Lucifer tras la novena puerta. La visión de Pérez-Reverte y Polanski
por Jotar
La novela del escritor español "El Club Dumas", que posteriormente inspiraría la película "The Ninth Gate" es fuente para el análisis en esta nota. Desde la sugerencia escalofriante de presencias demoníacas hasta el concreto aroma del azufre. Un paseo por ese denso e inmaterial mundo que inspiró tanto a Arturo Pérez-Reverte como a Roman Polanski a la hora de transmitir sus historias.
Los Mosqueteros de Satán
El demonio, Satanás, Belcebú, el Ángel Caído, Lucifer, La Bestia, Mefistófeles, o el diablo enamorado… Tantos apelativos existen como agua que ha pasado debajo del puente de los tiempos. Pérez-Reverte y Polanski se convierten entonces por decantación en los mosqueteros de Satán. ¿Por qué la analogía con Los Mosqueteros de Alejandro Dumas? Habría que hecharle un vistazo a la mente del escritor español Arturo Pérez-Reverte, quién parece tener una extraña fascinación por el autor francés de folletines y novelas del siglo 19, conocido mundialmente por su saga de D´Artagnan y los Tres Mosqueteros.
De hecho, su novela "El Club Dumas" está intrínsecamente ligada a la novelística del francés más que al diablo en sí. ¿Qué fascinó entonces al director de cine norteamericano de origen polaco Roman Polanski para exorcizar a Satanás en 35 milímetros una vez más? Está claro que el director leyó la novela de Pérez-Reverte y decidió omitir toda relación con Dumas, rescatando y exacerbando el costado diabólico del texto. "La Novena Puerta" (o "La última puerta"), su última película "sobrenatural", da cuenta del asunto. Recordemos que Polanski tiene un largo prontuario satánico. La vida del cineasta está bastante poblada de fantasmas y demonios propios que lo han perseguido y azuzado en carne propia.
Polanski ha dirigido ya clásicos filmes relacionados con lo que –la gran mayoría– suele encuadrar como sobrenaturales. Comenzando por el film humorístico "La Danza de los Vampiros", (The Fearless Vampire Killers or: Pardon Me, but your Teeth are in my Neck, 1967) que los tuviese como protagonistas tanto a él como a su ex-esposa, la bella pero difunta Sharon Tate. Luego vendría "El Bebé de Rosemary" (Rosemary´s Baby, 1968), que sembraría la semilla para que una década después vinieran al mundo "La Profecía" y "El Exorcista", de otros directores. En "El Bebé…" Polanski nos muestra la batalla de una madre embarazada enfrentando la posibilidad de que su hijo pueda ser un demonio en potencia o el anticristo en persona.
La vida misma de Polanski es en sí una novela de ribetes terroríficos. Hijo de padres polacos encarcelados en un campo de concentración durante la Segunda Guerra, de los cuales sólo su padre sobrevivió. Ya en Estados Unidos en 1969, Sharon Tate, su primera esposa, fue asesinada por el aún hoy convicto Charles Manson, quién de acuerdo a sus retorcidas creencias, se obligó a sí mismo a cumplir los designios del maligno, basando su locura en la interpretación, entre otras cosas, de las letras de dos canciones de Los Beatles, "Helter Skelter" y "Piggies". En 1977 Polanski fue acusado de intimar con una menor de edad por lo que se exilió desde ese entonces en Francia. Su actual esposa, Emmanuelle Seigner, es protagonista, no casualmente, de "La Novena Puerta".
Por su parte, Arturo Pérez-Reverte, nacido en 1951 en Cartagena, España, ha conseguido una gran notoriedad comercial con sus novelas. Bibliófilo empedernido, es reconocible su estilo por la exploración literaria dentro de sus historias, que lo han llevado exitosamente por los derroteros del suspenso y el misterio. Algunos de sus títulos como "La Reina del Sur", "La Carta Esférica" y "El Maestro de Esgrima", amén de "El Club Dumas", se han convertido en best-sellers allende las fronteras de España. Su estilo arrogante despierta tanto fervores como provoca rechazos entre quienes tildan su producción novelística de comercial.
