Entrevista a Tarik Carson - 1º parte
Tarik Carson: “Fracaso, y vuelvo a escribir o a pintar, escarmentado, solo, pensando en cómo atacar de nuevo ”
Por Jorge Oscar Rossi
Tarik Carson -nacido en Uruguay, radicado en Argentina- es considerado por la critica como uno de los mejores escritores de ambas orillas del Río de la Plata.
Sin embargo, es un desconocido para el gran público, inclusive para la mayoría de los aficionados a la CF.
Aqui presentamos una charla con él, en un intento de redescubrir su obra.
Hace tiempo que no hacíamos un reportaje, entre tantas otras cosas que no hacíamos. Cuando el dinero fluye a raudales, como el caso de los integrantes de QuintaDimensión, uno se aburguesa, se acostumbra a la vida fácil y pierde esa pasión por los desafíos que nos caracterizaba, no solo como sitio de Internet, sino como seres humanos que colaboran en un sitio de Internet.
Sacudiéndonos la modorra intelectual y de la otra, arrancándonos de las sabanas, decidimos, por una vez, hacer justicia (y hacer un reportaje, pero lo de la justicia está primero)
Nos dijimos, “vamos a entrevistar a Tarik Carson”.
¿No lo conocen? Se lo estaban perdiendo. Por eso vamos a hacer justicia.
Tarik Carson da Silva, Tarik Carson o simplemente Tarik, para los amigos, nació el 23 de agosto de 1946 en la ciudad de Rivera, en la República Oriental del Uruguay.
Radicado desde 1976 en la Argentina, Carson, dueño de un estilo singular, autor de las novelas "Una Pequeña Soledad" (1986), "Ganadores" (1991) y "Océanos de Néctar" (1992), además de decenas de cuentos, es considerado por la critica como uno de los mejores escritores de ambas orillas del Río de la Plata.
Sin embargo, es un desconocido para el gran público, inclusive para la mayoría de los aficionados a la CF.
Una de las razones de este desconocimiento es que ha publicado en editoriales pequeñas o de escaso tiraje y con ínfima difusión.
Otra, que no es un escritor “fácil”, ni por estilo ni por temática.
Otra, no menos importante: Carson en un autentico marginal, en el sentido de que nunca se llevó bien con el establishment literario argentino, uruguayo y/o de la nacionalidad o pelaje que sea. Es decir, no anda corriendo editores por las calles de Buenos Aires, no va a “reuniones literarias”, no se disfraza de escritor y tampoco está dispuesto a poner plata para editar un libro y luego regalárselo o vendérselo a los amigos y/o parientes.
Tampoco ayudó el hecho de que durante los últimos años haya dejado la literatura (ahora volvió, me adelanto).
Para peor, sus ideas no encuadran en lo políticamente correcto ni en las frases que uno esperaría encontrar en un manual de autoayuda.
Por ejemplo, Carson dixit:
* "La humanidad es arrastrada al abismo, tirada de la nariz por el “entertainment” más que nada. Es decir, es muy astuta para el codazo, ventajitas de cancha de fútbol, e idioteces así, pero no ve mucho más y cada día se cocina más creyendo que está veraneando."
* "Casi todos los escritores que conozco no se resistirían a una orden de una gran editorial. Además, todos están mal de dinero. Todos absolutamente quisieran hacerse ricos con lo que escriben. Y el que dice que no, miente (como la pregunta sobre la masturbación)"
* "El mundo está lleno de personajes o situaciones desopilantes que uno recuerda (basta encender la televisión). La fauna de esperpentos y cretinos es interminable."
Le mandamos un cuestionario vía mail y le hicimos casi las mismas preguntas que les hacemos a todos los escritores a los que entrevistamos, (porque nos parecen unas preguntas excelentes y no se nos ocurren otras y tampoco tenemos ganas de pensar)
También, nobleza (y miedo a un juicio) obliga, hicimos uso y quizás abuso del excelente trabajo que publicó hace un tiempo Pablo Dobrinin en el sitio de Axxón y que pueden ver aquí.
El reportaje nos salió interesante (interesantísimo diría yo, pero mi editor no me deja), pero también nos salió largo (larguisimo diría mi editor, pero yo no lo dejo), así que decidimos (mi editor y yo, no sé si se entiende), dividirlo en dos partes, cual un mini folletín:
Aquí va la primera entrega:
QuintaDimension: ¿Cómo fue tu acercamiento a la CF y tus inicios como escritor?
