Una conversación con Fernando Sorrentino

UNA CONVERSACION (VIA MAIL) CON FERNANDO SORRENTINO

por Jorge Oscar Rossi

Sorrentino es conocido por sus entrevistas a Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, su exitosa trayectoria en el campo de la literatura infantil y una narrativa que gusta transitar juguetonamente por los territorios de lo fantástico. En este breve reportaje tratamos de aproximarnos a los puntos más destacados de su obra.

Confiesa que le gusta más leer que escribir. También cuenta que "según dicen los hombres dignos de fe, en mi literatura de ficción hay una curiosa mezcla de fantasía y humor que discurre en un marco a veces grotesco y siempre verosímil".

Los que hacemos Quinta Dimensión no somos dignos de fe, la indignidad nos sienta mejor, pero quien quiera puede creernos si decimos que Fernando Sorrentino tiene el estilo mencionado hasta cuando escribe su correo electrónico.

Sorrentino nació en Buenos Aires en noviembre de 1942 y es conocido por sus entrevistas a Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, su exitosa trayectoria en el campo de la literatura infantil y una narrativa que gusta transitar juguetonamente por los territorios de lo fantástico.

Precisamente, su obra narrativa se compone de seis libros de cuentos (La regresión zoológica, 1969; Imperios y servidumbres, 1972; El mejor de los mundos posibles, 1976; En defensa propia, 1982; El remedio para el rey ciego, 1984; El rigor de las desdichas, 1994), un relato extenso (Costumbres de los muertos, 1996) y una novela no demasiado larga (Sanitarios centenarios, 1979).

Asegura que escribió su primer libro para niños, (Cuentos del Mentiroso, 1978), "debido a una especie de ataque de soberbia". A este libro le siguieron El Mentiroso entre guapos y compadritos, (1994); La recompensa del príncipe, (1995); Historias de María Sapa y Fortunato, (1995); El Mentiroso contra las Avispas Imperiales, (1994); La venganza del muerto, (1997); El que se enoja, pierde, (1999) y Aventuras del capitán Bancalari, (1999).

Sus dos libros de entrevistas. Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, (1974); y Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares, (1992), lo pusieron frente a dos escritores geniales y con personalidades muy diferentes.

Lo entrevistamos y, como el lector memorioso advertirá, no pudimos evitar repetir algunas de las preguntas que le hicimos a Carlos Gardini. No es falta de originalidad (bueno, tal vez haya un poco de eso), sino interés en comparar las respuestas.

 

QuintaDimension:¿Cómo empezaste con tu carrera literaria y cuándo fue el momento en que pensaste "ahora soy un escritor"?

Fernando Sorrentino: Mi carrera literaria la empecé, desde luego, como lector. Digamos que, desde que dejé de ser analfabeto hasta más o menos mis treinta y cinco años de edad, yo fui una especie de "máquina de leer". Apenas terminaba un libro, empezaba otro, y así sucesivamente. Como suele ocurrir, trataba de escribir, y sabe Dios las estupideces e infantilismos que redacté hasta más o menos mis veinte o veintidós años de edad.

Pero yo escribía en secreto. Yo nunca formé parte de ningún grupo literario y, aunque tengo amigos escritores, jamás se me ocurrió —ni se me ocurrirá— mostrarles a otras personas mis originales. De manera que, además de mí, sólo hay una persona que lee mis originales antes que el lector: el editor que juzgará si pueden publicarse o no.

Pero, desde luego, existe el hecho casi mágico de verse publicado por primera vez, el hecho de pensar que personas absolutamente desconocidas van a leer lo que uno escribió. En 1969 vi por primera vez dos de mis cuentos publicados: uno en la revista Bibliograma (que dirigió durante siglos Aristóbulo Echegaray), y otro en la revista Nuestros Hijos (donde obtuve una modesta mención en un concurso de "Cuentos con chicos"). Y ese año apareció también mi primer libro, La regresión zoológica, que es de flojito para abajo.

Acaso en ese instante, al ver todo un libro del que yo era autor, habré pensado "Ahora soy un escritor". Naturalmente, ése es un pensamiento pueril, y ahora ni siquiera pienso en eso. Porque, ¿qué es un escritor? ¿Dónde empieza y donde termina un escritor? Yo creo que un escritor es Cervantes, que un escritor es Kafka. Pero, según parecen creer los medios de comunicación, también son escritores Robin Cook o Tom Clancy, y muchos de sus émulos vernáculos, que reclutan sus lectores entre los estudiosos de la revista Gente o de la revista Caras.