Sobre héroes, soldados y tumbas
La novela y la adaptación para el cine transitan diferentes derroteros y, aunque la historia es la misma, presentan innumerables diferencias tanto estéticas como conceptuales. En el caso de la obra literaria, toda la trama gira en torno de analogías hacia los escritos de Alejandro Dumas y su famosa saga mosqueteril. Corso, el protagonista, se ve inmiscuido en una búsqueda un tanto extraña pero en definitiva para nada demoníaca, al menos no en gran parte de su desarrollo. En cambio, la obsesión personal de Polanski con el reino de las sombras le inyecta a su adaptación la fuerte esencia diabólica que se aprecia en pantalla desde los primeros minutos de metraje.
Lucas Corso es un sujeto oscuro. No me refiero a su forma de vestir o al matiz de su piel. Simplemente se trata de un descorazonado hombre, recubierto por una impenetrable armadura que le permite no sucumbir ante las bajezas a las que él mismo recurre en su trabajo como "cazador" de libros raros. Corso es el protagonista de la historia y fue interpretado en su versión fílmica por el inquietante y carismático Johnny Depp (Dean Corso en el film). Un bastardo con apariencia conejil, como lo define el autor español, un lobo con piel de cordero. Sus lentes y su aspecto inofensivo le otorgan la ventaja en toda situación.
Ahí va Corso entonces, por encargo, a descifrar si el antiguo manuscrito atribuible a Dumas es realmente un original del francés. Se trata de un capítulo de la saga de D´Artagnan y los mosqueteros del rey titulado Le Vin d´Anjou (El Vino de Anjou) aparentemente inédito. El amigo librero de Corso, Flavio La Ponte, es quién ha comprado dicho manuscrito y quien le encarga el trabajo de autenticación.
Por el camino toma un segundo encargo: comparar un raro ejemplar llamado en latín De Umbrarum Regni Novem Portis (Las Nueve Puertas del Reino de las Sombras) con los otros dos ejemplares conocidos, únicos sobrevivientes del fuego inquisidor que quemara a Aristide Torchia, su autor e impresor, en 1667. Se trata de una obra que supuestamente Torchia imprimió en 1666 en Venecia "con licencia y privilegio de los superiores", adaptando texto y grabados originales de un libro mítico llamado Delomelanicon, cuyo origen es endosable a Lucifer en persona. Dicho acto de arrojo literario llevó a Torchia a la muerte en la hoguera pero el italiano se las ingenió para que tres ejemplares de Las Nueve Puertas se salvaran de las llamas.
Forrado en cuero rústico y un pentagrama en la portada cómo única referencia, símbolo asociado con las artes negras y la brujería satánica, Las Nueve Puertas es un libro de referencia para invocar al Maligno. Escrito en latín codificado conforma una barrera para el no erudito en estos temas, una forma de control de admisión para los seguidores que realmente deseen convocar al rey de los avernos. Su atributo más interesante: Nueve xilografías a página completa. Estos grabados representan la clave, apropiadamente descifrados, que abre "las puertas" para asegurarse la manifestación corpórea del susodicho.
Como decíamos, Flavio La Ponte, un timorato bibliófilo amigo de Corso le compra a Enrique Taillefer (Andrew Telfer en la película) el manuscrito de El Vino de Anjou. Con esta acción, se pone en movimiento un rueda de acciones peligrosas que, para el cazador de libros, rozan con lo mortal. En la versión cinematográfica, el personaje de La Ponte es totalmente distinto y corre una suerte muy diferente a su par novelado. Flavio aquí se llama Bernie y también posee una librería de volúmenes raros que Corso suele utilizar como base para sucias operaciones como "volar" costosos ejemplares de manos inexpertas a la vez de "inflar" las pretensiones económicas de dichos incautos sobre lo que resta del lote literario.
