Shivers (1975) de David Cronenberg

La invasión de los parásitos afrodisíacos reptantes

por Diego Faraone

Si bien Vinieron de dentro de... (Shivers) (1975) es el tercer largometraje Cronenberg, es también uno de los fundacionales en lo que respecta a los tópicos que recorreria en su filmografia posterior:
Y también es un pequeño clásico del cine gore, que no es poco.

La idea original es de William Burroughs y consiste en un virus que se aloja en el interior del hombre, logrando suplantar alguna de las funciones de su organismo. De esta manera entre este virus y el humano se genera una suerte de relación simbiótica, no pudiendo vivir uno sin el otro. Pero el hombre, creyendo tener absoluto dominio sobre el virus, no se da cuenta de que este ha usurpado sus patrones de comportamiento, y quien controla su vida es este virus/parásito y no él. Segun la concepción de Burroughs este virus no es otra cosa que el lenguaje, al que nosotros creemos dominar, cuando en realidad condiciona nuestras maneras de pensar, nuestros modos de relacionamiento, nuestra vida entera.
Esta idea de fusión burroughsiana resumida aquí en forma tan atropellada tiene sus ecos en la mayoría de las películas de Cronenberg, quien homenajea al escritor en forma obsesiva e insistente. Buscar en Shivers alusiones al lenguaje es sin duda forzar demasiado la lectura; Cronenberg parece hacer pie en Burroughs para crear este engendro, pero no lo copia. Sus películas toman entonces la dimensión que sólo un autor enormemente talentoso puede darles, logrando significaciones diferentes a las de las fuentes originales de inspiración.
Otro referente inevitable para Shivers es la película La noche de los muertos vivientes (George Romero, 1968), pero la lógica de zombies caníbales traídos a la vida por un mutágeno no parece haber convencido demasiado a Cronenberg, quien reformuló la historia imprimiendo en ella sus inquietudes personales, y dándole además una base algo más científica: el causante de zombificar a la gente ya no es un mutágeno sino parásitos que una clínica experimental ha generado para curar enfermedades terminales, y que se colocan en el lugar de ciertos organos defectuosos de los pacientes con el objeto de que cumplan eficazmente sus funciones.
El asunto adquiere tintes inequívocamente cronenbergianos cuando los portadores de los parásitos comienzan a ser víctimas de una lujuria irreprimible (y aquí el lenguaje y los prejuicios me traicionan; pongo "víctimas", pero créanme que los zombies no parecen pasarla nada mal), e intentar contagiar este flagelo a quien se les cruce. Es llamativo que en esta relectura del relato de los zombies, estos no padezcan de una "muerte cerebral", por la que desaparece todo vestigio de humanidad, sino que hasta parecen comportarse como gente "normal", pero liberada de las rígidas ataduras de la autorrepresión.
En una escena crucial de la película, la actriz Lynn Lowry se desahoga contándole al protagonista: "tuve un sueño preocupante anoche. En él me encuentro haciendo el amor con un extraño, pero tengo problemas porque es viejo y moribundo y huele mal y lo encuentro repulsivo. Pero entonces él me dice que hasta la carne vieja es erótica, que la enfermedad es el amor de dos criaturas entre sí, que morir es un acto de erotismo, que hablar es sexual, respirar es sexual, y que incluso la existencia física es sexual. Y yo le creo y hacemos el amor de maravilla". En esta cita y a lo largo de su obra Cronenberg parece decir que las verdaderas pulsiones no conocen una orientación sexual definida, y los tabúes, las prohibiciones, los gustos estéticos, son pautas culturales adquiridas y grandes escollos para que el individuo alcance su plenitud sexual.
Es innegable el goce que se siente al ver en la película a quienes otrora habían sido yuppies correctos y pulcros convertidos en verdaderos sexópatas desbocados, sumergidos en una orgía sangrienta. La anarquía sexual causada por los parásitos deriva en violaciones, lesbianismo, homosexualidad, incesto, pedofilia, y hasta en coprofagia, si se tiene en cuenta que los parásitos se asemejan a heces reptantes. El director había dicho en una entrevista para la Rolling Stone "El artista quiere darte lo que tú no sabes que quieres, algo que la próxima vez ya podrás saber que te gusta, pero que nunca supiste que querías". Lo viscoso, lo carnal, lo orgánico en su cine producen tanto rechazo como fascinación; Cronenberg tiene la extraña facultad de saber transmutar una situación aparentemente desagradable en algo inquietantemente placentero.
La amplia mayoría de las películas del cine gore desde sus comienzos hasta ahora no tiene el poder de impresión que aún conserva Shivers. Cronenberg siempre ha sido muy meticuloso en lo que refiere al cuidado estético de sus films, y esta película no ha envejecido a nivel técnico ni en su temática. No se debe dejar de lado tampoco que las primeras obras del director sentaron las bases y fueron pasto de inspiración para otros grandes productos viscosos como Eraserhead (David Lynch, 1978) o Alien (Ridley Scott, 1979) y más adelante para obras maestras del videoclip como las del oscuro y grandioso grupo norteamericano Tool.(1)
Es evidente la arremetida del director contra una clase social a la que probablemente considere falsa e hipócrita. En cierto momento el espectador se entera de que el científico suicidado que había creado y esparcido a los parásitos guardaba un profundo rencor contra la humanidad, y veía al hombre como un ser abyecto que hasta tal punto lo sobrerracionalizó todo, que se ha vuelto incapaz de satisfacer sus más elementales instintos. Este científico loco probablemente no sea otro que el mismo Cronenberg, creador de toda esta desestructurante parábola sobre las propias limitaciones del ser humano.
Según el crítico Bob Stephens,(2) el complejo habitacional donde transcurre la acción, que habría sido ideado arquitectónicamente para aislar los sonidos y crear un ambiente apacible y confortante, opera en forma contraria a su razón de ser cuando el ataque de los zombies, confinando y causando la incomunicación entre las víctimas. La alienación del individuo en apartamentos compactos se revierte cuando la liberación sexual, en una vuelta del hombre a sus orígenes, culmina por integrar a perfectos desconocidos en orgías colectivas.