 

QD:¿Cómo surgió la posibilidad de hacer y publicar las Siete conversaciones con Borges y con Bioy Casares?

FS: La misma editorial que cometió la imprudencia de publicarme La regresión zoológica tenía el plan de publicar una colección con entrevistas a escritores, y su propietario me preguntó si yo me animaba a preparar uno de los volúmenes. Como yo conocía bastante bien la obra de Borges, le dije que sí y que, si el tema estaba libre, yo elegía hacerle las entrevistas a Borges. La editorial —que era diminuta y hacía lo que podía— no me brindó la menor infraestructura. De manera que, un buen día, yo subí la escalinata de la Biblioteca Nacional, en la calle México al 500, y, muy suelto de cuerpo, le pedí a la secretaria hablar "con el señor Borges". A diferencia de lo que haría una vedette o cualquier pelafustán autor de best-sellers, que posiblemente interpondría alguna demora para "darse su lugar", al instante Borges salió de su despacho al pasillo. Le expliqué lo que deseaba hacer y, sin poner ningún obstáculo, aceptó hacerlo. Cosa realmente notable, porque, en aquella época, desde el punto de vista literario yo no existía y apenas tendría 26 ó 27 años. A lo largo de tres o cuatro meses se hicieron las grabaciones (en un pesadísimo grabador Philips, de cinta descubierta —estamos hablando del año 1970—). Más tarde yo las desgrababa en casa en mi máquina Remington Rapid-Riter modelo 1960 y, bueno, así —en términos futbolísticos, "transpirando la camiseta"— se formó el libro. Lástima que, cuando el libro estuvo concluido, resultó que también estaba concluida la editorial que me lo había encargado. De manera que me encontré con el original terminado, y tuve que empezar a buscar editorial. Ocurrieron muchos contratiempos hasta que, al fin, el libro fue publicado, en 1973, por Casa Pardo. Durante muchísimos años me desentendí de él, hasta que, en 1996, El Ateneo publicó una nueva edición, que aproveché para mejorar muchísimo en las notas explicativas.

Con Bioy la relación era distinta, porque ya nos conocíamos de antes y teníamos una relación cordial y amigable. Así que, en 1988, se me ocurrió proponerle el trabajo y lo hicimos muy fácilmente. Después vino el maldito año 1989, el de la hiperinflación alfonsiniana, (N de la R: para los no argentinos, se refiere al gobierno del presidente Raúl Alfonsín) y yo no tenía ni tiempo ni ánimo para buscar editor. De manera que el libro estaba a medio hacer: había una cierta cantidad de la entrevista desgrabada, pero la mayor parte no estaba desgrabada: yo no tenía ganas de desgrabarlo. En 1992, hablando de otras cosas con Luis Chitarroni, le comenté de la existencia del libro a medio hacer. Él me pidió ver lo que ya existía, le gustó y quedamos en que Sudamericana iba a publicarlo. Con esa promesa, desgrabé las casetes que faltaban y ese mismo año 1992 apareció el libro.

 

QD:¿Como fue tu relación con ambos escritores en el transcurso de las entrevistas?

FS: Fue muy diferente. En el caso de Borges, yo tenía, no sé, veintisiete, veintiocho años. Era inexperto y tímido, aunque con infinita confianza en mí mismo, la misma que sigo teniendo. ¡Y Borges era el gran Borges! Era el ídolo de mis lecturas, el hombre cuyas obras yo leía y releía… y ahí tenía la oportunidad de preguntarle tantas cosas que me interesaban… De manera que Borges hablaba y yo lo miraba embobado, en una suerte de enamoramiento literario. Borges tenía setenta o setenta y un años y, como antes y como después, desplegaba el espectáculo de esa inteligencia descomunal, ese ingenio sin límites.

En cambio, con Bioy las diferencias no eran tan mayúsculas. Bioy me llevaba veintiocho años de edad, ya nos conocíamos de antes, yo había publicado bastante y, además, la personalidad de Bioy no era tan "intelectual" como la de Borges. Bioy era una persona mundana, a la que, además de la literatura, le gustaban muchas otras cosas, especialmente las mujeres (gusto que aplaudo y comparto). Muchas veces me decía: "Esto que te voy a contar no lo pongas en el libro". Y me contaba —con nombres y apellidos— alguna de sus historias galantes. Desde luego, yo respeté su pedido, y esas anécdotas no se publicaron.