Enrique Taillefer se convierte entonces en Andrew Telfer, por gracia de Polanski, o deberíamos decir del trío que conformó el polaco junto a John Browjohn y Enrique Urbizu en la adaptación al cine de la obra de Pérez-Reverte. En la novela, Teillefer es un exitoso empresario español que se ha hecho rico gracias a sus libros de cocina y supuestamente se ha suicidado. En pantalla, Telfer es un norteamericano rico coleccionista de libros, quien da comienzo al film ahorcándose en su estudio. Los motivos suicidas, desconocidos en ambos casos.
La viuda de Taillefer/Telfer se las trae. Una viuda negra, podría decirse. Mucho más joven que su difunto esposo, encubre desde el principio sus oscuras intenciones. En la novela se trata de una arrogante rubia fatal, mientras que en la pantalla es interpretada por la morocha Lena Olin, una sugestiva "vamp-woman", cumpliendo con las exigencias del personaje a la perfección. Su nombre, Liana, se mantiene en ambas versiones, con el cambio de apellidos, claro está. Corso, un forajido sentimental, encontrará la horma de su zapato con esta terrible mujer.
Es interesante como Roman Polanski y compañía trabajaron sobre dos personajes tan distintos de la novela, el bibliófilo inescrutable, interesado en ocultismo, Varo Borja y el experto en la obra de Dumas, Boris Balkan. En la película sólo sobrevive un personaje, mezcla de ambos, tomando el nombre del segundo. Boris Balkan es magistralmente interpretado por un enigmático Frank Langella quién le imprime al personaje la fuerza que ninguno de los otros dos poseía en la versión novelada.
En la novela es Varo Borja quien le encarga a Corso la autenticación de Las Nueve Puertas y además le pide que consiga los otros dos ejemplares sin importar las consecuencias. Boris Balkan, por otro lado, es un eximio coleccionista y crítico de literatura, poseedor de un Don Quijote de Ibarra –el cual Polanski incluye secundariamente en la película como guiño a los lectores– y de innumerables cartas, manuscritos y originales del escritor Alejandro Dumas, entre otras obras. Es Borja el poseedor de una biblioteca dedicada a la literatura demoníaca, oculta a prueba de curiosos. Corso es invitado por él para apreciarla. La suma de los dos personajes, una vez extirpado el ingrediente Dumas, da como resultado el Balkan cinematográfico.
Como se mencionó antes, existen otros dos ejemplares de Las Nueve Puertas. En este punto, la novela y el film recorren idénticos caminos. Uno de los ejemplares se encuentra en poder de Víctor Fargas –mismo nombre para la película–, un coleccionista de libros portugués caído en desgracia, propietario de una colección que decrece con el correr de los años. El otro ejemplar está en París, en manos –o mejor dicho en una sola mano, pues su dueña ya no posee ambas– de la Baronesa Frida Ungern, quién para el film cambia su apellido a Kessler. Cabe la mención de otros dos personajes de vital importancia para la interconexión de los hechos. Se trata de los hermanos Pedro y Pablo Ceniza, restauradores españoles de libros, quienes conservan tanto su nacionalidad como su misterio al llegar a la pantalla grande.
Por su parte, Polanski se aseguró también de recrear el ambiente arcaico y hermético de este mundo literario al incluir libros verdaderos, algunos de ellos reliquias históricas de precios increíbles, durante el rodaje de la película. Un detalle a tener en cuenta y admirar.
Capítulo aparte merecería Irene Adler, la chica errabunda que se suma a las aventuras de Corso. Pero para no extender esta nota hasta la China, resumiré. Sus propósitos jamás se vuelven claros, al menos no dentro de lo que pueda contarse sin revelar el final de la historia. Su nombre, falso, viene a colación del momento en que Corso y ella se hablan por primera vez, sobre un tren. Ella está leyendo un libro sobre las aventuras de Sherlock Holmes. Irene Adler, dentro de esta ficción, es la única mujer que pudo derrotar al detective de Conan Doyle. En la versión fílmica de La Novena Puerta es interpretada por Emmanuelle Seigner, la esposa de Polanski, pero jamás se menciona su apelativo. En los créditos aparece como "The Girl" (La Chica) simplemente. Una aire sobrenatural envuelve al personaje, y esto la convierte en el más atractivo de los protagonistas, tanto en la novela, como en la película.
