina. Debía de ser su madre, que hacía gestos de olfatear con expresión contrariada) -Humm, ¿a… a qué… a qué huele, cariño? (Enseguida el rostro de la madre se vio difuminado por una fina hebra de humillo que parecía provenir de una parte baja de las paredes. Apartó a la niña con el brazo y abrió una pequeña portezuela que parecía esconder… UN HORNO. En un abrir y cerrar de ojos sacó de allí una pequeña casita, como de juguete, en cuyo tejado reposaba una tableta de chocolate parcialmente derretida). -Pero… pero… cariño, ¿por qué lo has hecho? ¿No ves que podríamos haber salido ardiendo? Desde luego… te tengo dicho que no hagas estas cosas. Anda, vamos, que salga todo este humo de aquí. ¡Vamos! La madre salió de la cocina pero la niña se quedó allí, quieta, en silencio. De pronto agarró el pequeño tejado y destapó la casita. Aguardó unos segundos mirando a su interior, hasta que con un firme ademán su mano atrapó algo que luego estrujó con fuerza, como con odio. (Recuerdo cómo LA CÁMARA Y UN SONIDO ESTRIDENTE me azotaron la vista porque enseguida pude ver, con escrupulosa nitidez, como el final de La Mosca de los cincuenta, lo que la niña apresaba en su mano). ERAN TRES PEQUEÑOS MUÑECOS, TRES FIGURITAS HUMANAS: UN HOMBRE, UNA MUJER Y UN NIÑO. LA VISIÓN DE SUS ROSTROS ERA ESTREMECEDORA. APARECÍAN COMO DESENCAJADOS POR UNA ESPECIE DE MUECA MACABRA QUE... NO OLVIDARÉ JAMÁS.