 

QD: Para algunos autores, cuando una obra es publicada, ya no se le debe cambiar ni una coma. En tu caso, publicaste en el 2000 una segunda edición de Sanitarios centenarios, muy reelaborada. ¿Por qué esa reelaboración? ¿No sentiste, como les pasa a otros escritores, que "tocaste" algo que ya tenía vida propia?

FS: No, no tengo esa superstición. Si yo puedo corregir un relato veintiún minutos después de haberlo escrito, ¿por qué no voy a poder corregirlo veintiún años después? ¿Qué diferencia puede haber? Uno aprende toda la vida: cuando pasaron cuatro o cinco años de la primera edición de Sanitarios, yo, al releerlo, encontré una apreciable cantidad de cosas que no me gustaron. Entonces, cuando se presentó la oportunidad de que Sudamericana reeditara el libro, aproveché para mejorar esas cosas erróneas: situaciones mal resueltas, excesos de énfasis, superpoblación de adjetivos y adverbios, en fin, errores que, pudiendo eliminarlos, ¿por qué dejarlos…? Creo que hice muy bien, porque la nueva edición me parece infinitamente mejor que la anterior, y no creo que ahora pueda volver a cambiar nada.

 

QD: También escribís literatura infantil: ¿cómo empezaste?, ¿qué puntos de contacto le encontrás con la literatura fantástica?

FS: Empecé debido a una especie de ataque de soberbia, que suelo ilustrar con versos de mi idolatrado Martín Fierro: para hacer bien ciertas cosas, "más que el sable y que la lanza / suele servir la confianza / que el hombre tiene en sí mismo". Yo conocía señoras muy infatuadas, que habían escrito no sé qué libritos de literatura infantil y que se daban aires de gran personaje, como si hubieran escrito, no sé, el Quijote o La divina comedia o el Hamlet. Llevado de cierto espíritu maligno que a veces se posesiona de mí, se me ocurrió leer el más exitoso de esos libros infantiles, y me dije: "Si esto se considera bueno…, yo puedo escribir cosas bastante mejores que este libro". Y, en efecto, muy rápidamente escribí los Cuentos del Mentiroso, que publicó Plus Ultra en 1978, y que se convirtió en una especie de "clásico", reeditado sin cesar hasta el día de hoy.

Lo que me gusta de la literatura infantil es, justamente, eso que decís vos: los puntos de contacto, no sé si con la literatura fantástica, pero sí con el mundo de la fantasía. La libertad para delirar un poco, para jugar con las leyes del tiempo y del espacio, para hacer bromas lingüísticas, etcétera, etcétera. El hecho es que, si bien no es lo que más me interesa, escribo con gusto literatura para chicos y, según parece por el grosero dato de las buenas ventas, esos libros tienen buena acogida, y no puedo quejarme.

 

QD: Decís que a lo largo de tu carrera escribiste poco, ¿Cuál es tu estilo de trabajo?

FS: Mi estilo de trabajo es inexistente. Puedo pasar meses y años sin escribir absolutamente nada. No tengo ni quiero tener ninguna disciplina. Si, un buen día, se me ocurre tema para escribir un relato, muy bien, me siento y trato de escribirlo. Pero, si el tema se me resiste, si el relato no sale fácil y fluidamente, me digo "Esto no es para mí" y lo dejo. Por eso escribo tan poco: por una mezcla de pereza, de falta de contracción al trabajo y de la idea de que no tengo que escribir por escribir. La contrapartida de esto es que, si bien escribí muy poco, tuve la suerte de publicar prácticamente todo lo que escribí. Ahora sólo tengo inédito un libro de cuentos para adultos, y supongo que no pasará demasiado tiempo hasta que pueda publicarlo (tampoco me puse en campaña con la energía necesaria).

 

QD: ¿Te sentís más cómodo escribiendo cuentos o novelas, ficción o entrevistas, literatura "adulta" o infantil?

FS: Lo que más me gusta es escribir cuentos. Empezar una historia y terminarla en un lapso relativamente corto. Por otra parte, me doy cuenta de que no se me ocurren temas para escribir novelas, temas que alcancen para la extensión de una novela. La excepción fue Sanitarios centenarios, que, en realidad, es una sucesión de capítulos cómicos, con la unidad temática de la voz del narrador en primera persona.

