Infantes en el cine fantastico

NIÑOS FANTÁSTICOS

por José Antonio López.

Ya es un lugar común la aparición de pequeños en las más diversas películas, y el cine fantástico no podía ser la excepción.
Si bien pocas veces son presentados fuera de los grandes tópicos, como indefensas víctimas o como salvajes victimarios, no deja de ser un tema apasionante para recorrer y analizar.

El número de películas protagonizadas por niños es inmenso, y parece que cada vez está yendo a más. El cine fantástico, como la mayoría de géneros, suele presentarlos para despertar la ternura del espectador ante su inocencia y su indefensión; unas veces se ensalza la figura del héroe defensor de los débiles acompañándolo de un niño al que debe proteger, otras se busca la sonrisa utilizando la picardía o la ingenuidad infantil como alivio cómico (comic relief en inglés); son muletas un tanto facilonas de las que muchos directores tienen tendencia a abusar.

Un claro ejemplo lo tendríamos en Inteligencia artificial (A.I., 2001) donde el joven actor Haley Joel Osment se pasa la película poniendo cara de cordero degollado en primer plano, buscando a toda costa enternecer al espectador para disimular los defectos de un guión endeble que, eso sí, pone las cartas boca arriba en una línea de diálogo de un cinismo metalingüístico hasta ese momento inédito en el cine del director Steven Spielberg: "¿es que no veis que están usando a un niño para conmoveros?".

Aunque la utilización emocional de los pequeños es la norma, también a veces se le ha dado la vuelta a esa idea subvirtiendo el tópico y presentándolos como símbolo de maldad. El niño bueno y el niño malo son los dos estereotipos habituales del género.

1) Niños víctimas

En su libro de entrevistas con Alfred Hitchcock, François Truffaut, autor de homenajes a la infancia tan excelentes como La piel dura (L’argent de poche, 1976), comentaba que matar a un niño en el cine era algo muy delicado y prácticamente un abuso de poder del director, idea con la que el mago del suspense estaba de acuerdo. En el cine comercial la muerte de un menor sigue siendo un tabú importante que el género fantástico, incluyendo el gore y las cult-movies, ha respetado casi siempre, salvo algunas escenas como la de la niña en el lago de Frankenstein (1931), o el bebé del que se alimentan las vampiras en Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker’s Drácula, 1992).

Son muy pocas las películas sobre asesinos de infantes; sin duda la más importante es M el vampiro de Dusseldorf (M, 1931), basada en el caso de un psicópata real con predilección por las niñas. Aparte de algunos films dramáticos apartados del estilo de Hollywood como la reciente El juramento (The pledge, 2001), pocos se han atrevido a seguir la senda iniciada por M y entrar de forma realista en el muy escabroso terreno del crimen psicótico y/o sexual con críos como víctimas.

Sin embargo, algunas películas recientes sí se agarran a la transgresión de este tabú para intentar llamar la atención de un público cada vez más acostumbrado a ver de todo y más difícil de impresionar. Eso sí, no parece que los asesinatos de niños en películas de Guillermo del Toro (Mimic, 1997, o El espinazo del diablo, 2001) o de Michael Haneke (Funny games, 1997) busquen otra cosa fuera de la simple provocación; no tienen mayor razón de ser a nivel narrativo, aparte de complacer a cierto público y cierta crítica a los que les gusta presumir de políticamente incorrectos.

En otro cine menos realista y con más ropaje de género, sí se cuentan historias de hombres del saco en la tradición de los cuentos de hadas, como en el clásico La noche del cazador (Night of the hunter, 1955). En ese caso, los asesinos se aprovechan no sólo de la indefensión de los niños, sino también de la incredulidad de los adultos ante lo que les cuenten los pequeños. Aunque los malvados estén muy bien considerados entre los mayores, muchas veces los chavales, al igual que los animales domésticos, resultan más difíciles de engañar, como ocurre también en El padrastro, El buen hijo, Invaders from Mars (1953), o en El muñeco diabólico (Child’s play, 1988), título que sacaba provecho también de la connotación inquietante que tienen los juguetes infantiles.

- Los niños videntes

A veces la perspicacia infantil rebasa los límites de lo sobrenatural; los niños con poderes de todo tipo son casi un subgénero en el cine fantástico. Tradicionalmente el celuloide representa a los más pequeños, como hace también en buena medida con las mujeres, como seres sensibles, más emocionales y menos racionales que los hombres adultos, y por lo tanto con más posibilidades de entrar en contacto con espíritus.