Tarik Carson: Empecé a escribir en 1964, cuentos, diarios, ideas, etc. En 1965 escribí durante todo el año una novela, que envié a un par de concursos. Después me incliné hacia los cuentos y escribí otro libro grande de cuentos, que más adelante (salvo el cuento Por la Patria con el que obtuve algún premio en Montevideo) tiré a la basura, igual que mi novela primeriza.
(N de la R: Por la Patria obtuvo, en 1969, el primer premio en un concurso organizado por la revista Brecha. En este cuento, un ladrón que comienza a escalar posiciones en un partido político, se lleva una mujer a un comité y mantiene con ella relaciones sexuales, utilizando como colchón las banderas de la patria. Esto le trajo a Carson algunos problemas con la critica sensible y patriota de Uruguay, que quería verlo preso. El relato está publicado en el volumen titulado El Hombre Olvidado, Ediciones Géminis, Montevideo, 1973. En su momento, plena dictadura, el libro fue retirado de las librerías uruguayas por unánime temor de editor y libreros.)
Alrededor de 1967 o 1968 empecé a aficionarme a la literatura fantástica leyendo a Swift, Poe, Bierce, Wells, Verne, Kipling, Kafka, Borges, y empecé a escribir cuentos algo fantásticos.
Yo no lo buscaba, pero me iban saliendo así, cuentos “raros”. Desde entonces pienso lo mismo: que había que remover un poco la olla literaria, y renovarla. El realismo sigue estando agotado, y solo podría desagotarse si surgieran grandes escritores de la forma, y no de la técnica y de la promoción.
Técnicamente, es fácil escribir realismo de culebrón televisivo (que es lo que más se vende y compone los elencos estables de Best Sellers rioplatenses). Otra cuestión es crear, imaginar ideas nuevas, y luego realizarlas con una bella forma. Al fin, hoy sigue habiendo las mismas disyuntivas, la literatura creativa, fantástica (incluido eso de la CF), y lo otro, el refrito realista.
Así que por mi condición y circunstancia (quizá indisposición para transar en las mafias del amiguismo –que es el corazón de nuestra cultura) me fui hacia ese lado modesto de la invención y esa “otra cosa” opuesta al “status” de esta cultura trucha.
Después, en 1984, más o menos, estalló en Buenos Aires un renacimiento de la CF, y sus círculos recién creados. En ese efímero renacimiento de la esperanza en los ochenta, tuve la suerte de conocer a unos escritores y esa literatura, que antes ignoraba, la llamada incorrectamente CF.
QD:¿Cuales son los escritores que mas te impactaron y por que?
TC: Me impresionaron mucho algunos escritores que, para mí, aún siguen siendo fenómenos de la imaginación: Dick, Ballard, Cordwainer Smith, Bradbury, y un poco de cada uno de todos los otros, diría, clásicos del género.
Me gustó la imaginación ilimitada, la creatividad renovadora y sorprendente, la fractura de todos los límites viejos. Y, por encima, con bases filosóficas, y humanas, y bien llevados, como la alusión o el sobre entendido, con emociones y transmisión de sentimientos. Y, para mejorarlo (aún a través de las traducciones), eficientes en la forma y en la técnica narrativa.
Ahora, yo no soy un experto en el género. Sólo me gusta leer (y si puedo, escribir algo). Sobre el porqué, tendría que generalizar. Dick y Bradbury, que son de la misma matriz técnica, descendientes de la fuente ágil, limpia y rápida que viene de Mark Twain, quizá sean los más imaginativos. Bradbury tiene mucha poesía y optimismo; Dick es más realista, desesperado, más existencialista.
En cambio, Cordwainer Smith fue mucho más limitado en su vastedad, pero creó unos mundos increíbles, sin igual, y también terribles, llenos del insoportable hecho del vivir conscientemente. Su técnica también fue muy buena y poética, con gran emoción. Ballard, igualmente, es un escritor algo más normal, más inglés, y hasta usó iniciales como Wells o Chesterton y otros. Es un escritor no tan locamente imaginativo. Es más un creador de mundos terrestres en situaciones catastróficas. Y de seres solitarios, que sobreviven a la inglesa en esos mundos devastados. Usó mucho la pintura de Dalí o Magritte, para imaginarlos, y es un escritor de relatos, no de cuentos ni de novelas. Sus novelas, en verdad, son cuentos dilatados, casi siempre en exceso (los editores piden eso y pagan por eso, cuentos muy dilatados que comercializan como novelas). Su técnica nunca varió, su escritura es muy serena, nunca estridente, sencilla también, equilibrada, y sumamente eficaz.
