Gabriel García Márquez y los mundos fantásticos
García Márquez y los mundos fantásticos (más allá de Macondo)
por Dixon Moya

"Toda la aldea estaba convencida de que José Arcadio Buendía había perdido el juicio, cuando llegó Melquíades a poner las cosas en su punto. Exaltó en público la inteligencia de aquel hombre que por pura especulación astronómica había construido una teoría ya comprobada en la práctica, aunque desconocida hasta entonces en Macondo, y como una prueba de su admiración le hizo un regalo que había de ejercer una influencia terminante en el futuro de la aldea: un laboratorio de alquimia".
Cien años de Soledad. Gabriel García Márquez.
Macondo, es otra forma de nombrar el Caribe, América Latina, el mundo que cree en la imaginación o si se quiere la infancia de un escritor grandioso. La reciente autobiografía del Maestro Gabriel García Márquez nos permite acercarnos a su relación con la fantasía durante su primera etapa vital, desde la niñez hasta el inicio de la edad adulta.
García Márquez, es conocido por todos, incluso por quienes no han leído sus obras, como el mayor representante del género literario conocido como "realismo mágico", es decir un híbrido entre la realidad y la fantasía, fenómeno propio de nuestro continente paradójico. El realismo mágico no sólo se contempla en las obras de Quiroga, Carpentier, Asturias, Fuentes, Cortázar, se vive y se padece en la cotidianidad de nuestras comarcas. El presente artículo, no tratará sobre Macondo y su entorno mágico, se referirá a la propia vida del escritor, detallada en la primera parte de sus memorias, titulada "Vivir para contarla". Para tal efecto, nos apoyaremos en la edición del Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2002. La lectura de esta autobiografía, nos ilustra sobre la presencia activa de la fantasía durante la niñez y juventud del escritor, aspecto que fue determinante en su proceso de evolución personal y literaria. A continuación resaltaré algunos de los párrafos de su recuerdo personal, en donde los mundos fantásticos hicieron su aparición. Ofrezco excusas si algún lector considera que se exagera en las citas de referencia, pero precisamente ese es el objetivo, escuchar (leer) de viva voz del autor sobre aquellos recuerdos del ámbito de la ficción.

Cuando hablo de mundos fantásticos, es mucho mas allá (o más atrás para ser exactos) de Macondo, se trata del descubrimiento de las tiras cómicas, de las novelas de aventuras, policíacas y de ciencia ficción, del cine. En síntesis, de lo que para un niño y joven de cualquier época representa la imaginación encarnada.
La primera experiencia con lo fantástico, diferente a las historias del abuelo militar, la tuvo indirectamente el pequeño García Márquez de escasos cuatro años a través de su hermano Luis Enrique, quien tuvo que soportar estoicamente un fuerte castigo por escaparse a cine.
"La película era Drácula, con Carlos Villarías y Lupita Tovar, dirigida por George Melford. Durante años me contó Luis Enrique su terror en el instante en que se encendieron las luces del teatro cuando el conde Drácula iba a hincar sus colmillos de vampiro en el cuello de la bella" (pgs. 106-107).
Es necesario hacer una acotación, la película a la que se refiere García Márquez fue una versión en español, realizada al mismo tiempo y en los mismos estudios que la clásica cinta con Bela Lugosi y dirigida por Tod Browning (1931), al parecer esa fue una tendencia que se mantuvo antes de descubrir la técnica del doblaje y el subtitulado. Algunos críticos señalan incluso que la versión española era mejor que la película en inglés, así que no es extraño que para muchos abuelos nuestros, Drácula no fuera Lugosi sino el actor español Carlos Villarías.
A los once años, el otrora niño García Márquez recuerda los primeros descubrimientos de fuentes alternas de la imaginación, gracias a la doble lectura de libros y películas.
"En esa época hablamos de libros leídos y por leer, e hicimos en los puestos leprosos del mercado público una buena cosecha de historietas del tazón y de detectives y guerras del espacio" (pg. 157).