El número de La Bestia
¿Por qué nueve xilografías? ¿Qué misterio arcano encierran los grabados? Aristide Torchia, el impresor quemado en la hoguera por satánico, fue inteligente en esconder las claves para convocar a Lucifer dentro de los nueve grabados que componen Las Nueve Puertas del Reino de las Sombras. El número nueve corresponde, según el siguiente cálculo, al número de La Bestia, es decir el famoso 666 con el que suele asociarse al demonio en persona. La numerología clásica nos muestra lo siguiente:
666
6+6+6=18
18
1+8=9
9
Descubrimos entonces que para los satánicos discípulos del Maligno –siempre según la novela de Pérez-Reverte– el nueve es un número clave y sagrado. No está claro el verdadero origen del triple seis como símbolo distintivo de Satán y sus acólitos. Muchos lo atribuyen a La Biblia, dentro del Libro de las Revelaciones. En un pasaje del Apocalipsis según San Juan encontramos el siguiente texto:
"Capítulo
13, Versículo 18: ¡Vean quién es sabio! El que sea inteligente, que interprete la cifra de la bestia. Es la cifra de un ser humano, y su cifra es 666". Más allá de sus costados míticos, el arte de la numerología distingue al número nueve como el dígito que representa la espiritualidad y los logros mentales, lo cual no dista de los objetivos que Lucifer dice tener para sus ávidos seguidores. O eso, al menos, es lo que ofrece la publicidad.
El origen del nombre del demonio es bastante más antiguo: Los hebreos denominaban a los espíritus malignos o poderes negativos con el nombre de satan, vocablo derivado del verbo "oponer". El término Satán aparece por primera vez en el Antiguo Testamento donde originalmente significaba "adversario" u "oponente". Aproximadamente hacia el 400 A.C., bajo la influencia dualista del Imperio Persa, dicho término pasó a identificarse más estrechamente con el concepto del mal y el demonio. Finalmente, con la llegada de los griegos, el término satan se tradujo de Los Setenta –así se conocía a las sagradas escrituras– como diabolos, de donde proceden el diabolus latino, el diablo hispano y el devil inglés.
Pero dejemos de lado este arranque pseudo-enciclopédico y volvamos a Las Nueve Puertas. Los nueve grabados, que de alguna forma representan las nueve estancias previas para llegar a Satán –de allí el título del libro– pueden ser interpretados de la siguiente manera, siempre dentro de la óptica planteada por Pérez-Reverte. Todas las láminas, como se ve, tienen una anotación codificada al pie en latín que a continuación se traduce. Para ver las láminas en detalle, cliquee sobre las mismas.
Un caballero vestido de armadura montado a caballo se dirige hacia un castillo amurallado de cuatro torres, con un gesto de la mano nos invita al silencio. Al pie de la lámina se reproduce el siguiente texto: NEM. PERV.T QVI N.N LEG. CERT.RIT. Cuya decodificación sería: NEMO PERVENIT QUI NON LEGITIME CERTAVERIT. "Nadie que no haya combatido según las reglas lo consigue."
Un ermitaño porta un par de llaves disponiéndose a utilizarlas en una puerta que se encuentra cerrada. Un perro negro lo secunda –Recordemos que a Satán se lo ha asociado históricamente con perros negros–, y a sus pies arde una lámpara incandescente. Al pie de la lámina se reproduce el siguiente texto: CLAUS. PAT.T. Cuya decodificación sería CLAUSAE PATENT. "Abren lo cerrado."