Por último habría que decir que al fin de tanto éxito en el hemisferio norte, salvo C. Smith (seudónimo de Paul Linebarger) al que la muerte lo cercenó muy temprano, todos terminaron prolíficos en exceso, bajando la calidad de sus obras (y el más deteriorado ha sido Bradbury). Pero todos estos escritores, y algunos otros, resultan inolvidables una vez que uno los descubre.
Yo ahora sólo releo a los clásicos, a veces. Lo último que hacen en el norte son productos comerciales que en general no valen nada, y cuestan muy caro. Y por encima los hacen pensando en venderlos al cine, lo que les daría aún más dinero.
QD: ¿Cual es tu método de trabajo? ¿Sos disciplinado, seguís un método o escribís cuando te viene la inspiración?
TC: Método se podría tener si fuera disciplinado y eso funcionara. O si fuera un escritor tipo Best Sellers, que se sienta diariamente y produce 369 palabras, pensando en el dinero que obtendrá por cada una, siguiendo un libreto, sabiendo que hay que poner sexo, violencia, alguna ideas robadas, etc. Los escritores millonarios y muy famosos, creo que trabajan así. A pedido del editor, no necesitan imaginar nada. Tienen su estructura, sus personajes, etc., y luego escriben y quizá otro los corrija. Es un sistema encadenado, como el de hacer salames o palear estiércol. Y a menos que uno tuviera detrás una editorial de las super conocidas, un partido político rico al que le gusta usar intelectuales, o un rico empresario editorial de diarios, o algo similar, ese método no sirve.
En mi modesto caso, y en el de otros escritores normales que he conocido, bien, escribimos cuando se nos presenta la oportunidad (algo similar a la inspiración). Borges, dijo que necesitaba el principio y el fin de un cuento, e iba construyendo el medio como fuera, en el momento. Otros autores sí, lo planean, más o menos, aunque después todo se les vaya de las manos. Debe haber tantas modalidades como escritores, y casi todos dependen del inconsciente (que es la fuente mayor).
Y, diría que hoy para mi, lo principal es el tono del asunto. En general es un tono jocoso o cómico, quizá sarcástico, burlesco o bufo, o cruel como el hacer humano (una monstruosa comedia cósmica sin ton ni son). Y, por qué no decirlo, cuánto más terrible, mejor, para que pegue y despierte. También me ayuda el tenerle fastidio, fobia, por decirle así, a alguna cosa o circunstancia vivencial, o situación, o tipo humano. Nada sale de la alegría de vivir, ni de una ambición extra de dinero, ni de un afán figurativo, u otra cuestión festiva. Es decir, temas relacionados con el fin de la trágica fiesta. Y nada de prosa decorativa, complaciente de “lo nuestro”, nada de prosa de la esquina y electoral, nada de sobarle el lomo al burro y decirle todo el tiempo que la culpa es del caballo con música y voz de Serrat. En fin.
Después, hay que tener alguna idea para empezar. El mundo está lleno de personajes o situaciones desopilantes que uno recuerda (basta encender la televisión). La fauna de esperpentos y cretinos es interminable. Y también se puede fundar un novelón en nuestros propios papelones en la vida. Y luego hay que tirar del ovillo. Como soy inclinado a los cuentos largos, en general, o novelas cortas, me lleva tiempo terminarlos. Mientras pienso en el cuento, cuando voy en ómnibus, o camino, o me ato los zapatos, o leo, espero atento a que nuevas ideas lleguen a mi mente. En fin, le saco, le pongo, o corrijo, todo con una forma (suena pedante decir técnica) que yo mismo me he inventado. Y lo voy terminando, hasta que al fin hay que dejarlo estar meses o años. Y después empezar a retocar, a quitar o a poner detalles. Y por último está el asunto, más que importante, de las palabras y la sintaxis. Trato de corregir no menos de seis u ocho veces, a veces quince veces.
No sé si lo dije: los temas son siempre más o menos los mismos. El arte, o el logro, está en el cómo, en lo nuevo del cómo, en el estilo. El estilo es casi todo.
Al punto de que cuando ha pasado tanto el tiempo, uno lee solamente para deleitarse con los estilos, con la forma, con el “cómo lo hace”, cómo ha variado, qué ha encontrado, etc.
Igual, nunca estoy contento y siempre encuentro cosas que arreglar y mejorar. Y, por suerte, tengo la ilusión de que con la edad siempre sé algo más, por observarlo, y eso ayuda.
Tengo, por suerte para mí, y sin duda erróneamente, la ciega seguridad subjetiva de que un libro o un cuento está bien o está mediocre o está para la basura. Y así el exceso de exigencia me va movilizando. Y quizá después durante diez años me dedico a hacer medias de goma (o dientes de madera) para volverme rico. Fracaso, y vuelvo a escribir o a pintar, escarmentado, solo, pensando en cómo atacar de nuevo.
