Ochenta años de la novela de ciencia-ficción en Colombia
Ochenta años de la novela de ciencia-ficción en Colombia
por Dixon Acosta.
Diversos autores anunciaron durante el año 2008, que la ciencia-ficción en Colombia cumplió ochenta años.
El aniversario pasó desapercibido tanto para la opinión pública, como para los expertos. Los citados escritores se referían a la novela escrita en 1928 por el escritor barranquillero José Félix Fuenmayor Palacio, titulada “Una Triste Aventura de Catorce Sabios”.
Aqui la repasamos.
Autores como Ricardo Burgos y Albio Martínez anunciaron durante el año 2008, que la ciencia-ficción en Colombia cumplió ochenta años, lamentablemente el aniversario pasó desapercibido tanto para la opinión pública, como para los expertos divulgadores de la literatura colombiana. Los citados escritores se referían a cierta novela escrita en 1928 por el escritor barranquillero José Félix Fuenmayor Palacio, titulada “Una Triste Aventura de Catorce Sabios”.
Coincido al menos en que se trataría (hasta que no se demuestre lo contrario) de la primera novela de ciencia-ficción colombiana, pero no podemos olvidar el relato pionero de una extraordinaria mujer, Soledad Acosta de Samper, quien con el cuento titulado “Bogotá en el año de 2000: Una pesadilla”, publicado el 1 de marzo de 1905 en la “Revista literaria, histórica e instructiva”, abrió esta ventana de la especulación científica e imaginativa en nuestro país.
José Félix Fuenmayor Palacio (1885 – 1966), nació y murió en Barranquilla, puerto del norte de Colombia en donde el gran río de la Magdalena se integra al Mar Caribe. Fuenmayor, poeta y periodista, fue uno de los miembros fundadores de aquella famosa tertulia literaria y artística llamada el “Grupo de Barranquilla” que convocó a diversos intelectuales colombianos y algunos adoptados como el catalán Ramón Vinyes. El grupo tuvo entre otros integrantes al pintor Alejandro Obregón, al escritor Álvaro Cepeda Samudio, a uno de los hombres más poderosos de Colombia que por entonces coqueteaba con la poesía, Julio Mario Santodomingo y al premio Nobel Gabriel García Márquez. A José Félix Fuenmayor, en su momento se le conoció por la novela “Cosme” y el libro de relatos “La muerte en la calle”.
No es extraño que la caribeña ciudad de Barranquilla, cuna del autor, fuera el escenario de la novela que nos ocupa, ya que este puerto (fluvial y marítimo) para 1928 representaba la modernidad y el acceso de Colombia al desarrollo científico, por allí se inició la aviación colombiana, con la segunda aerolínea comercial fundada a nivel mundial en 1919. Sin olvidar que el progreso lo hacen los hombres, las diversas migraciones que no en cantidad, pero sí en diversidad, (europeos, árabes, norteamericanos y asiáticos) arribaron al país utilizando a Barranquilla como entrada, por eso se le llama, la puerta de oro de Colombia. Cómo olvidar que Shakira, barranquillera universal, tiene ascendiente libanés.
El escritor e investigador Albio Martínez en un detallado y juicioso ensayo, ha señalado las características de la novela, la cual para críticos del pasado y presente, ha dejado cierto sinsabor, pues con un inicio prometedor, en el cual aclara que la historia es la creación de un personaje, un profesor barranquillero, alter ego sin duda de Fuenmayor, termina en una serie de disquisiciones seudo filosóficas.
Un detalle que no debe agradar mucho a las feministas de hoy en día, es la presentación sobre las condiciones de la mujer. Aunque hay en general un tono irónico por parte de Fuenmayor, incluso burlándose de la ciencia y de aquellos sabios que aparentemente desea destacar, es evidente la pobre opinión sobre las capacidades intelectuales femeninas, en varios apartes de la obra. La ficticia expedición que da lugar a la historia, está compuesta por catorce sabios hombres y dos mujeres que finalmente cumplen la función de servicio, adorno, pretexto erótico y toque humorístico.
Es interesante advertir que Fuenmayor era consciente de las diversas reacciones de su novela y se anticipó a ellas, usando la figura del señor Currés, autor imaginario de la obra, “Unos entraban y otros salían. Algunos de los que llegaban, ahogando la risa, recreábanse cautelosos en una contemplación burlona del señor Currés, y partíanse pronto para regresar en ocasiones fugazmente con otros que se conducían de la misma manera. Pero el señor Currés creía contar con un concurso fijo de oyentes, ilusión fortalecida en él por la presencia constante y solícita del caballero endeble”.