También me gusta escribir ensayos y artículos sobre temas de literatura, o problemas de lingüística, curiosidades de traducciones mal hechas, expresiones objetables, etcétera.

Pero —dicho de otro modo— me siento cómodo en todo lo que escribo, pues, si me sintiera incómodo, no lo escribiría: no hago lo que no me gusta hacer.

 

QD: ¿Cómo ves el panorama actual y futuro de la literatura fantástica argentina?

FS: Por alguna perversidad espiritual, tiendo más bien a leer a los autores que tienen más años que yo, de manera que conozco poco y nada la producción de gente de mi edad o de personas menores que yo.

 

QD: Aunque me la contestaste con el gesto de autorizar la publicación de dos de tus cuentos en Liter Área Fantástica, me gustaría que me contaras cuál es tu posición acerca de autorizar la publicación de cuentos en sitios de Internet o fanzines. Lo pregunto porque muchos autores famosos se niegan a hacerlo salvo que les paguen sus derechos.

FS: Bueno, no sé. En principio, ni siquiera me planteé ese problema. Pero creo que, si la publicación en Internet no obstruye las ventas del libro propiamente dicho, no es objetable. Ahora, si compite con éste, sería otro cantar. Pero lo cierto es que no sé si es perjudicial o benéfico. Mientras se elucida este misterio, no tengo ningún inconveniente que algunos cuentos míos estén en la red.

 

QD: ¿Te manejas con un agente literario?, ¿te parece necesario o útil tener uno?

FS: No, no me manejo con ningún agente literario. Y ni siquiera conozco alguno.

 

QD: Por tu bibliografía, sos un autor argentino editado en la Argentina ¿Te resultó fácil o difícil publicar acá?, ¿y en la actualidad?

FS: También publiqué en España. Mi segundo libro de cuentos, Imperios y servidumbres, fue publicado en Barcelona por Seix Barral en 1972: yo era entonces un "promisorio joven" de apenas veintinueve años. Paradójicamente, me resultaba mucho más fácil publicar antes, cuando nadie me conocía, que ahora, cuando tengo una buena cantidad de libros publicados. Digamos que, en las décadas del 70 y del 80, sólo debía escribir el libro y publicarlo. Pero, a partir de la década del 90, las editoriales se han vuelto extremada y groseramente comerciales, y casi no publican nada que no tenga asegurada una venta inmediata y rentable. De ahí las porquerías que se suelen publicar, destinadas al público burdo, al público lector de diarios y revistas de actualidades.

 

QD: Algunos autores aseguran que nunca trabajarían por encargo de una editorial, teniendo que ceñirse a pautas de tiempo de entrega, extensión y tema. Otros no tienen inconvenientes e incluso están los que se sienten más cómodos de esa manera que trabajando con absoluta libertad. ¿Cómo es en tu caso?

FS: El trabajar por encargo tiene el estímulo de la cuasiseguridad de la publicación del libro. Yo he escrito y publicado por encargo y sin encargo. Y ninguna de las dos situaciones me llevó al paraíso ni al borde del suicidio. Pero, en términos generales, tengo un concepto más bien artesanal de la literatura, la idea de que debo escribir de la manera que me dé la gana y tomándome el tiempo que me dé la gana.

 

QD: ¿Qué opinás del tan mentado libro electrónico como alternativa para distribuir y comercializar libros?, ¿vos la adoptarías?

FS: Lamento contestar que no tengo la menor idea al respecto. No estoy informado sobre el tema.

QD: ¿Alguno de tus cuentos o novelas te resulta "más querido" que los demás? ¿Por qué?

FS: Considero —y no voy a decir las razones— que lo mejor que he escrito en toda mi vida son los tres cuentos —dos largos y uno relativamente breve— que forman el libro El rigor de las desdichas, que se publicó en 1994.

QD: ¿Para que sirve un taller literario?

FS: Imagino que, sobre todo, para aprender a evitar los errores.

QD: ¿Cuáles son tus proyectos literarios futuros?

FS: No tengo proyectos de escritura. Tomo la escritura casi como un devenir casual: cuando tengo bastantes páginas como para formar un libro, intento publicarlo. Que lo logre, es otro asunto.

 

Cuentos de Fernando Sorrentino para leer on-line

UN LIBRO ESCLARECEDOR
http://www.quintadimension.com/literarea/zancos.html
LA CORRECCION DE LOS CORDEROS
http://www.quintadimension.com/literarea/corderos.html

 

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