El ya mencionado Haley Joel Osment en El sexto sentido (The sixth sense, 1999) ha pasado por méritos propios a encabezar el libro de oro de los niños videntes; los fantasmas que ve no son malvados pero sí angustiosos: no parecen estar contentos en el más allá sino vagar erráticos y confusos. Estos espectros un tanto existencialistas tienen también problemas de comunicación con el chaval, solamente uno de ellos consigue transmitirle lo que quiere y exorcizarse.

Era evidente que El sexto sentido iba a traer a otros críos con el mismo don; en El último escalón (Stir of echoes, 1999) el hijo de Kevin Bacon es el primero en percibir al fantasma que hay en la casa, que viene con la más tópica intención de desenmascarar a sus asesinos. La patética La bendición (Bless the child, 2000) fue otra vuelta a esquemas más manidos, la niña con poderes a la que la secta maléfica secuestra para utilizarla en su beneficio, un planteamiento similar al de otras películas como Los creyentes (The believers, 1987).

Una de las pequeñas con línea directa con la otra dimensión más recordadas es sin duda la Carol Anne de Poltergeist (1982), devorada por el televisor justo el mismo año en el que James Woods pasaba por lo mismo en Videodrome. En cambio, los espíritus de El resplandor (The shining, 1980) no necesitaban canalizarse a través del tubo catódico, habían invadido todo el hotel donde transcurre la película, tanto las habitaciones como los pasillos por los que el hijo de Jack Nicholson intentaba escapar con su triciclo de un par de inquietantes gemelas que querían ser sus compañeras de juego. En este caso Stephen King, autor de la novela original, dotó al chaval de un don más allá de la simple videncia: era capaz de comunicarse por telepatía con adultos que también poseían el "Resplandor" y que identificaban a uno de los suyos rápidamente (escena que luego se repetirá en El ultimo escalón). En Ojos de fuego (Firestarter, 1984), Drew Barrymore fue otra niña prodigio surgida de la literatura de King aunque con un poder mucho más concreto, crear fuego a voluntad.

2) Niños diabólicos

El mal oculto bajo el rostro inocente de un niño es una idea perversa y sugerente a la que el cine de terror ha sacado mucho partido. Uno de los títulos pioneros en este campo fue The bad seed (1956), una serie B con demasiado metraje cuyo tono oscila entre el sensacionalismo y la cursilería kitsch. Patty McCormack consiguió una nominación al Oscar por interpretar a una niña repelente que no dudaba en asesinar a quien se le pusiera por delante. En El otro (The other, 1972), el director Robert Mulligan retomó este planteamiento con un tono más onírico, jugando además con la oposición entre el bien y el mal, representados por dos hermanos gemelos.

Joseph Ruben se inspiró seguramente en esta película para su regreso al terror en la familia, tema que ya había planteado en El padrastro (The stepfather, 1987); El buen hijo (The good son, 1993) trataba de un chaval que, tras la muerte de sus padres, iba a vivir con sus tíos y se encontraba con que su primo tenía afición por juegos cada vez más peligrosos. El niño malo era además la gran estrella infantil de la época, Macaulay Culkin (por cierto que la explotación a la que se somete a los niños prodigio como él daría para un film mucho más terrorífico que cualquiera de estos). Los casos reales ocurridos en los últimos años de menores de edad acusados de asesinato convierte a todo este tipo de películas en políticamente incorrectas, así que probablemente tardemos en ver otro proyecto con un planteamiento parecido.

Más frecuentes que los pequeños psicópatas son los críos poseídos por espíritus malignos. Uno de los títulos más taquilleros de la historia del cine de terror, El exorcista (The exorcist, 1973), utilizaba el contraste entre la dulce Regan de doce años y el monstruo en que se convierte cuando el demonio de un asesino entra en ella. Sus convulsiones, vómitos verdes, blasfemias, y autoviolación con un crucifijo forman parte fundamental de la historia del género. Eso sí, sólo los diablillos de segunda clase necesitan hacer todo ese espectáculo para llamar la atención; cuando el mismísimo Lucifer baja a la Tierra en La profecía (The omen, 1976), no necesita de ninguna parafernalia; el pequeño Damien da miedo por su pose rígida y su mirada inexpresiva y glacial.

No sólo la posesión demoníaca genera niños-monstruo no humanos; la mordedura de un vampiro convirtió a Kirsten Dunst en la chupasangre más joven de la historia del género en Entrevista con el vampiro (Interview with the vampire, 1994). Y en el espacio exterior también hacen de las suyas: los extraterrestres dejaban embarazadas a las mujeres de El pueblo de los malditos (The village of the damned, 1960, con remake en 1995), engendrando una raza de chavales sin sentimientos que buscan el exterminio de los adultos.