Y hay que saber que, si no se da, es imposible forzarlo.
(N de la R: ¿“Pintar”, dijo? Si, Carson pinta y su estilo, pleno de colorido, es casi contrapuesto al que lo caracteriza en lo literario: Pueden ver sus obras por aquí )
QD: Algo ya me contestaste de la corrección, pero, esencialmente, ¿que buscas en la corrección de un texto?, ¿Dar un ritmo a los textos, por ejemplo?
TC: Aparte de lo antedicho sobre el tema, he tratado siempre, y más con el tiempo, de adherirme como aprendiz a la tradición francesa, e inglesa, sin duda. Aunque me gusta más la escuela americana por la rapidez y la concisión, y los textos alivianados por el diálogo, por ej.
Pero la corrección, y la perfección sintáctica, la depuración y concentración, la significación, y otras virtudes, son siempre mi propósito principal. No sé si lo he logrado, porque a veces, por corregir mucho uno se pasa, o se puede pasar de rosca. Y puede perder frescura, y la sensación de “facilidad” que debe tener la prosa.
Bien, es una tarea no muy liviana, que a mi no me disgusta. Será porque se hace detestable leer lo mal escrito. Pero nunca he pensado sobre el ritmo, aunque ritmo y tono son términos musicales y no adecuados a la prosa. Yo diría que hay que buscar siempre la armonía, por ej., y la estabilidad. Concretamente, buscar que las oraciones no sean todas muy cortas o muy largas, manejar la repetición o no de palabras, la calidad de los adjetivos. También es deseable variar el lenguaje, enriquecerlo al máximo. O buscar el equilibrio en determinadas situaciones de acuerdo a su necesidad. Es muy importante también la técnica de omitir lo obvio (quizá esta es una señal que distingue al best seller decorativo y complaciente del buen escritor).
Una de las cosas más difíciles es borrar cuando algo está bien hecho, nos gusta, pero está demás. La corrección implica un montón de detalles a tener en cuenta a la vez, y se realiza, me parece, casi intuitivamente.
QD: Para algunos autores, cuando una obra es publicada, ya no se le debe cambiar ni una coma. En tu caso, sé que sos partidario de reescribir tus obras ya editadas. ¿Por qué esa reelaboración? ¿No sentiste, como les pasa a otros escritores, que "tocaste" algo que ya tenía vida propia?
TC: Ambos sistemas se han usado siempre. Dicen que Víctor Hugo no tocaba nada de lo publicado. Tal vez hubiera una razón práctica, debido a lo abundantes que eran sus obras. Pero Flaubert, el más famoso por esta obsesión de lo perfecto, no terminaba nunca de corregir. Balzac o Dostoievsky y muchos de hoy en día escriben por palabras, y les importaría un rábano la concisión, por ejemplo, y la obra perfecto; pues perderían dinero.
Es un asunto de gustos o actitudes. Ahora, lo de no tocarlo para no estropearlo, también es algo supersticioso, y que da lugar para la desconfianza en la seguridad del autor (el que sea) sobre la firmeza de su criterio acerca de la excelencia en literatura.
Y también están esos escritores que son tan perfectos que no admiten que el editor le modifique una coma que está mal puesta.
Yo, muy al contrario, admito que, si puede, cualquiera mejore mi texto, y lo agradezco porque así otro ojo agudo, más adelante, no podrá pensar “después de todo este tío no escribía bien”.
El tema de la vida propia de las obras es complejo, pero siempre, cuanto más perfecta es una cosa, más vida tendría que tener. Pero, al fin, siempre se elige. A mi me gusta el “rigor” al que se refirió Da Vinci, es más, estoy por creer que es casi todo, como dije antes. Además, considerándolo bien, el “rigor” es un punitorio al que todos los tartufos (y son legión) huyen aterrados. Para mí, ése es un motivo interesante para ser riguroso al máximo. No hay que olvidar que es una carrera que sigue después de que no estemos por acá.
QD: Si estas trabajando con un tema determinado, ¿lo seguís hasta terminarlo o sos de pasar a otra cosa y después retomar?
TC: Lo ideal sería ponerse a escribir hasta terminar lo que fuera. Pero, salvo en el caso de los poetas y cuentistas muy breves, eso es imposible. Yo puedo saltar de un cuento a otro, y seguir bien si el cuento ya está dado en sus líneas generales, y en lo que hay que trabajar es en retoques, correcciones, adiciones, etc. Ahora, en los tiempos de invención primera del cuento es difícil porque para proseguir, de un día a otro, por ejemplo, uno tiene que estar leyendo algo de lo último, por lo menos, para proseguir con el tono y el hilo del asunto. Interrumpir eso con otra idea o cuento no sería lo mejor.