"Otra conquista de aquella época fue el permiso de mi padre para ir solo a la matiné de los domingos en el teatro Colombia. Por primera vez se pasaban seriales con un episodio cada domingo, y se creaba una tensión que no permitía tener un instante de sosiego durante la semana. La invasión de Mongo fue la primera epopeya interplanetaria que sólo pude reemplazar en mi corazón muchos años después con la Odisea del espacio, de Stanley Kubrick. Sin embargo, el cine argentino, con las películas de Carlos Gardel y Libertad Lamarque, terminó por derrotar a todos" (pg. 159).
La producción cinematográfica que menciona García Márquez (La Invasión de Mongo), se refiere a una de las primeras secuelas exitosas de ciencia ficción en cine, la saga de Flash Gordon (llamado en español Roldán el Temerario), antecedente directo de Star Wars con la presencia de malvados emperadores, bellas princesas y mundos complejos como el planeta Mongo. El actor Buster Crabbe, fue quien protagonizó a Flash Gordon en sucesivas películas desde 1936, presentadas por episodios en los teatros, así como también interpretó a Buck Rogers en el cine, otro héroe que hizo un rápido tránsito de las tiras cómicas a la pantalla grande.
Uno de los primeros sucesos que le hizo llamar la atención de García Márquez sobre el periodismo y su impacto en la sociedad, fue el hallazgo por aquella época del cuerpo desnudo e irreconocible de una mujer, dando origen a una serie de especulaciones sobre lo que se llamó el crimen de la Mujer X.
"Barranquilla tenía la fama justa de ser la ciudad más hospitalaria y pacífica del país, pero con la desgracia de un crimen atroz cada año. Sin embargo, no había precedentes de uno que hubiera estremecido tanto y por tanto tiempo a la opinión pública como el de la acuchillada sin nombre. El diario La Prensa, uno de los más importantes del país en aquel tiempo, se tenía como el pionero de las historietas gráficas dominicales –Buck Rogers, Tarzán de los Monos-, pero desde sus primeros años se impuso como uno de los grandes precursores de la crónica roja. Durante varios meses mantuvo en vilo a la ciudad con grandes titulares y revelaciones sorprendentes que hicieron famoso en el país, con razón o sin ella, al cronista olvidado" (pg. 161).
Es posible que uno de los episodios más felices de la vida del joven García Márquez fuera su ingreso a la escuela Cartagena de Indias, en donde pudo entrar gracias a un concurso que consistía en un examen oral con un profesor que le preguntó entre otras cosas sobre los libros que había leído.
"Le llamó la atención que citara tantos y tan variados a mi edad, y que hubiera leído Las mil y una noches, en una edición para adultos en la que no se habían suprimido algunos de los episodios escabrosos que escandalizaban al padre Angarita. Me sorprendió saber que era un libro importante, pues siempre había pensado que los adultos serios no podían creer que salieran genios de las botellas o que las puertas se abrieran al conjuro de las palabras"..."Al cabo de media hora de comentarios rápidos sobre Simbad el Marino o Robinson Crusoe, me acompañó hasta la salida sin decirme si estaba admitido. Pensé que no, por supuesto, pero en la terraza me despidió con un apretón de mano hasta el lunes a las ocho de la mañana, para matricularme en el curso superior de la escuela primaria: el cuarto año" (pg. 167).
García Márquez señala que el profesor que lo había entrevistado era el director general de la escuela, Juan Ventura Casalins y lo recuerda como un gran amigo de infancia.
"Me permitía llevarme los libros de la biblioteca escolar para leerlos en casa. Dos de ellos, La isla del tesoro y El conde de Montecristo, fueron mi droga feliz en aquellos años pedregosos" (pg. 167).
Uno de los primeros empleos de García Márquez, en época de vacaciones de la escuela, que de alguna manera fue un signo anticipatorio de su destino, fue como asistente en una imprenta, lo que originó otro oficio desconocido, dibujante de tiras cómicas.