El ejército de niños dispuestos a acabar con los mayores es también el argumento de una interesante obra de culto del fantástico español, Quien puede matar a un niño (1976) del gran Narciso Ibáñez Serrador; allí los críos atacaban de forma repentina y enigmática en la línea de Los pájaros (The birds, 1963), pero esta inquietante ambigüedad se la cargaba en buena parte un prólogo explicatorio de imágenes documentales con pequeños víctimas del hambre y de las guerras. Lo que venía después, por lo tanto, era la venganza de la infancia contra los abusos de los adultos. Otra muestra más de comunidad de asesinos infantiles fue Los chicos del maíz (Children of the corn, 1984), inspirada en otro relato del prolífico Stephen King.

Pero sin duda, la máxima perversión es llevar los instintos homicidas a la más tierna infancia. El bebé asesino supone una transgresión del tópico de la inocencia infantil demasiado fuerte y alejada de lo verosímil para los esquemas del cine comercial, por lo que es un subgénero propio de la serie B. Estoy vivo (It’s alive, 1974) es seguramente el título más conocido entre los que abordan el tema del recién nacido homicida; un pequeño monstruo cuyo progenitor es el primero en querer asesinarlo, aunque luego se despertará su instinto paternal e intentará proteger a su criatura de forma paradójicamente conmovedora.

Tampoco podemos olvidarnos del bebé zombi de Braindead (1992), de las criaturas que Samantha Eggar daba a luz en Cromosoma 3 (The brood, 1979) ni, por supuesto, del feto demoníaco de La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968), aunque ahí el director, Roman Polanski, jugaba a insinuar que era la mente perturbada de Mia Farrow la que le hacía ver algo diabólico en su embarazo, una doble lectura destrozada por el nefasto título que los distribuidores españoles dieron a un film que se llamaba simplemente El niño de Rosemary. Un paso más allá en esta idea del bebé monstruo como expresión de las pesadillas de su progenitor ante la idea de la paternidad lo constituye Cabeza borradora (Eraserhead, 1978), la ópera prima de David Lynch.

3) Niños más allá del estereotipo

Los personajes infantiles suelen construirse en base a los dos estereotipos analizados; los niños buenos normalmente son pasivos, obedientes y se limitan a ser víctimas y sufrir en silencio; los niños que actúan, que hacen preguntas, o que se cuestionan de alguna forma la autoridad de sus mayores suelen ser malvados. Por supuesto, unas pocas películas rehuyen estos clichés, o juegan a subvertirlos.

Otra vuelta de tuerca

(The turn of the screw) de Henry James, una de las obras literarias más importantes del gótico decimonónico, jugaba de forma magistral con las ideas del bien y el mal, la inocencia y la perversidad. Una joven institutriz se pone al cargo de dos niños; al parecer su predecesora en el cargo tuvo con un empleado de la casa una relación sexual de la que los pequeños parecen estar al corriente. La joven se horroriza ante la supuesta perversidad de los críos, que parecen estar en contacto con los espíritus malignos de los ocupantes anteriores de la casa. ¿Eran la antigua institutriz y el criado personajes negativos, o simplemente libres y carentes de los prejuicios mojigatos de la protagonista? ¿Los niños son perversos realmente, o sólo quieren saber la verdad y no vivir en el oscurantismo como su profesora? Su ambigüedad y sus múltiples posibles lecturas convierten a Otra vuelta de tuerca en una obra maestra del género que ha conocido muchas versiones en el cine; la más conocida de ellas es The innocents (1961).

Esta historia además ha inspirado sin duda a Alejandro Amenábar a la hora de llevar a cabo Los otros (The others, 2001). Allí, mientras el hijo pequeño representa el estereotipo tradicional de niño bueno víctima asustadizo y sumiso, la hija mayor prefiere rebelarse, cuestionarse los dogmas que su madre le impone, y, ante la aparición de lo supuestamente sobrenatural, no quiere esconderse y vivir en la ignorancia como su hermano y su madre sino enfrentarse a ello, lo que la hace parecer malvada según los cánones tradicionales; algunos dijeron en su día que la fotofobia que sufren los niños de Los otros no es más que un pretexto para dar una ambientación tenebrosa a la película, pero no es precisamente gratuito que la madre haga vivir a los niños en una casi completa oscuridad por temor a que la luz, una de las más típicas metáforas del conocimiento, pueda dañar a sus hijos.