QD: ¿Que cuento o novela te dio mayores satisfacciones y por que?
TC: Quizá la novela Océanos de Néctar, que no fue publicada en libro, sino electrónicamente. Pero no estoy muy seguro de si es mejor que otras cosas que escribí, porque cuando pasan las décadas uno se va olvidando de todo. Además, no releo lo mío. Salvo, desde luego, cuando tengo posibilidades de reeditar algo y entonces lo tomo y lo corrijo todo al criterio del hoy, varias veces si es necesario. Si no, ni lo miro más, y en muchos casos he olvidado cómo es tal o cual cuento.
Creo que la única satisfacción que he tenido, y a veces tengo aún, es cuando veo que he inventado algo raro, que no recuerdo haber visto, que me divierte de mala manera hacia mis personajes y mundos, pero, sobre todo, cuando es original, y siento que puede ser fuerte, que pueda golpear duro, que pueda divertir o causar el placer de leer.
(N de la R: Océanos de Néctar nos muestra un siglo XXI donde la humanidad ha colonizado Marte. Allí encontramos al protagonista, el doctor Marius Pigot, un psiquiatra especializado "en apaciguar a los jefes de los monopolios, altos gendarmes, y hombres ricos".
En Marte existe un gobierno autoritario, que se rige según las ordenes que se imparten desde la Tierra.
Pigot entrará en contacto con un ser de otro mundo. En el epílogo, que ocupa 42 páginas del total de 153 que tiene la novela, se revelan las características e intereses de los extraterrestres que se han infiltrado entre los humanos.)
QD: A tu juicio, ¿cuáles fueron las "ideas originales" de la CF en las últimas décadas, a nivel mundial y local?
TC: La CF sí, contrariamente a la literatura realista, está llena de ideas originales, pero mi sistema de lectura anárquico me ha impedido clasificar o enumerar, aún para mí, esas ideas. Sería muy interesante que alguien con mucho conocimiento lo hiciera. Es decir, caprichosamente y en orden de amistad o cálculo, para quedar bien con mis amigos, ningunear a quien escribe bien y no me gusta, etc.
Esa clasificación es un trabajo por hacerse, de gran utilidad también, y más que interesante.
Pienso, asimismo, que los temas tampoco son infinitos en este tema de ficción científica. En general giran sobre los futuros posibles de la civilización, sobre el encuentro del terrestre con el extraterrestre, sobre los descalabros que crea la tecnología a una humanidad atrasada, que no está a la altura de esa tecnología, etc.
QD: ¿Se copian tendencias de EEUU o hay una genuina CF o literatura fantástica de habla castellana?
TC: Afortunadamente, no hay mucha habilidad en el plagio, y menos en seguir una línea de trabajo como la de Borges, que es muy buena cuando uno no tiene “inspiración”, y puede reescribir algo interesante. Todo esto me parece muy bueno, y, es más, Borges ha fundado toda su excepcional obra en ese método. Pero esto es muy difícil de hacerlo bien.
Por otro lado, el hecho que observé cuando había gran actividad de fanzines, revistas, y ediciones varias, en los años 80, es que hay muchas personas con muy buenas ideas y con intuición creativa.
En general, acá las preferencias caen hacia el lado de lo fantástico. Hay menos gente del lado tecnológico, o “duro”. Sin duda porque acá no hay tecnología de punta, y sí ha habido escritores fantásticos muy buenos. Tal vez eso determine las preferencias. O quizá no. Pero me parece que era algo muy interesante y genuino, sí, aunque, desde luego siempre hay cantidad de personas que quieren escribir best sellers como los norteamericanos.
Pero si se piensa copiar, o transculturizar de forma fácil, bueno, la obra no va a funcionar. Para que funcione una cosa como el arte hay que hacer que otras obras y culturas pasen a través de nuestro ser y se transformen en algo propio, y eso va a ser original y autóctono de forma natural.
Para finalizar esta primera entrega, los invito (porque lamentablemente no puedo darles ordenes) a leer, "Ogedinrof" (1969), el primer relato de Carson, publicado en libro, que se mete en la ciencia ficción. Les va a gustar, porque, entre otras cosas, trata sobre un mundo en el que se consume rica y nutritiva carne humana. Pueden verlo por aquí.
La segunda parte de esta entrevista se publicará el 1 de septiembre