Un caminante errabundo se dirige por una senda hacia un puente abovedado sobre un caudaloso río. La entrada al puente está bloqueada por una puerta cerrada. En el cielo, por sobre la misma, un ángel tensa su arco con una flecha certera apuntando hacia el acceso. Al pie de la lámina se reproduce el siguiente texto: VERB. D.SUM C.S.T ARCAN. Cuya decodificación sería VERBUM DIMISSUM CUSTODIAT ARCANUM. "La palabra perdida guarda el secreto."
Un bufón frente a un laberinto amurallado. A sus pies, un trío de dados nos muestra los números uno, dos y tres. El ingreso al laberinto, como era de suponerse, está vedado por una puerta de madera. Al pie de la lámina se reproduce el siguiente texto: FOR. N.N OMN. A.QUE. Cuya decodificación sería FORTUNA NON OMNIBUS AEQUE. "La suerte no es igual para todos."
Dentro de una habitación cerrada, un mercader cuenta monedas guardadas en un saco. La muerte, con horqueta de campesino y reloj de arena en manos, sigue atentamente sus movimientos por detrás. Al pie de la lámina se reproduce el siguiente texto: FR.ST.A. Cuya decodificación sería FRUSTRA. "En vano."
Del muro de un castillo pende boca abajo un condenado, colgado de uno de sus pies, sus manos atadas a la espalda. En la pared contigua, por sobre una puerta cerrada, se asoma un brazo, a través de una ventana, sosteniendo una espada en llamas. Al pie de la lámina se reproduce el siguiente texto: DIT.SCO M.R. Cuya decodificación sería DISTESCO MORI. "Me enriquezco con la muerte."
Una habitación donde un rey y un plebeyo juegan una partida de ajedrez. El tablero no presenta diferencias en su cuadrícula, es monocromo. Al fondo, a través de una ventana, se observa la luna, y bajo el dintel de la abertura, dentro del recinto, dos perros pelean encarnizadamente entre sí, uno negro y el otro blanco. Al pie de la lámina se reproduce el siguiente texto: DIS.S P.TI.R M. Cuya decodificación sería DISCIPULUS POTIOR MAGISTRO. "El discípulo supera al maestro."
En el exterior de una fortaleza un caballero de armadura eleva su espada por sobre la cabeza de una doncella que, de rodillas, aguarda entre rezos su ejecución. Tras el cuadro se observa la clásica imagen de la Rueda de la Fortuna y sus tres estados de la suerte terrenal: Progreso, riqueza y ruina. Al pie de la lámina se reproduce el siguiente texto: VIC. I.T VIR. Cuya decodificación sería VICTA IACET VIRTUS. "La virtud yace vencida."
Una doncella desnuda sostiene un libro abierto y una imagen de la Luna en su regazo. Está sentada sobre un dragón de siete cabezas y por detrás de la escena puede apreciarse un castillo envuelto en llamas. Al pie de la lámina se reproduce el siguiente texto: N.NC SC.O TEN.BR. LUX. Cuya decodificación sería NUNC SCIO TENEBRIS LUX. "Ahora sé que de las tinieblas viene la luz."
Para los seguidores del Diablo, la correcta interpretación de estas láminas fuerza la presencia del mismísimo. Sin embargo el autor de esta nota recomienda sacar propias conclusiones si es posible, ya que las implicancias aquí presentadas son sólo las que el español plantea en su novela. Además, no todo es tan simple. Dentro de lo ingenioso de la cuestión, el lector o el espectador asistirá a interesantes revelaciones en torno a la confección final de las xilografías y los detalles que engañan al ojo, magistralmente plantados aquí y allá por el difunto y novelesco Aristide Torchia.
Si el diablo meterá la cola, no es ahora el momento de develarlo, pero sí es seguro que el Maligno sabe más por viejo que por su propia condición diabólica. Esta tibia aproximación a la obra de Pérez-Reverte, magistralmente aprovechada por Roman Polanski, termina aquí. El motivador argumental de la historia es uno de los mitos más viejos de la humanidad. Sumérjanse en él. Un infierno ficticio al alcance de todos los curiosos.
Jotar
Buenos Aires, octubre del 2003
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