Los otros

emparenta también por el uso de esta simbología con El jardín secreto (The secret garden, 1949 con remake en 1993), otro ataque contra la educación represiva donde también un niño era obligado por sus mayores a vivir en penumbra sin poder salir al jardín del título, en el que en realidad no había ningún peligro, sino plantas y belleza. Aunque constituye un universo aparte, también El espíritu de la colmena (1973), obra clave del cine fantástico y de autor español, es otra historia de una niña en busca del conocimiento enfrentada al oscurantismo que la rodea, en este caso el de la España franquista de posguerra.

Otras películas, en vez de cuestionarse los clichés sobre los niños, prefieren ignorarlos directamente y presentar otro tipo de personajes infantiles. Uno de los ejemplos más positivos y desgraciadamente excepcionales de cine fantástico inteligente con niño protagonista y dirigido a público infantil (aunque también al adulto), fue Matilda (1996), basada en una obra del genial escritor Roald Dahl. Matilda es una heroína en la línea de Spiderman; es tímida, inadaptada, y no se encuentra a gusto en su familia. Sin embargo puede usar sus poderes sobrenaturales para vengarse de la prepotencia de los adultos, sin caer naturalmente en el gamberrismo paupérrimo de Solo en casa (Home alone, 1990) y similares. Por lo tanto, parece una clara antecesora del famosísimo Harry Potter; es bueno que nos recuerden de vez en cuando que cine familiar no tiene por que ser sinónimo de bodrio.

Comments

Re: Infantes en el cine fantastico

por que no para mejorar un poco su sitio web, (a petición de varios usuarios) poner algunos hechos veridicos o semiveridicos en esta ficha...
ATTE: VOID

Re: Infantes en el cine fantastico

Ratifico que todos los hechos mencionados son verídicos, es decir que se refieren a películas que realmente existen.
Ahora bien, si lo que buscas con "hechos veridicos" (o semiveridicos!!) son "casos reales" de niños poseidos por demonios y demás, lamento decirte que has llegado al lugar equivocado. En QuintaDimension.com hablamos de cine, comics o literatura, no de otra cosa.

Re: Infantes en el cine fantastico

DESDE LA MALA SEMILLA, A EL EXORCISTA, OCURRIERON MUCHOS CAMBIOS.
EN LA ACTUALIDAD EL SEXTO SENTIDO, ES LO MAS REPRESENTATIVO EN CINE DE HORROR CON NIÑOS COMO PROTAGONISTAS.
SIEMPRE ME FASINE CON LAS PELICULAS DE NIÑOS VINCULADOS DE ALGUNA MANERA AL HORROR.
QUIEN PUEDE OLVIDAR QUE LA PEQUEÑA ACTRIZ DE POLTERGEIST, FALLECIO REALMENTE FILMANDO LA PARTE TERCERA DE DICHA SAGA, COMO SI LOS ESPIRITUS DEL FILM FINALMENTE LA HUBIESEN LLEVADO..

Y QUE PASO CON LINDA BLAIR, TRAS FILMAR EL EXORCISTA, SENCILLAMENTE NADA...
NO MAS QUE UNOS POCOS FILMS CLASE B, COMO SI EL PERSONAJE DE REGAN SE HUBIERA COMIDO A LINDA...PARA SIEMPRE.

COSAS INEXPLICABLES DEL CINE...

C.A.M.

Re: Infantes en el cine fantastico

la niña del exorsista nunca mas se vio y en ese tiempo la culparon de decir muchas palabras obxenas y dijeron hasta que estaba loca y la de postergueis que al final fallecio y todo por un personaje yo digo que las peliculas de terror aveces son muy fuertes para ser interpretados por niños ya que afecta su cerebro y los hace pensar que alomejor existe o puede ser que se metan mucho en el personaje y se lo terminen creyendo.
ya que mi hija se volvio loca tanto ver peliculas de terror , y ahora esta en el manicomio y como debe ser para los niños que interpretan las peliculas de terror

Re: Infantes en el cine fantastico

yo encuentro que el exorcista hizo cambios pero no se le da todo el merito a esa pelicula ya que las demas peliculas como sexto sentido no parecen de miedo ya que son como para reflexionar y pensar que hay algo despues de la muerte y saber que en muchos casos no es muy buena la vida que uno tiene despues de la muerte.
por eso no hay que meter todas las peliculas en el mismo saco.

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