Se destaca la alusión del “hombre ultramétrico”, por la exagerada propensión científica a medirlo y sopesarlo todo, con máquinas cuyo funcionamiento desconocen los mismos hombres de ciencia, así como la discusión sobe los cambios axiológicos, cuando las condiciones sociales entran en decadencia. El relato parece perderse entre el folletín erótico y la fantasía de terror, pero ciertos apartados reflexionan sobre la tragedia de un grupo social cuando se enfrenta a un cambio inesperado y decisivo, temática que han desarrollado autores del género como Philip K. Dick ó Stanislaw Lem.
Para rescatar, otros aspectos. El argumento del empequeñecimiento humano frente a su propio universo, creando un drama existencial insospechado. En este sentido, Fuenmayor se anticipó a lo expuesto en “El hombre menguante” (The Shrinking Man, 1956), la novela de Richard Matheson, popularizada por la película de 1957 “El increíble hombre menguante” (actualmente se está preparando una nueva versión de la historia en tono de comedia con Eddie Murphy).
Ahora que el género de ciencia-ficción se desplaza hacia la biotecnología como fuente de historias, la siguiente cita de la novela se aplica perfectamente: “…los microorganismos a quienes el hombre no concede comprensión alguna, concentran en un rastro o vestigio de substancia, energías, medios de acción, talentos y genio que los hacen más aptos que aquel para la lucha por la existencia. Los microbios le disputan y le arrebatan el predominio material, que es todavía el desiderátum del hombre, ebrio de ciencia concupiscente.”
La posibilidad de curar desde lo microscópico, pero con escepticismo, “– No. Decía –esos trabajos de limpia y defensa no redimirán al hombre de la enfermedad. Podemos demoler con explosivos sus neoplasmas, ayudar sus eliminaciones, ordenar su metabolismo, regular sus fiebres, su fagocitosis…Si. Pero estas intervenciones darían resultados muy precarios y se requeriría repetirlas incesantemente; porque a medida que el hombre se percate de que sus excesos no lo perjudican, se entregará cada vez más a los abusos.”
Es cierto que en Colombia, el tema de la ciencia-ficción todavía parece ser algo escandalosamente obsceno, si nos atenemos al sentido original de la palabra como oscuro y escondido, incluso en el lenguaje cotidiano. En nuestro medio todavía es frecuente utilizar la frase “ciencia-ficción” para designar algo increíble, irracional e incluso absurdo, precisamente lo contrario a un género que al menos en su más pura definición apela a la explicación racional para fundamentar la especulación imaginativa.
Quizás alimente esta confusión, el hecho de intentar emparentar la literatura fantástica con la ciencia-ficción. Aunque las fronteras sean porosas y tiendan a confundirse los territorios, considero que es necesaria la delimitación temática. Esta delimitación no es compartida por algunos investigadores del género, pero considero que si definimos en la misma línea a la fantasía y a la ciencia-ficción, entonces, tendríamos que concluir que “Cien años de Soledad” es una obra de ciencia-ficción, lo cual no resiste ningún análisis serio, aunque sí pueda aceptarse que el llamado “realismo mágico” sea una manifestación del amplio género fantástico.
“Una triste aventura de catorce sabios”, a pesar de ser un texto dentro de otro relato y de algunos toques fantásticos, puede catalogarse como una obra de ciencia-ficción no de fantasía, por los motivos mencionados y además porque el argumento medular, la tragedia colectiva de los aventureros, se explica por un fenómeno meteorológico, el supuesto efecto del paso cercano de un cometa. Es necesario recordar nuevamente el argumento de “El hombre menguante”, que se explica al ser alcanzado por una nube radioactiva. José Félix Fuenmayor no recurre a explicaciones de tipo mágico, religioso, aparece el intento de la justificación racional.
Lamento que no se haya celebrado como se merecía el ochenta aniversario de la primera novela de ciencia-ficción en Colombia, al menos con más bombos y platillos, incluso esta nota parece extemporánea, pero de alguna manera, correspondemos al sello subterráneo que ha caracterizado la producción literaria del género en el país.
En menos de veinte años, se celebrará el primer siglo del género novelístico de la ciencia-ficción en Colombia, ignoro si con el mismo estridente silencio del pasado mencionado aniversario. En todo caso, que los cumpla muy feliz, con autores y obras hacia el futuro, el tiempo favorito en el que gusta conjugarse la ciencia-ficción.