"Un consuelo fue que mi madre me autorizó para que comprara con mi sueldo el suplemento dominical de La Prensa que tenía las tiras cómicas de Tarzán, de Buck Rogers –que se llamaba Rogelio el Conquistador- y la de Mutt and Jeff –que se llamaban Benitín y Eneas-. En el ocio de los domingos aprendí a dibujarlos de memoria y continuaba por mi cuenta los episodios de la semana. Logré entusiasmar con ellos a algunos adultos de la cuadra y llegué a venderlos hasta por dos centavos" (pg. 172).
Gabriel García Márquez mantuvo una relación estrecha con sus hermanos, especialmente con Luis Enrique, convertido en cómplice y patrocinador de pilatunas. Durante aquellos años de adolescencia, aunque vivieron en un hogar modesto siempre se ingeniaron maneras de divertirse.
"A una cuadra de la casa nos hicimos amigos de los Mosquera, una familia que gastaba fortuna en revistas de historietas gráficas, y las apilaba hasta el techo en un galpón del patio. Nosotros fuimos los únicos privilegiados que pudimos pasar allí días enteros leyendo Dick Tracy y Buck Rogers. Otro hallazgo afortunado fue un aprendiz que pintaba anuncios de películas para el cercano cine de las Quintas. Yo lo ayudaba por el simple placer de pintas letras, y él nos colaba gratis dos y tres veces por semana en las buenas películas de tiros y trompadas" (pg. 177).
Unos años más tarde, García Márquez abandonaba los soles perpetuos de la costa atlántica para aventurarse en el frío del altiplano. Muy cerca de Bogotá, terminó su educación media en el Liceo Nacional de Zipaquirá, población famosa por su Catedral de Sal (una iglesia construida en el subsuelo en una mina de sal). Allí rodeado de frío y cachacos (gente del interior), aprendió nuevas cosas.
"El maestro de francés en cuarto año, monsieur Antonio Yelá Alban, me encontró intoxicado por las novelas policíacas. Sus clases me aburrían tanto como las de todos, pero sus citas oportunas del francés callejero fueron buena ayuda para no morirme de hambre en París diez años después" (pg. 231).
"Una aventura pavorosa se la debo a las obras completas de Freud, que habían llegado a la biblioteca. No entendía nada de sus análisis escabrosos, desde luego, pero sus casos clínicos me llevaban en vilo hasta el final, como las fantasías de Julio Verne" (pg. 233).

Uno de los mejores recuerdos de aquel Liceo de disciplina férrea, es la lectura en voz alta de diferentes textos, que se hacía antes de dormir. "Los buenos tiempos empezaron con Nostradamus y El hombre de la máscara de hierro, que complacieron a todos. Lo que todavía no me explico es el éxito atronador de La montaña mágica de Thomas Mann, que requirió la intervención del rector para impedir que pasáramos la noche en vela esperando un beso de Hans Castorp y Clawdia Chauchat".
Luego de graduarse de bachiller, a la vida de García Márquez sobrevivieron en cascada una serie de acontecimientos fundamentales. Viviendo en Bogotá, a los veinte años, se había matriculado en la Universidad Nacional de Colombia como estudiante de derecho, carrera que jamás culminó, se publicaría su primer cuento en el suplemento literario del periódico más influyente de la época El Espectador, y sería testigo de uno de los episodios más importantes de la vida colombiana, el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, la destrucción de Bogotá en el episodio llamado el "Bogotazo" y la institucionalización de la violencia política con la represión del partido conservador en el poder y la respuesta guerrillera del partido liberal. Pero antes de afrontar el mundo real, García Márquez deseaba seguir investigando en la dimensión paralela de la literatura.