Dato bizarro: durante la filmación la actriz Susan Petrie rogó a Cronenberg que la golpeara, ya que le importaba mucho el papel y lo lograba llorar por voluntad propia. Luego de dudarlo un rato, y vista la insistencia de la actriz, Cronenberg accedió y la abofeteó, pero ella pidió que lo hiciera aún más fuerte. Esto se fue convirtiendo en un ritual al que se fue acostumbrando todo el equipo de producción. Cada vez que se debía rodar una toma con la actriz, Cronenberg le daba unos golpes, ya que la mayoría de las escenas en la que ella figuraba debía aparecer llorando. Cuando la hermosa actriz Barbara Steele, (todo un icono del cine de terror de los años sesenta) vio a Cronenberg en semejante despliegue de violencia, armó un escándalo y amenazó con denunciarlo a las autoridades. Sólo se calmó cuando la propia Susan Petrie le explicó que había sido ella misma quien había pedido al director que la golpeara.(3)

Direcccion: David Cronenberg
Elenco: Paul Hampton, Joe Silver, Lynn Lowry


(1) Entre otras joyitas Prisonsex (1994) y Stinkfist (1996) de Adam Jones o Sober (1993) de Fred Stuhr.
(2) Crítica en http://www.sfgate.com/cgi-bin/article.cgi?f=/e/a/1997/10/31/WEEKEND5845.dtl
(3) Tal vez esto le haya terminado por gustar a Cronenberg, quien por lo general incluye en sus películas escenas en las que se violenta a alguien del sexo femenino.

Comments

Re: Shivers (1975) de David Cronenberg

Muy bueno como siempre...

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