"Esto coincidía con mi determinación de aprender a construir una estructura al mismo tiempo verosímil y fantástica, pero sin resquicios. Con modelos perfectos y esquivos, como Edipo rey, de Sófocles, cuyo protagonista investiga el asesinato de su padre y termina por descubrir que él mismo es el asesino; como "La pata de mono", de W. W. Jacob, que es el cuento perfecto, donde todo cuanto sucede es casual; como Bola de sebo, de Maupasant, y tantos otros pecadores grandes a quienes Dios tenga en su santo reino" (pg. 322).
Luego de la traumática experiencia bogotana, García Márquez regresa a la costa, a Cartagena en donde continuaría en El Universal su labor periodística iniciada en El Espectador, así como luego integraría en Barranquilla una tertulia legendaria con otros inquietos intelectuales llamada el grupo de La Cueva, destacándose su amistad con Álvaro Cepeda, escritor que moriría de manera temprana.
"Al final me quedó claro que mis nuevos amigos leían con tanto provecho a Quevedo y James Joyce como a Conan Doyle" (pg. 404).
"Álvaro había iniciado entonces un tema que los otros no le discutían jamás: el cine. Para mí fue un hallazgo providencial, porque siempre había tenido el cine como un arte subsidiario que se alimentaba más del teatro que de la novela. Álvaro, por el contrario, lo veía en cierto modo como yo veía la música: un arte útil para todas las otras" (pg. 405).
Meses más tarde, García Márquez se radicó en Barranquilla, trabajó en el periódico El Heraldo, continuó la tertulia literaria con sus amigos, con quienes realizó varios proyectos editoriales como la revista llamada "Crónica". García Márquez por aquella época escribía literalmente de todo, desde reseñas de películas hasta crónica social, pasando por resúmenes de novelas policíacas y mientras terminaba de escribir su primera novela, La Hojarasca, empezaba a bosquejar lo que él pensaba se llamaría "La Casa" y terminó con el singular título de "Cien años de Soledad", pero seguía aprendiendo y sorprendiéndose cual niño.
"También recobré mi interés de adulto por las tiras cómicas, no como pasatiempo dominical sino como un nuevo género literario condenado sin razón al cuarto de los niños. Mi héroe, en medio de tantos, fue Dick Tracy. Y además, cómo no, recuperé el culto del cine que me inculcó el abuelo y me alimentó don Antonio Daconte en Aracataca, y que Álvaro Cepeda convirtió en una pasión evangélica para un país donde las mejores películas se conocían por relatos de peregrinos. Fue una suerte que su regreso coincidiera con el estreno de dos obras maestras: Intruder in the Dust, dirigida por Clarence Brown sobre la novela de William Faulkner, y El retrato de Jenny, dirigida por William Dieterle sobre la novela de Robert Nathan" (pg. 449).
No es extraño el gusto de García Márquez por la película basada en la obra de Faulkner, teniendo en cuenta su admiración por el escritor norteamericano. En cuanto al Retrato de Jenny (Portrait of Jenny) de 1948, es una película que ganó el premio Oscar por mejores efectos especiales, se destaca que se trata de una cinta en blanco y negro que hacia el final pasa en una secuencia pictórica al mundo del color.
De esta manera, hemos realizado un breve recorrido a través de la primera etapa de la vida del autor contemporáneo más leído, fase existencial signada por la presencia de aquellos espacios imaginarios pero tangibles que contribuyeron a que un aprendiz de dibujante de tiras cómicas se convirtiera en premio Nobel de literatura y mecenas del cine latinoamericano.
Dixon Moya.
Bogotá, Abril de 2003.
Comments
Re: Gabriel García Márquez y los mundos fantásticos
ami en lo particular me encanto esta obra me la regalo mi novio ami no me gustaba leer y despues me regalo el de cronicas de una muerte anunciada
Re: Gabriel García Márquez y los mundos fantásticos
me enorgullese saber que marquez es latino, a mi no mucho me gusta el libro "cien años de soledad"por que no es mi genero pero si les puedo decir que es interesante el mundo que proyecta marquez con su pequeño grado de libido y todo su modo de narrar los hechos de macondo, para todos aquellos que les guste lo magico de las generaciones lean a marquez